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sábado, 11 de mayo de 2013

LA MONDA


Este vecino del mundo se debe estar haciendo muy mayor, porque hoy que es el día de mi cumpleaños, al despertarme, ni me acordaba, incluso he tenido que preguntar si estaba en el planeta Tierra, porque no me ubicaba muy bien.
Como dándome ánimos no me gana nadie, he pensado que al no acordarme de esta importante fecha, al menos para mí, me estará pasando más o menos lo que debía de pasar al Baron Thyssen cuando adquiría un nuevo cuadro para su colección, que por muy importante que era la compra, para él en realidad era uno más, y seguro que ya no sabía el número exacto de su colección.
Parece que fue ayer, cuando pasaba la vuelta ciclista a España por mi pueblo, Elgóibar, y el nacimiento ya era un preludio de lo que iba a ser mi vida. Si naces después de un sprint, pues eso, ya naces movido, y cansado. Los muy mayores sabrán que la citada vuelta terminaba siempre en Donosti, cuando solo se le decía San Sebastián, ya que la organizaba un periódico de aquí, o de allí depende de dónde se me lea.
Siempre que me tocaba estudiar algo, o era el último curso antes de un cambio o era el primero de otro. Los muy maduros, por no decir otra cosa, recordarán el famoso Preu, con película y todo (Los chicos del preu), a este vecino le tocó ser del primer año que se celebraba, es un decir, el Cou, una especie de conejillo de indias en todo.
No me dio tiempo a vivir la época de los hippies, sólo su olor a porro y flores desde lejos, y el eco del final de una de sus frases: “...y no la guerra”.
Nos tocó los últimos años de la dictadura, y nos hicimos mayores para votar al son de “Libertad, libertad, sin ira, libertad...”.
En los estudios, ¡la monda!, los chicos por un lado y las chicas por otro. Luego, claro, ibas a bailar y al arrimarte te faltaba la respiración, y del preparado “Estudias-o-trabajas” no pasabas.
Ahora se denomina “hacer la cobra” al gesto que hace la mujer para rehuir un acercamiento del rostro masculino. A nosotros no nos hacían la cobra, porque no existía este término, porque de lo contrario nos habríamos convertido en “faquir” de por vida.
Lo triste del caso es que, aunque visto lo visto te lo pasabas mal, ahora, de todo aquel mundo te entra la nostalgia, e incluso una sonrisa con lágrima incluida.
El miedo que me da es que con todo lo que está ocurriendo ahora, y si llego a los ochenta años, y sino desde otra dimensión, pensando en los momentos actuales, no diré eso de “la monda”, porque ahora aunque con calva incorporada, soy más moderno, y pensando en estos días, diré “me parto la caja” y esperemos que no sea la de pino para escaparme.


*DIBUJO: DE LA RED