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miércoles, 5 de diciembre de 2018

EL PASAPORTE DE TU MEMORIA


Hay palabras  que por no usarlas frecuentemente tienen para ti una inequívoca forma de túnel del tiempo, o que al decirlas, te trasladan a muchos años atrás. Hoy me ha ocurrido, esta noche me acaba de ocurrir, al oír a un locutor de la radio la palabra "jarana".

"Jarana", para este vecino del mundo, tiene aroma a finales de los cincuenta. A cosas que hacían los mayores, los hombres, cuando salían de casa y se juntaban con la cuadrilla; a  "Karpy" en la copa del "aitá"
(aunque Soberano, según la publicidad, fuera cosa de hombres), olor a "Farias" los fines de semana, y a "jazzband" en las fiestas del pueblo.

Personalmente, nunca he pasado una "jarana". En mi época  de juventud, los setenta-ochenta, éramos más de irnos de "juerga", o si se iba alargando, convertirla en "gaupasa", como decíamos los chicarrones del norte, aunque midiéramos uno sesenta y nueve justito
.
La época de "jarana" me retrotrae a la misma época de "el cine de las sábanas blancas" cuando insinuabas en casa que querías ir al cine y ya se estaba haciendo de noche, lo que en los setenta sería "irse a la piltra" pero con mucha más candidez, al menos a oídos de un niño de unos nueve años que seguía creyendo que los niños venían de París y que tus padres, por el mero hecho de serlo, eran, y siempre serían, perfectos.

En aquella época, mediados de los sesenta, la gente, así en general, era mucho más inocente, en el sentido de que eras lo que eras, sin intentar proyectar otra imagen, aunque también esa concepción puede estar motivada por esa mirada naíf que no tenía otro remedio que tener, más que nada por razones de calendario, este vecino del mundo.

Hay muchos tipos de viaje, y el de las palabras y sus recuerdos es uno de ellos. Viajes interiores con aroma añejo, y muchos de ellos, son los mejores, terminan con una sonrisa a modo de sello en el pasaporte de tu memoria.

*FOTO: DE LA RED

miércoles, 23 de julio de 2014

NI TÍO, NI TÍA, NO SON MANERAS

Ignoro si lleva mucho tiempo anunciándose por televisión, pero en los últimos días este vecino del mundo ha visto un anuncio que bajo un ligero prisma de humor anima a “adoptar un tío”, así, como suena.
Para aclarar el asunto este vecino ha indagado por internet y, por de pronto es una idea francesa, lleva allí casi cinco años, y con relación al mismo tema, este vecino se ha encontrado con las siguientes perlas, en la web. "…un nuevo concepto de mercado cuyo objetivo es convertir a los hombres en productos de consumo para mujeres.”
“..En Adoptauntio.es han tomado desde el principio la decisión de ofrecer un producto atractivo, con un toque de humor y una estética muy cuidada a la vez que desenfadada y cercana. ¿Que cómo funciona? Imaginaros una tienda online en la que venden ropa, zapatos, complementos… ahora imaginaros que el producto principal son hombres y que en vez de “pagar” por ellos, las mujeres son las que toman la decisión de si hablar con un chico o no.”
Lo adjuntado en negrita y en cursiva se ha encontrado en la red, a las primeras de cambio,  a modo de explicación de qué es esa web.
Ahora, imaginémonos que donde dice “tío” ponemos “tía”, y parece que, en una especie de túnel del tiempo,  hemos retrocedido unos años, y de pronto asoma “la mujer objeto”.
Este vecino se ha criado en una familia vasca en la que reinaba, como en casi todas, el famoso matriarcado vasco, y desde pequeño le enseñaron que los hombres y las mujeres son iguales. Y también le inculcaron esa célebre máxima de “no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti”.
Este vecino del mundo tiene, lamentablemente, más vida por detrás que por delante, y es difícil, muy difícil, de escandalizar, pero oír ya la expresión “adopta un tío” le humilla, porque si suena mal dirigirse a una mujer, como “tía”, ¿por qué va a sonar bien “tío”?
¡Ah! Lo olvidaba… Está todo impregnado de un toque de humor. En muchos anuncios en los que antes el rol era encarnado por una mujer, ahora lo hace un hombre, pero la mayoría de las veces con un toque de humor. Y es que, en este caso, el humor se utiliza como vaselina para que no haga daño, como tantas veces en cuestión de sexo.
Hace unos años una marca de lavadoras, quiso publicitar la idea de que los hombres se hicieran cargo de lavar la ropa, y para “incrustar” la idea, en el anuncio no se veía  a ningún hombre en ningún momento, digamos que en una “situación normal”, sino vestido con mallas y en gestos, por decirlo de alguna manera, cuando menos “curiosos”.
¿No hubiera sido mejor decirlo llanamente? “Señores, usar la lavadora es muy fácil, la pueden usar ambos sexos, ambos, y a nadie se le tiene que caer los anillos por ello.” Así nos hubiéramos evitado las bromitas, y el mensaje hubiera sido más que claro, nítido.
¿Por qué siempre que se gana una batalla tras muchos años de lucha, y este vecino no sólo se refiere a la igualdad entre hombres y mujeres (que no nos vamos a engañar, todavía no se ha conseguido),  después se cometen los mismos errores, por decirlo de alguna manera, por el otro bando?.¡Ojo! Que la citada publicidad también puede haber sido diseñada por un hombre, para “dorar la píldora” a la mujer. Sea lo que fuere, en ningún caso, es justo.

*FOTO: CAMPAÑA PUBLICITARIA