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sábado, 3 de octubre de 2020

ÉRAMOS POCOS....

 

¡Éramos pocos y esta semana se nos ha muerto Quino! Con Mafalda huérfana y sin el altavoz de su mentor, el mundo todavía es un poco más triste, y sin nadie que sepa analizarnos desde las pequeñas cosas practicando la filosofía en zapatillas, que siempre será la verdadera filosofía.

También hemos inaugurado Octubre y, tristemente, la mejor lectura que podemos hacer es que ya queda menos para terminar este annus horribilis, en el que te da miedo hasta quejarte, por si “la cosa”, la famosa cosa, empeora. Y no vamos a entrar en el juego preguntándonos en qué puede empeorar. Por la misma razón que tampoco nos podíamos imaginar desde la orilla de las navidades pasadas, el año que estamos teniendo.

Bien pensado, y volviendo al tema de Mafalda, quizás la podríamos enviar ahora a Madrid para que al más puro estilo Greta Thunberg saque los colores a las principales autoridades tanto del ayuntamiento madrileño como del ente autonómico e incluso del gobierno central.

Han estado mirando el guiso que estaba en el horno, y entre unos y otros seguían proponiendo recetas sin atreverse a sacarlo, y ver el resultado, hasta que el gobierno central ha movido ficha  y la presidenta de la Comunidad de Madrid, al más puro estilo Calimero, se ha quejado de que todos van en contra de ella. Y es que cuando uno se convence de que nadie le quiere, al final es muy probable que nadie le quiera.

Desde la ventana, y como diría Machado, Antonio, llueve y llueve, y no da ganas de salir a la calle a traer lo indispensable, mientras se le da unos cuantos pases de pecho a la Covid-19, que como el destino, seguro que se encuentra agazapada tras cualquier saludo de cualquier persona, o el hueco que apenas hace unos segundos ha dejado un ciudadano, convertido por este maldito virus, en algo así como un asesino en serie.

Tengo una duda: ¿Se va la semana, o simplemente huye?

*VIÑETA: QUINO

 

viernes, 10 de octubre de 2014

UN TRUCO PARA SABER SI ESTÁS VIVO, O LA FILOSOFÍA DE SALLY BOWLES


No hace falta decir que en esta sociedad actual en la que precisamente ahora se puede hablar con gente de todas partes del mundo en décimas de segundo, lo que falta precisamente es comunicación.
Todo el mundo mueve el culo por lo suyo, y nada más que por lo suyo. Vas caminando por la acera de una gran ciudad y si en ese momento hay doscientas personas delante y al lado tuyo, en realidad hay doscientas islas. Nadie tiende puentes. Por eso es necesario que cada uno actúe muchas veces como su propio psicólogo de cabecera. De hecho, una de las razones para crear este blog, y siempre que viene al caso, no me duelen prendas en reconocerlo, es que me sirviera de terapia para hablar conmigo mismo, soy poco accesible, lo reconozco, y si de paso podía servir de ayuda, o solo de triste y melancólico “pasatiempo”, pues eso…que menos da una piedra.
Recuerdo que con unos dieciséis años, y con los problemas de comunicación correspondientes, ya que, con esa edad, no eres ni niño ni adulto, me refugiaba en el cine, una de mis grandes pasiones. Un día vi la película “Cabaret”, un musical espléndido por cierto, y en ella Sally Bowles, encarnado por una dura y frágil Liza Minelli, en un momento dado cuenta su, digamos, “truco de cabecera” para soltar todas sus tensiones, y es el aprovechar el paso de los ruidosos trenes por la noche para ponerse al lado y gritar con todas sus fuerzas.
Siempre he pensado que los buenos “trucos”, “consejos”…son para copiarlos, y nunca he gritado al paso de un tren, pero ¿quién no lo ha hecho en grandes aglomeraciones, como un partido de fútbol, por ejemplo, para soltar todo lo que llevas dentro, aunque lo pague, y es una pena, la madre del árbitro?
Desde que vi la película “El sexto sentido”, y en este punto quizás me voy a convertir en cierta manera en un “spoiler”, o estropear el final de la citada película, tengo la sensación de que, llegado el caso, puede ser difícil distinguir entre si simplemente estás muerto o  la gente de alrededor no te hace ni puñetero caso.
Por eso, aprovechando la filosofía de Sally Bowles, y utilizando las posibilidades que tengo a mi alcance, esos días, especialmente lluviosos, o desagradables, en los que no te saludas ni a ti mismo, salgo a la calle y muy cerca hay una entidad bancaria. Intento entrar en ella, y... automáticamente la puerta se abre. ¡Ya está! Aunque nadie me lo quiera reconocer…¡Sigo vivo! Que no es poca cosa, en estos días inciertos. Y ya me puedo ir para casa, o para donde estime conveniente.
Espero que todo esto, lo hayáis leído bajito, porque para una cosa, y tan importante, que la banca te ofrece gratis, como que se abran las puertas de sus establecimientos, es mejor que no se enteren que pueden tener también una utilidad, digamos que existencial.  No sea que nos quieran cobrar también por eso, y seguro que bien caro.

*FOTO: DE LA RED