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jueves, 2 de abril de 2020

A LA DERECHA DEL PADRE


En momentos en que a consecuencia del “corona” (como desgraciadamente se ha integrado en nuestras vidas tan rápidamente, ya se le debe de tratar familiarmente, eso sí, con mucho, mucho respeto) todo lo pautado para este año, Olimpiadas y Wimbledon incluidos, se está yendo al garete, o a la porra, este vecino del mundo sería de la opinión que este año fuera solo de seis meses. Es decir, hasta finales de junio, para dejar los restos del naufragio un poco decentes, y volver a empezar.

Como si de una toma falsa en una película fuera, deberíamos, todos, es decir los que quedemos, o queden, que uno nunca sabe la duración de su guion, y menos en el montaje final del director, se debería de volver a las marcas de origen y comenzar otra vez. Una manera de aprender de nuestros errores, que por supuesto ni aun así aprenderemos.

Hay momentos en que por todo lo que está pasando, tenemos los sentimientos a flor de piel, y el mal tiempo también colabora a crear una especie de irrealidad en la que en cualquier momento pudiéramos oír por los medios el anuncio de la lotería de Navidad, sin que se nos saltasen las alarmas.

Entre otras cosas que todo esto nos va a enseñar es que un bichito puede entorpecer todo, todo, menos por supuesto la dichosa Declaración de la renta, que este vecino se atreve a decir que visto así, desde la urgencia de tomar decisiones, debe ser sino lo único sagrado, sí lo único a respetar. 

Si algún día hacemos un edificio para glosar esto que nos está pasando, merecerá una especie de altar apartado de todo, y con todo tipo de alarmas para ser inviolable: Antes morir que no declarar a Hacienda. Mejor no preguntar, pero cualquier día nos enteramos que está: a la derecha del Padre.

*FOTO: DE LA RED

jueves, 18 de diciembre de 2014

NO SIEMPRE ES CUESTIÓN DE BOLAS

A este vecino del mundo siempre le han encantado las navidades, aunque considera que para él al menos siempre han sido un poco descafeinadas. Ni ha nevado nunca, en el lugar en el que me he encontrado, hasta quedar casi incomunicados, ni los vecinos salen por la noche con una sonrisa en la boca, abrazados unos con otros y tocando una zambomba, si es Nochebuena, y con gorrito y serpentinas en el pelo si es Nochevieja.
Nunca he tenido unas navidades de manual, y ya desde que me enteré de que los Reyes Magos en realidad no tenían sangre azul, ya me entendéis, la cosa fue a peor.
Pero quizás el punto culminante de desprestigio para las Navidades, y anticipo que ya sé que es una tontería pero a la larga me afectó, tanto como puede afectar la gota malaya, es cuando me contaron el chiste del árbol de navidad y el cura. Me imagino que ya muchos lo sabréis.
¿En qué se parece un árbol de Navidad a un cura? Pues tan sencillo como que los dos tienen las bolas para decorar. Aunque visto lo visto con todo lo que tiene montado la Iglesia últimamente, mejor no menearlo. Me refiero al tema, y no a las bolas, claro.
Y quizás esa cierta desazón con respecto a las navidades venga a que la mayoría de las veces, y como todas las fiestas en general, son simplemente de atrezo, de bolas vacías, sin testosterona en los abrazos. Fiestas en las que lo importante siempre es la forma y no el fondo. Como diría mi madre, vestirse “de tiros largos” y sentimientos cortos.
Y eso, sin hablar del ritual de los propósitos para el nuevo año. 
Tengo un amigo que como siempre le pasa, no cumple ninguno, ya ha optado por ni plantearse unos nuevos para el año que ya está tomando la última curva, y mediante el ordenador, escribió hace ya un tiempo, en una hoja de folio, los propósitos de siempre y la plastificó; más que nada para que no se le humedezcan los propósitos con el cava que sin duda correrá esos días.
Nunca le he comentado nada a Ramón, mi amigo, pero al recordar la hoja plastificada, me imagino a los sentimientos plastificados también. Una especie de preservativo sentimental para que no se mezclen tus sentimientos con los de otros, y la citada comunión de sinergias no se extienda más de lo estrictamente necesario. Porque una cosa es la fiesta, que puede durar unos días, y otra que te plantees cambiar toda la vida por un exceso de fervor navideño.
Y es que tristemente al final de las navidades, y fijaros bien, cuando guardamos en un cajón todo el atrezo navideño, seguramente enganchado en el espumillón plateado, también se quedan guardados esos buenos propósitos que debían primar en ese nuevo año.
Ya para terminar por hoy, este año, y llámenme loco, he optado por un árbol bastante pequeño, un poquito de espumillón, y nada de bolas, mentiras, que me traigan malos recuerdos. En la esquina de cada una de las pocas ramas que tiene el pequeño árbol, una llave, cada una de un color diferente, y escrita en ella un deseo. Tras la última campanada televisiva cogeré tres de las llaves al azar, como si fueran deseos al genio de la lámpara, e intentaré durante todo el año abrirlos a los demás y que se cumplan.

*FOTO: DE LA RED

domingo, 29 de diciembre de 2013

ALEJANDRO SANZ Y ELDORADO

No somos muy dados a hablar bien de la gente, y mucho menos de hacer homenajes privados y sentidos. Sin embargo, hoy, y a mis “cincuentaytantos”, me ha dado por hablar bien de alguien, porque me apetece y me parece justo. Espero que no sea ni debilidad emocional, ni primeros síntomas seniles.
Este vecino no sabe si Alejandro Sanz hace música para masas o solo para sus estrictos seguidores, aunque muy probablemente lo hace, como este vecino con su pintura, porque le pide el cuerpo expresarse. Por eso hay canciones suyas que te enganchan. Y no me voy a referir a uno de sus temas más famosos, que también, sino a un trabajo que al oírlo, más que una canción es una auténtica banda sonora, que descubrí más bien por casualidad, “Labana”, y es una especie de homenaje a La Habana, esa ciudad que representa tanto y por tantos motivos.
Personalmente, es un lugar al que no he ido, y siempre he querido ir. Quizás, no lo he hecho, por aquello de que querer es poder, por lo mismo que uno se imagina el cielo, y luego seguramente éste no existe. Todos, quizás unos más en secreto que otros, tenemos nuestro Eldorado particular, en el que ponemos todos nuestros sentimientos, sueños y ensueños, aún a sabiendas de que no va a poder ser, pero es una manera de seguir vivo y despierto, soñando.
Alejandro Sanz, en esta canción ha cuajado un gran tema, uno más, y una autentica obra de arte, calentita, latina y con tintes de jazz caribeños, si es que el jazz caribeño existe. Y siempre he envidiado, y aquí no vale eso de envidia sana, porque la envidia es envidia sin tapujos, lo bien que se tiene que sentir un artista, como Alejandro Sanz, en uno de sus grandes conciertos, delante de miles de personas, que se mueven y sienten por una de sus obras. Eso sí que tiene que ser sexo del bueno.
Alejandro, si algún día llegas a leerme,  te admiro por ser sentimiento puro, y por tener el don de saber comunicarlo a los demás, pero, por favor, que no se entere nadie, porque el hombre se supone que tiene que ser duro, sin fisuras, y no saber de sentimientos, de esos de los que tú, debes andar tan sobrado.

*VIDEO: DE LA RED

jueves, 26 de diciembre de 2013

AUDITORES DE SENTIMIENTOS

En estos días de paz y buenos sentimientos suele ser frecuente recibir visitas o llamadas telefónicas, que bajo la apariencia de buenas intenciones se encuentra  el cotilleo, la envidia e intentar meter el dedo en el ojo ajeno.
También es verdad que estas visitas o llamadas se pueden producir en cualquier día del año, sin embargo en estas fechas es más fácil conseguir que la otra parte esté con la guardia baja.
Esos familiares, que lo son una vez al año, como mucho, y que llaman deseando mucha felicidad,  aprovechan en realidad para ponerse al día, de todo lo bueno y lo malo que ha podido ocurrirnos durante el año, prestando, claro está, más atención a todo lo malo, mientras intentan darnos en el morro con todos los “logros” de sus vástagos y nietos. Y es que tengo unos nietos guapísimos y rubísimos. ¡Vamos! De anuncio.
Aunque son familiares nuestros, lo son en grado más directo de nuestros padres, y si éstos todavía viven, no importa que no estén con nosotros, porque en realidad es que creen que van a recibir más información de nuestro lado, ya que están seguros que nuestros padres hace mucho tiempo que saben cómo son, y no les darían carnaza.
Son una especie de auditores de sentimientos o patólogos de vidas,  y que en un santiamén recuerdan que sigues en el paro, ¿verdad?, en cambio a tus primos les va muy bien. Además, ahora, que estás separado te lo puedo decir, tu “ex” estaba hecha una pájara. Por mucho que me lo niegues, o no te diste nunca cuenta, yo estoy convencida de que le tenía que dar a la botella…
Mientras el cotilleo hecho visita te habla, y come unas pastas con un poco de vino dulce que le has sacado, te das cuenta de que otro año que se te ha olvidado, por cierto, de envenenar el vino quinado, y te haces el firme propósito de que del año que viene no pasa.
Cuando, por fin, se va, y reparas en que te ha puesto de los nervios y con un enorme dolor de cabeza, te das cuenta de que tu casa no es tan pequeña, y que ahora sí que te encuentras en el paraíso, con lo mucho o poco que puedas tener. Porque la mala leche, y la mala onda, como dicen en Sudamérica, se fue con la visita del quinto jinete del Apocalipsis que te acaba de abandonar, con la esperanza de que sea para siempre.

*FOTO: DE LA RED


sábado, 10 de agosto de 2013

CELEBRACIÓN


Diez de Agosto del 2013. Ya han pasado tres años desde que adopté el papel de vecino del mundo, y decidí abrir esta ventana en la que verter mis opiniones, sentimientos, preguntas sin esperar respuestas y contestaciones a preguntas no realizadas.
Nunca he intentado ser políticamente correcto, ni tampoco insultar, ni faltar a nadie, porque no está en el ADN de este vecino ese tipo de comportamientos. Otra cosa es que haya personas que no comulguen con las ideas expuestas, pero eso es totalmente comprensible, en tanto en cuanto a este vecino le ocurre lo mismo con lo que ve y con lo que oye desde su ventana. Además, la metáfora de la ventana permite una cierta distancia de los temas tratados, y a la vez quitar hierro para adobarlos de irónia, e intentar en muchos momentos que aflore una sonrisa, incluso en temas no propicios a ello.
Esta mañana me he levantado muy temprano para cocinar una humilde tarta conmemorativa compuesta de ilusión, ganas, buenas intenciones, y todo ello regado con un poco de mala leche en su justa cantidad, no sea que se me corte la tarta, y se rompa la conexión entre los lectores y este vecino hoy disfrazado de cocinero. Y para finalizar y darle un colorido especial, marca de la casa, un poco de polvo de ironía, difícil de encontrar, y quizás más difícil de comprender, ya lo que se relata no es siempre liso, sino con muchas aristas, ni siempre es lo que parece.
Hay que tener muy en cuenta que este blog por nacer un diez de agosto, pueda tener en menor o mayor medida, algunos rasgos característicos del signo de Leo, como son la osadía y la persistencia. Osadía para abrir una ventana al mundo, sin temor a encontrarse con tormentas que rompan en la cara y puedan agitar el interior, que parecía dormido, de este vecino del mundo confesando sus pensamientos y opiniones. Y la persistencia para no ser devorado en este océano de blogs en el que cada día nacen miles de ellos, aunque son menos los que sobrevivan al inasequible paso del tiempo.
Pase lo que pase siempre serán parte fundamental de este lugar de opinión, el deseo de servir como lazo de unión con vosotros, que al fin y al cabo sois el principio y el final de esta historia, y la ilusión, para que cada día sea el comienzo de algo.
Para finalizar, y que ya podamos saborear la tarta creada con tal fin, este vecino quiere agradecer a todas esas personas que poco a poco me han ido cogiendo un poco de cariño, y han querido entrar por esa ventana que siempre permanecerá abierta.
Como diría un gracioso, parece que fue ayer, y sin embargo ya han pasado 24 horas, en este caso disfrazadas de tres años de conocimiento mutuo, en el que siempre hay que mantener un halo de misterio, para que la curiosidad de cada uno, ese gran motor de la vida, siga haciéndonos levantar cada mañana, y preguntarnos con qué pie se habrá levantado el vecino hoy. Gracias por todo y para todos.

*FOTO: DE LA RED
**Dedicado hoy a Luis Fernando en su cumpleaños.


viernes, 26 de abril de 2013

MOMENTO EN ROJO


Ayer sobre las ocho de la tarde este vecino del mundo salió con su cámara de fotos dispuesto a inmortalizar el eclipse de luna que iba a tener lugar. Solo me faltaban unos rasgos orientales, para identificarme aún más con la labor que iba a cumplir. Y como se suponía que el momento sería un poco más tarde de las diez de la noche, salí con tiempo suficiente, como hubieran dicho nuestros padres, para darme un garbeo por el paseo de la Concha.
Estaba a la altura del tiovivo gabacho-romántico en Alderdi-Eder, cuando comencé a darme cuenta de que iba a tener la gran suerte de vivir el momento de la noche, “el momentazo”, como hubiera dicho un siempre excitado Boris Izaguirre, y no era precisamente el eclipse, sino la tremenda puesta de sol que teñía el cielo y el mar donostiarras de un rojo que para sí lo hubiera querido Doña Dolores Ibarruri, más conocida como “La pasionaría”, porque era un rojo pasión, un rojo que aviva los sentimientos, y te hace sentir que por tus venas corre sangre, y que puedes apreciar esa maravilla de la naturaleza.
Estando, literalmente, con la boca y la mente abiertas, pude darme cuenta de que la gente prefiere acaparar que sentir, porque la mayoría de los viandantes en lugar de dejarse llevar por el momento en rojo, luchaban por sacar el mayor número de fotos en el menor tiempo posible, y algunos en posturas incalificables, intentando atrapar la postal en cuclillas, entre los hierros en blanco de la célebre barandilla de la Concha.
Aunque en ningún momento se pudo ver al sol como la típica bola de fuego, sino como una capa roja que cubría el horizonte, mis ojos habían quedado cegados por la belleza del momento, y a partir de entonces, el paseo se convirtió en una borrachera de sentimientos que me hacían estar y no estar. Bajé a la arena, en una semi-inconsciencia complaciente, y recorrí las dos playas aprovechando que la bajamar había ampliado el espejo de arena que reluciente captaba la variada paleta de efectos.
¿El eclipse? Bien, supongo. Ni me enteré, ni lo lamenté, porque para sentir momentos en negro, desgraciadamente lo estamos haciendo todos los días.

*FOTOS: PATXIPE