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sábado, 3 de marzo de 2018

ARANTXA Y SU RANA



Esta semana de más de lo mismo, como casi todas las semanas, que los independentistas catalanes siguen discutiendo si son galgos o podencos, pero, eso sí, con sangre catalana, y de que los del partido del gobierno quieren hacer mil piruetas comenzando con un presunto bono por 100 euros a los mayores de ochenta años, para no hacer nada, quizás la noticia que ha brillado con luz propia, es el descubrimiento, y no va con coña, de lo mal que le van las cosas a Doña Arantxa Sánchez Vicario.

Que aquel por el que rompió con su familia, en una variante de los cuentos de toda la vida, de paladín de su honor ha trasmutado en rana ahora. Y también se ha conocido, al final todo se sabe, que lo de la familia Sánchez Vicario no eran meras sospechas de un presunto, dependiendo de quién opinara, cuñado-yerno ladino, sino conclusiones tras arduos seguimientos con detectives privados.

En una época, como la presente, en la que solo te queda refugiarte en lo familiar, porque fuera caen chuzos de punta, a la pequeña de los Vicario no le ha quedado más remedio que llamar a la puerta familiar, para oír en primer lugar ese “Si ya te lo decíamos nosotros…”.

De todas maneras, en nuestro mundo, en el mundo de los mortales, las cosas no son de la misma manera. Dos personas, el hasta ahora matrimonio, que se supone no tienen ahora un chavo conocido, más el seguimiento del Banco de Luxemburgo que les acusa de un presunta deuda de 7,5 millones de euros, en nuestro mundo no podrían seguir viviendo de la manera que presuntamente lo hacen. Más que nada por coherencia en el relato.

Todo eso me recuerda el peculiar punto de vista de mi madre, que cada vez que se veía en televisión, o en cualquier revista del cotilleo, un chalet de esos que quitan el hipo, que ahora a todo el mundo le ha dado por denominarlos como “casoplón”, ella siempre decía “Quita, quita, lo que tiene que costar ordenar y limpiar todo eso”.

Pues eso, que Arantxa Sánchez Vicario siempre me ha caído muy bien, y la he considerado como una luchadora dentro y fuera de las pistas, pero que este vecino del mundo con decir la última palabra, “Sí, cariño”, en su casa (nada de casoplón) y de La Nuri, tiene más que suficiente. Y de la resolución de los problemas de Arantxa, seguro que ya me enteraré cuando escriba el próximo libro de sus memorias. Memorias que al parecer nunca tenemos los pobres, al menos no las podemos publicar...

*FOTO: DE LA RED



jueves, 6 de junio de 2013

DONDE LOS CUENTOS NO SE ATREVEN

Desde pequeños nos contaron historias cada una más cruel que la anterior, en la que se relataban vidas de princesas envenenadas, hijas abandonadas por malas madrastras, paseos por el bosque de brujas hambrientas... que nos dejaban con la boca abierta y el corazón encogido.
Lo importante de esas historias, siempre venía al final, a modo de moraleja, en la que se premiaba o se denostaba el comportamiento del personaje en cuestión.
Desde hace mucho tiempo, este vecino del mundo pienso que los cuentos que conocemos, se hicieron pensando en los pobres, y en el fondo moral de todos ellos está el conformismo, que has nacido en el seno social que has nacido, y para transmutar de paisaje social tienes que andar besando a ranas como loco para encontrar un príncipe que te dé el pasaporte al éxito.
Como vecino del mundo no he encontrado ninguna princesa a la que le molestara un guisante debajo de diez colchones, entre otras cosas porque si fuera así, y ya solo con un colchón, se fastidia y aprende a dormir en otro lado de la cama, porque no está el tema para comprar más colchones para la “señorita” en cuestión.
Cada vez se utilizan menos los sastres, y encontrar además uno valiente, como se decía en el lenguaje de los cuentos, tenía que ser la
repanocha.
Muchos niños de ahora, lo más parecido a los cuentos que conocen son las historias de los video-juegos, y mientras antes buscabas a príncipes o princesas, ahora buscas como loco una vida para seguir sobreviviendo.
La diferencia entre el antes y el ahora, quizás estriba en que hace años te cultivaban la esperanza ante una vida que, como la de hoy, estaba llena de problemas pero te la pintaban de algo mágico para poder seguir viviendo y descubriendo en cada recoveco, que lo verdaderamente mágico es vivir y labrarte un futuro lo más cercano posible a aquello que habías soñado.
Ahora, los niños desde pequeños, saben que tienen un reloj, como el de los video-juegos, que nunca va para atrás, y tienen que ir cumpliendo etapas o aventuras, capturando presos, o matando sueños ajenos, para conseguir los propios.
Antes, lo único intocable era la moral, ahora, ni está ni es esperada.

Es curioso, pero quizás hemos conseguido que en un mundo sin cuentos, las historias que se pueden vislumbrar en un futuro son verdaderamente terroríficas.

*FOTO: DE LA RED