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jueves, 4 de enero de 2018

EN VERSIÓN ESPAÑOLA...


Algunos días me imagino a la pantalla de mi televisor con una especie de puerta persiana como esas de algunos garajes y que al ir abriendo se cuelan, si fueran esas novelas y pelis de aventuras de hace muchos años, los describiríamos, como malandrines, y en el mejor de los casos buscadores de fortuna varios.

Aprovechando los programas navideños con sus festejos y sucedáneos se han ido asomando famosos y sucedáneos de todo tipo que para cuando te dabas cuenta ya estaban tirando serpentinas en tu salón. Este año, la verdad, quizás por eso, he visto muy poco programa de lentejuelas, porque eligieras o no, en la mayoría de los casos siempre se colaban los mismos, por ejemplo, Carlos Baute, que hasta ha aparecido en esta última gala de O.T. 

Debe de ser que tener un nuevo disco en el mercado significa poseer una especie de ganzúa, con la cual, quieras o no, aparece un día sí y otro también, mostrándote esa alegría y felicidad por tener, en su caso, esos hijos que ha tenido ahora, del de antes nunca habla. Y que por lo que cuenta, parece imposible que haya podido llegar al programa con lo implicado y complicado que está en la crianza. Y no digo más, porque me caliento y hace tiempo que me dijo mi galeno que viva mi vida y deje vivir.

Además tampoco puedo hacer lo que decía La Pantoja, Doña Isabel, eso de: -Vive tu vida o cómprate una vida, porque si ya un piso, tal como están las cosas, es prácticamente inviable, las vidas, especialmente con buenas vistas y a estrenar, deben de estar a precios prohibitivos.

Por cierto, no sé si a vosotros os pasa, pero a este vecino del mundo muchas veces le ocurre que antes de ir a dormir se entera de alguna noticia, y luego en su subconsciente, vía sueños, lo recrea, con algo que la mayoría de las veces es una revisión-modificación del tema, que cuando menos me bosqueja una sonrisa en el rostro.

Ayer a la noche, una  y media de la mañana, paseándome mi perro (ya le dije que a esas horas ya no me saca más), estaba escuchando la radio y dieron la noticia de que más de 300 mujeres poderosas de Hollywood, entre ellas las actrices Meryl Streep, Reese Witherspoon, Jennifer Aniston y Eva Longoria, han lanzado, dice la noticia, un fondo de defensa legal destinado a ayudar a las mujeres con menos recursos a defenderse de posibles abusos sexuales en el entorno laboral.

Personalmente, me parece una gran iniciativa, y además, tal como están las cosas, necesaria. Lo que ocurre es que mi versión pasada por el tamiz de las sábanas y la inconsciencia/subconsciencia, quedó en una gran sala, como un gran comedor de un restaurante de carretera, con una atmósfera repleta de humo de cigarrillos, mucho ruido "desorquestado" por muchas personas, chillando más que hablando. Y creo recordar, las imágenes son a modo de flashes,  que todos eran muy famosos, o al menos recordaban a famosos, sentados junto a unas grandes mesas corridas. Recuerdo a ver visto a "los otros" de Enrique San Francisco, Pocholo Martínez Bordiú, Pedro Ruiz, Jimmy Giménez-Arnau, Fernando Sánchez Dragó, Pepe Navarro, Bertín Osborne… Y estaban, recuerdo también, luchando por sus derechos. Decían algo así como que la vida estaba cambiando mucho y ellos se sentían arrinconados por las nuevas maneras.

Por cierto, creo también recordar  que a modo de moderador, y le vi de espaldas, siempre de espaldas, a un señor, que aunque estaba sentado, parecía muy alto, y bastante mayor.  Parece ser que en su momento a ese "otro" le habían gustado mucho las grandes cacerías y, ahora, se conformaba, y ésto es literal … con el mar, los barcos, el casco, y los casquetes... Y  mientras decía esto último se reía con todas sus fuerzas mientras se apoyaba en un bastón.

Había otros que se quejaban también de que como ya se había regulado tanto el tema del tabaco, y ya no se podía fumar en cualquier sitio, ni comprar el tabaco, cada vez tenían más difícil lo de salir a altas horas con la excusa de que "voy a comprar una cajetilla de tabaco…"

¡Ah! Antes de terminar, se me olvidaba un pequeño/gran detalle. En esa sala, y en la pared había un gran cartel que decía PRIMER CONGRESO ESPAÑOL DE HOMBRES-HOMBRES.


De todas maneras, ya se sabe, siempre ocurre, que entre la versión americana y la española, vía sueños, no tiene nada que ver, como en la mayoría de las versiones libres. Nosotros somos siempre más picarones.

*FOTO: DE LA RED

domingo, 31 de enero de 2016

CON EL CONTADOR A CERO



Digamos que no soy de lágrima fácil pero tampoco de los que opinan esa gran tontería de que los hombres no lloran. Si hay que embarcarse en ello, que sea con ahínco. 


Me imagino que en la vida normal lloraré, como creo que lo hará la mayoría de la gente, en momentos, cuando menos, íntimos, como la pérdida de un ser querido. Y, confieso que, por supuesto, en uno de mis grandes amores, en el cine, también lo había hecho, aunque hasta hoy había llorado, lo que se dice llorar, llorar, a moco tendido, tan solo dos veces.


La primera, y que me imagino lo habrán hecho la mayoría de los cinéfilos, fue al ver esa gran película, una auténtico homenaje del cine por el cine, como es “Cinema Paradiso”. 


Sin querer “desvelar” nada, intentando no utilizar ese anglicismo horroroso, como es “Spoiler”, diré que cuando se ven esas imágenes en blanco y negro, de besos escamoteados por la censura, y las primeras películas rodadas  por el protagonista, y  que ignoraba lo que habían sido de ellas, lo único que se puede hacer es dejarse llevar por los sentimientos transformados en lágrimas. No desvelaré nada al decir que esta película es una auténtica joya.


La segunda, y aunque no sea de tanta calidad cinematográfica como la anterior, está basada en un hecho real, y se titula   “Siempre a tu lado, Hachiko”. Interpretada por un ajustado Richard Gere, que es además uno de sus productores, cuenta en realidad la vida de un perro y de su extrema fidelidad. 


Recuerdo que en el cine, hace tan solo unos dos o tres años, intenté no llorar, más que nada para  que el espectáculo solo estuviera en la pantalla, pero una vez de comenzar a llorar, ya me dejé llevar, y el resto de la película la vi como si lo hubiera hecho desde el fondo de una piscina. Vi imágenes deformadas por las lágrimas. Pero, al final, sales del cine con una sensación muy parecida a si hubieras estado en unos baños turcos. Totalmente relajado y con la pérdida de unos cuantos kilos, de líquidos principalmente.


Y como se suele decir que no hay dos sin tres, lo de hoy ha sido hace apenas una media hora, y viendo una película por televisión, concretamente  en el canal AXN WHITE.


La película es “Me llaman Radio” (en el original “Radio”), y es del 2003. Interpretada en sus principales papeles por Cuba Gooding Jr., Ed Harris y Debra Winger.  Como en la anterior película, también está basada en un hecho real.


Es la historia de "Radio", el apodo de un chico solitario y con un cierto retraso, que patea su pueblo acompañado de un carro de esos de los grandes almacenes, y que le gusta mucho la radio y a la música. Auto-marginado hasta cierto punto, no habla con nadie, hasta que  un día, Harold Jones, el entrenador del equipo de fútbol del instituto se hará su amigo, y poco a poco su vida irá cambiando. Una película rebosante de sentimientos y valores. No perderse especialmente los minutos finales…


Totalmente recomendable, aunque no es una obra maestra, seguro que es más que probable que se te quedará en un rincón de tu corazoncito, y no la olvidarás, aunque quizás no quieras admitirlo.


Un consejo: si la ves, procura tener cerca una toalla tamaño sábana, y los ojos, no lo olvides, sin nada de rímel. Si olvidas esta última recomendación, al finalizar la película es más que probable que como se dice ahora, parezcas “afroamericano”, como el protagonista.



Me he quedado tan bien, y relajado, con tanto lloro, que creo que podré seguir soportando la realidad que nos rodeada. Ha sido, y creo que me entenderéis,  como una especie de poner nuestro contador de soportar desgracias a cero.


*FOTO: DE LA RED

sábado, 15 de marzo de 2014

AL MOZO MÁS ARRIESGADO (CUENTO)

Los mozos acaban de terminar el tercer canto al santo. Juan comienza a sentir una aceleración en sus pulsaciones mientras termina sus últimos ejercicios de calentamiento.
Como la mayoría de los que le rodean, ya ha puesto su camisa y pantalón en modo “Blanco San Fermin”, y en su caso  ha pasado de una vestimenta azul tejano “casual” a un blanco inmaculado. Mientras, su cinturón-pantalla que normalmente  emite publicidad contratada muestra ahora un explicativo rojo sangre.
La calle está abarrotada de gente, mozos, en gran numero atletas profesionales, venidos de muchos países, se agolpan a lo largo de ella. Las fachadas digitales de las casas que normalmente están en “modo casa de pueblo” ahora emiten anuncios de productos de la tierra. En este momento, el blanco de los espárragos en pantalla, le traen a Juan el recuerdo de astas como las que en unos momentos puede que destrocen su cintura. Precisamente por ellas no se ha puesto un pañuelo al cuello, intentando evitar un posible estrangulamiento de las bestias. Su carrera tiene que ser la mejor, y además, no debe de olvidarse de mirar hacia arriba de vez en cuando, donde se encuentran más de doce cámaras sobrevolando en pequeños drones.
Juan saca de su bolsillo su tableta digital mientras la despliega y dobla. Su pantalla ya está en modo “Periódico Siglo XX”. Mientras, el chupinazo indicando el comienzo del encierro golpea sus tímpanos.
Tiene que ser reconocido, querido y votado por los espectadores de la primera retransmisión global de la historia
Juan sabe que antiguamente existió en su país un estamento al que se recurría para cuidar la salud. Ya nadie podía contarlo de primera mano pero eso fue así. Sin embargo desde hace muchos años, la sanidad, como incluso el gobierno, están en manos de compañías privadas. Por eso, el premio de un millón de euros al mozo más arriesgado de estos encierros tiene que ser suyo, aunque sea a título póstumo. La posible curación de Olivia, su hija, depende de ello.

*FOTO: DE LA RED