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martes, 27 de mayo de 2014

LA VIDA Y EL ESPEJO

Hay días en que a uno no le apetece ni salir a la calle, y es que ya tiene todo como muy visto. La misma película con los mismos actores. Por lo menos, abres una novela negra y ya en la segunda línea te encuentras con un asesinato y no puedes dejar de leer hasta el desenlace final. Y mientras tú en la vida real no sabrías cómo continuar investigando, el héroe de la novela, haga lo que haga siempre se irá acercando a la consecución del caso. Pero la vida no es así, puedes estar a cinco metros de tu media naranja, y no encontraros nunca, porque no hay ningún solo de cuerda que transmita a los demás tu estado de ánimo como en una buena película. Y los malos en la vida real pueden ser guapos, además pueden ser malos y buenos al mismo tiempo, porque todo depende de la historia que se esté contando y el personaje que la cuente.
Y es que hay días en que a uno no le apetece que el sol salga como si fuera el primer día, como si fuera la primera vez. El sol te hace sentir que estas vivo, y que puedes estar ante una nueva historia, pero tú, ya no eres nuevo, sino el compendio de miles de historias, de miles de soles nuevos y otros tantos atardeceres.
No eres un libro todavía por escribir, sino en cada momento te puedes preguntar si ya se está acabando, y lo peor no es eso, sino que encima tenga un final intrascendente. Porque el fondo no lo es todo, sino también la forma.
Las mariposas nacieron para ser libres, no para estar encerradas en un estómago esperando a aletear ante el amor. Las mariposas no nacieron para esperar a que te enamores, porque en realidad a las mariposas no les importas lo más mínimo.
Ese espejo, hay días que te habla con cariño y días que te insulta. Porque los espejos hablan, con la voz de tu pensamiento, pero hablan. Como en los cuentos, adulan a la bruja y aconsejan a la princesa. El problema está en que los brujos  y los príncipes no se miran al espejo en los cuentos. Y a ti, por de pronto te falta saber si eres brujo o príncipe, o al final descubres que no eres ni un sapo esperando a ser besado por la princesa. 
Porque las princesas dejaron de esperar al príncipe pardillo que les bese, y se van con el malote de marcados pectorales, que en realidad les hace menos caso que al espejo de su armario donde tiene escondido su secreto.


*FOTO: DE LA RED