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viernes, 7 de junio de 2019

MIRANDO HACIA ATRÁS...



Quizás para que España marchara mejor, o los españoles marcháramos mejor, sería aconsejable que cada uno escribiéramos un blog, o en su defecto, un diario, por el cual nos viéramos obligados a recapacitar sobre lo acontecido o que va a acontecer próximamente.

Y en este mismo momento me viene a colación un dicho que siempre recordaré a quién se lo oí por primera vez: “Corrimos como pollos sin cabeza”. Lo dijo John Benjamín Toshack refiriéndose al equipo de fútbol que entonces dirigía, Real Sociedad. Y como pollos sin cabeza parece que nos comportamos  las veinticuatro horas. Sólo con dos claros objetivos que además están en nuestro propio cuerpo: Vigilar nuestro ombligo, y salvar nuestro trasero.

Algunos pensarán que en el uso de la ironía que caracteriza a este vecino del mundo, esta vez se ha pasado, cuando en realidad es literal lo dicho. Durante esta semana y en plena calle ha habido gente que me ha adelantado, o lo ha intentado al menos, por derecha, izquierda, arriba, y abajo no porque no pudieron  conseguir las llaves del alcantarillado.

Con el paso de los años, la próstata de uno, y de lo poco que le sirve todavía para reafirmarse como hombre, le hace tener que buscar un váter incluso con deseo. Ayer mismo estaba entrando con urgencia nada fingida en “los servicios” de un bar, cuando a mi espalda alguien me urgía a dejarle paso para orinar rápidamente, como si lo que pretendiera hacer este vecino era, por ejemplo, ganchillo. Al darme la vuelta para decirle, que no, que yo entraba antes, observe que "el brioso" era chófer de autobús, pero como yo estaba seguro que mi labor no me iba a llevar más de treinta segundos, entré concienciado de realizar un trabajo profesional.

Me sobraron tres segundos, pero el chófer, o ya había optado por otros lares, o dándose cuenta de que quizás se había pasado con su petición, eligió convertirse en leyenda y desaparecer en la última curva del recuerdo.

Si todos repasáramos nuestros movimientos del día anterior como si nos fuéramos a confesar, más de un meme, por ejemplo, tendría como autor a un memo homologado, ¿verdad, Señor Iglesias?

*ILUSTRACIONES: DE  LA RED



I



jueves, 14 de noviembre de 2013

LOS NIETOS DE CARPANTA

La gente joven no conocerá a un personaje de los tebeos, ahora denominados comics, de los años cincuenta-sesenta, llamado Carpanta.
No era uno de esos héroes cargado de poderes. Carpanta era un pobre hombre, bueno, eso sí, que en cada historieta intentaba buscarse la vida, y lo mismo que en Asterix y Obelix la última viñeta siempre es dándose un buen festín de jabalí, Carpanta siempre acababa atracándose de pollo, que para la época era lo más parecido a estar en el paraíso.
Este vecino ha hecho esta introducción para referirse a un suceso recientemente vivido, y que le ha dejado mella.
Ayer sobre las ocho de la noche estaba dando un paseo por el centro de Donosti, cuando en una calle de esas que parece estar a trasmano de todo, descubrí a una pareja de jóvenes, chico y chica de no más de veinticinco años, con medio cuerpo metido dentro de un contenedor de basura, inspeccionando cada bolsa.
Lo de la necesidad estaba escrito en sus caras, pues no les importaba ser vistos, de hecho no creo ni que se dieran cuenta de que había alguien más. Solo tenían ojos para buscar.
Y este vecino, tras lo visto, se acordó de aquel héroe-sufridor de otra época, últimos vestigios de la guerra civil y heredero directo de la cartilla de racionamiento. Recordé también que Carpanta vivía debajo de un puente, y llegué a la conclusión de que ahora incluso sería peor, porque Carpanta y los de su generación, no habían conocido lo bueno de la vida, y entonces no hacían comparaciones de lo que fueron y de lo que eran ahora.
Sin embargo, en nuestros días, quien más quien menos ha conocido “las vacas gordas”, y ni se había planteado que el destino tiene curvas muy cerradas que deparan no solo cambios de paisaje, sino de estatus social.
Y para colmo de males, ahora la mayoría de los puentes, en un alarde de técnica, prácticamente no tienen ni base. Y se ha cambiado la seguridad de la piedra, por la frialdad del hierro o del acero, y ya no son ni habitables.
Creímos que Carpanta, afortunadamente, había desaparecido, y solo quedaba en el diccionario como sinónimo de “hambre canina”, pero visto, lo visto, cualquier día de éstos, sino le vemos a él, desgraciadamente conoceremos a sus nietos, con un teléfono móvil en una mano, y en la otra la tarjeta del paro.

*DIBUJO: DE LA RED