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jueves, 4 de mayo de 2017

¿SEGURO QUE NADIE LO SABÍA?


Quizás porque este vecino del mundo estudió el antiguo "Técnico Superior en Empresas y Actividades Turísticas", que comenzó a estudiarlo en Donosti en 1975 (aunque luego, tras terminar, el destino le llevó por otros lugares) siempre ha sabido, porque además no era un secreto, eso de que la mayoría de los chefs rutilantes tienen a gente trabajando gratis, y además venidos de cualquier parte del mundo.

Nunca me ha parecido bien, porque en muchos sitios más que aprender, ocupan un puesto de alguien que debería ser remunerado.

Eso que se está diciendo ahora, tras estallar la polémica con Jordi Cruz, que si no existieran esas personas, llamadas "stagiers" (no confundir con becarios, que en teoría tienen sus horas y reglas,  y provienen de las escuelas de hostelería en general) el negocio no sería viable, en opinión de este vecino del mundo tiene su parte de verdad y de mentira.

Me explico. Las estrellas rutilantes, y michelines en general, cuando hablan de que su negocio no sería viable sin ellos, sin los "stagiers", probablemente se refieren, y forma parte de la verdad, a la "cadena" de negocios, que quien más, quien menos, tiene montado, desde que su nombre está en el candelero.

Pero si un negocio, un sólo restaurante, no funciona, habría que hacérselo mirar, y probablemente sería más un problema contable de fácil solución.

Otra cosa es que ahora la inspección de trabajo "descubra" lo que viene ocurriendo, presuntamente, desde hace muchos años y que no va a ser este vecino del mundo quien les ponga en solfa.

Por eso, cuando más de una de esas estrellas de la cocina, declara que lo que le guía a él es hacer feliz al cliente, este vecino se pregunta: ¿Qué tiene, un negocio o una O.N.G.?


*FOTO: DE LA RED

miércoles, 11 de noviembre de 2015

EL SECRETO DE VICTORIA


Este vecino del mundo tiene sus ritos y costumbres cada mañana al levantarse, y uno de ellos es salir al balcón para que la realidad diaria le acaricie o, como en este caso, más bien le abofetee con un día tristón y casi en blanco y negro. Ya cualquier cosa puede pasar, como que no existan los ángeles o estemos solos ante el peligro de la vida.

Más tarde, y ya  con el ordenador, buscando en "noticias de aderezo", porque el día a día es el que es, y últimamente no hay manera de quitarse la barretina, otra noticia me azota, como el nuevo día, en plena cara. Los ángeles en contra de lo que me temía siguen viviendo, y ayer volvieron a volar otra vez, al menos, los que tienen el secreto de Victoria.

Tantos años de lucha feminista, para muchas, y muchos, y en este caso el machismo se disfraza de etiqueta y de medidas perfectas ocupando primeros espacios en cualquier noticiario que se precie, cuando no deja de ser un acto publicitario, eso sí, con unos publicistas cum laude. Porque cuando la publicidad se hace costumbre y además se espera cada año, chapó al que tuvo esta idea, aunque pase de las mujeres y solo quiera vender lo que quiere vender.

Mi vecina, Lola, la del tercero A, la que es demasiado pequeña para el peso que tiene, ya estará, más que triste, buscando cuerda y viga. Y es que ella se gasta un dineral en lencería, soñando en mostrárselo a un novio que todavía no tiene, y pues eso, que no le queda igual. Y además tampoco sonríe como las modelos en cuestión, porque en lugar de cobrar, y muchísimo, por ponérselo, ella tiene que ahorrar un tiempo, bastante largo por cierto, para comprarse un modelito, que además no le queda  bien, sino  todo lo contrario.

A todo ésto habría que añadir todo lo que una mujer paga por comprarse productos que claramente van dirigidos a un público femenino, como desodorantes, cuchillas de afeitar, que si miramos entre el producto femenino y su equivalente masculino, el de la mujer siempre es bastante más caro. Con el agravante de que la mayoría de las mujeres ignora ésto, que desde hace muchos años ya, en Estados Unidos, se ha dado en llamar "Pink taxes", por traducirlo de alguna manera "Impuestos rosa".
Y para más inri, no hace falta apostillar, que ésto se debe de descontar a un sueldo, el femenino, que de sobra es sabido que siempre es más enclenque que el masculino.

A Lola, mi vecina, para animarla le diré que yo, personalmente cada vez que veo a estos angelitos, pienso en el teléfono móvil, y el favor que nos ha hecho su inventor a los que tenemos menos de 1,70 mts., porque antes  y por problemas de altura, en el utópico caso que hubiéramos intercambiado un par de palabras con ellas, siempre hubiera sido gritando, y por supuesto, con eco.

¡Es curioso! Para los diseñadores del secreto de Victoria, si supieran lo que es un botijo, coincidirían que en su concepto de moda, Lola es más parecido a este artilugio que a sus ángeles. Y, por otro lado, personas de a pie del sexo masculino, a los que los personajes encarnados por Alfredo Landa en su momento, podían ser fácilmente un precedente, en el fondo al ver a los ángeles de Victoria es muy fácil que nos sintiéramos también un botijo en manos de la mujer alada.

Y ahora, ¿cómo le explico todo ésto a Lola? 

Quizás será mucho mejor no decirle nada, y guardarme para mí que después de todo  el secreto de Victoria sea, presuntamente, que todo lo que no se ciña a sus medidas, es ... un botijo.

Siempre debiera ser deseable que los ángeles se queden en el cielo.
Lo demás es alborotar en vano. 

*FOTO: DE LA RED


sábado, 29 de marzo de 2014

YO NO HE PEDIDO ESCRIBIR



Yo no he pedido escribir, nunca lo he hecho. A nadie he pedido reventar la mañana con pensamientos escritos, el saltarme el guion previsto. Nunca quise hacer del desamor una historia, porque el desamor era el fin de la historia.

Pronto aprendí que escribir es fotografiar el pensamiento, gritar a los cuatro vientos los más profundos secretos. Escribir es dejar un testamento  al descubierto, hacer una autopsia de la vida.

Yo no he elegido escribir. Nunca quise sacar la cabeza del furgón de cola. Siempre quise vivir mi vida y dejar vivir a los demás. Pero existen las noches extrañas, los días de lluvia, los momentos tristes. Esos instantes, en que tu cuerpo es una isla, y necesitas una botella en la que mandar tu mensaje al exterior. Necesitas proclamar que estás vivo, o quizás simplemente indicar en un mapa, dónde se encuentran las cenizas de tus sueños, de esos sueños que eran tu norte pero que el viento de la vida más que desplazarlos los extinguió. 

Necesitas confesar que existe alguien con las mismas preocupaciones que los demás, que la historia se repite, que quizás somos originales, pero no únicos.

Yo no he elegido la mañana para escribir en su primera luz del día, pero sí tengo la necesidad de lanzar señales de humo para indicar mi pensamiento, para sugerir que existen mundos secretos, mundos que no hablan pero que se crearon al ser sentidos.

Yo no he elegido la última luz del día para escrutar en el polvo del recuerdo, y abrillantar sentimientos pasados, dejándolos como los chorros del oro, vivitos y coleando. Aprendí a ver en la oscuridad del desdén, en el más allá de una carretera cortada, en lo que ocurre tras “el fin” de una historia, qué se oculta detrás de una puerta cerrada.

El lenguaje de los ojos de mi primer amor, el deseo oculto de sus labios, la sombra de su sonrisa, me enseñaron que todo aquello no se podía ocultar en el olvido. Yo no he pedido escribir, pero lo necesito para sentir que la vida es algo más que un corazón latiendo, que una sucesión de días que te llevan al final. Necesito dar respuestas sin preguntas, explicaciones que no tengan  un origen. Escribir, quizás, sea darte las gracias por no haberte conocido, porque ya solo la espera mereció la pena.


*FOTO: DE LA RED



viernes, 25 de octubre de 2013

CHILLIDA Y SU SECRETO

En este día de fiesta, y que más de uno no sabe ni qué es lo que se celebra (Día de Euskadi), hemos podido disfrutar de una primera hora de la mañana preciosa, nublado y unos veinte grados, para pasear.
Bastante gente ha tenido la misma idea que este vecino, ya que en Donosti, el pasear, por ahora al menos, es de lo poco que se puede hacer gratis, y además quedas bien, como un deportista, y no como un agarrado.
La playa de la Concha estaba con marea alta, pero el agua muy tranquila, y más de uno se ha decidido por darse uno de los últimos baños que el otoño te permite, sin que seas considerado como un héroe o como una rara avis.
Momentos así son idóneos para hablar con uno mismo y hacer recapitulaciones sobre “qué hay de lo tuyo”, y que en muchas ocasiones te haces el despistado, especialmente de los propósitos que te hiciste, por ejemplo, el “inefable” primer día del año, y de los que te has ido escaqueando la mayoría del tiempo. Intentas fijarte en el cuerpo de alguna bañista de buen ver, que todavía queda alguna a estas alturas del año, por aquello de despistar a tu otro yo, el que quiere hacer recapitulaciones varias, pero de nada sirve porque tu otro yo se ha despertado y tardará en irse, hasta que le prometas que vas a retomar los buenos propósitos.
Al final, lo que se vislumbraba. Has tenido que claudicar y te enfrentarás a los antiguos proyectos, lo cual tampoco está mal, pero para cuando te has dado cuenta ya estás a los pies de “El peine del viento” y la vista sirve como anestesia total. No existe nada más, ninguna preocupación te molesta, eres solo tú y la naturaleza en una de sus obras maestras. El espectáculo que dan el Monte Urgull y la isla, la querida  Isla de Santa Clara, es inenarrable, y una vez más no te queda más remedio que reconocer a Eduardo Chillida como un gran sabedor de dónde colocar
sus obras.
Este vecino ya ha relatado el estado de ánimo que le envolvía por lo que no es sospechoso de estar, digamos, en un estado erótico-festivo. Sin embargo para su propio asombro, y frente a la misma escultura, en el horizonte se juntan tanto el Monte Urgull como la Isla de Santa Clara, y el resultado es asombroso, porque para este vecino, no es que se adivine, sino que queda patente la figura de un sujetador.
Como en el chiste sobre el Test de Roschach, más conocido como “el test de la mancha”, no es que el paciente vea sexo en todas partes, la culpa es del que ha dibujado eso, y en este caso la culpa es de la naturaleza, que en este lugar se ha comportado picaronamente. Y a lo mejor, incluso era el gran secreto de Chillida  (cuya casa, por cierto, está bien cerca de ese lugar), y por eso instaló su obra allí, una simple excusa para volver…y contemplar el horizonte, en el que siempre los secretos y las mentiras se pueden confundir.

*FOTO: F.E. PEREZ RUIZ-POVEDA