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domingo, 1 de julio de 2018

PROPÓSITO DE ENMIENDA



Domingo, y me doy cuenta de que la mitad del año ya se ha ido decidiendo, prácticamente, si son galgos o podencos.

Si los que han venido ahora al gobierno quieren lo mismo que los anteriores. Por ejemplo, que la televisión pública les ponga a ellos como los buenos. Y a Pablo Iglesias no le ha faltado tiempo para acercar el ascua televisiva a su sardina, y nombrar como máximo jefazo televisivo a un tal Andrés Gil.

¡Es curioso! Para decidir eso, poner una cabeza visible, al  contrario que con su casoplón, no ha querido ni preguntar a las bases de su partido, y para cuando nos hemos dado cuenta ya tenía vestido al santo.

Quizás demasiado rápida la reacción de Iglesias, con ligero olvido; porque no le cuadran los votos. Y es que a los del PNV, con auténtica vocación de ser siempre bisagra no les gusta la elección podemita, y no habrá voto de consenso.

Parece que el tiempo en barbecho de Podemos tras decidir anteriormente no apoyar la candidatura socialista y que consecuentemente Rajoy siguiera andando rápido por los jardines de la Moncloa, no les ha aclarado las ideas de que el futuro de España no es lo mismo que el futuro de Podemos.

Quizás la actual situación política, muchos partidos y mosqueados, ayude a alcanzar un consenso, porque la decisión debe de ser para mañana, lunes. A la fuerza ahorcan.

Ese propósito de enmienda que, en teoría nos hicimos hace seis meses, con el año nuevo, debe de tener la misma fuerza, tristemente, que la de un Diego Armado Maradona a resistirse a una nueva juerga, con puro incluido, con el deporte al fondo, muy al fondo. Un espectáculo lamentable, y además televisado.

Por si muchos no saben, se supone que Maradona es un embajador de la FIFA por lo que cobra alrededor de 11.300 Euros por cada evento en el que participa, gastos aparte. Con lo cual, y visto lo visto, en su caso es como intentar apagar un incendio con gasolina.

*FOTO: DE LA RED

miércoles, 24 de agosto de 2016

LO QUE EL CORAZÓN SE LLEVA



¿Qué harías si te enteras que dentro de veinticuatro horas es el fin del mundo?


Esa pregunta la hicieron hace un par de días en un programa de radio, mientras paseaba en solitario a eso de las dos de la madrugada muy cerca del mar, buscando el pedazo de luna que faltaba.


Desde entonces, la pregunta se ha pegado a mí como una lapa.


Tras la primera típica respuesta que, sin tapujos ni milongas, la mayoría de nosotros públicamente, o no,  haría vendiéndonos una orgía sin fin (pero, no nos engañemos, con veinticuatro horas de caducidad), creo que desde un primer momento lo tuve clarísimo.


Prácticamente lo primero, y lo único, que haría sería decir a las dos personas más importantes en mi vida, y sin orden, lo mucho que las quiero.


Una de ellas, es fan, y crítica cuando se le pregunta (que eso siempre es muy importante), de este blog. Se negará a reconocerlo, pero en el fondo, está segura de que es ella. Esa persona que ha sabido cambiar los esquemas de mi vida, y ha calado en cada poro de mi piel.


La otra persona, si le importo, me imagino que siempre es después de mucha gente. Quizás, nunca una mala palabra desde su lado, pero nunca también, aunque parezca una contradicción, o al menos desde hace muchísimo tiempo, un buen gesto. Pero ese tipo de amor, el mío por ella, nunca cesará tampoco.


Al final, parece que el amor es una especie de salvavidas, ¿la nuestra?, que flota por encima de todas las adversidades y quiere quedar por encima del último recuerdo. El amor es ese sello indeleble que quieres que permanezca con el último aroma de tu esencia.


¿Algún otro deseo por cumplir?


Uno, quizá, muy sencillo, porque se puede comprar con dinero, pero al mismo tiempo bastante complicado cuando no se tienen medios. Pasar una noche de luna llena, requisito indispensable, en calma chicha, a bordo de una embarcación (de unos cinco metros es suficiente), tumbado en ella, observando el cielo hasta que parezca que me elevo, o me caigo en el abismo que me rodea, porque ambas pueden ser las sensaciones. Que conste que tampoco lo pongo muy difícil, porque, y quizás también sea mucho pedir, en la mitad de la bahía donostiarra puede convalidar ese deseo.


Al final, debe de ser verdad eso de que nos vamos ligeros de equipaje, porque lo verdadero, nuestro tesoro, siempre va en el corazón. ¿Puede sonar cursi? Es la verdad, aunque ésta se pueda disfrazar de mantequilla deslizante…



*FOTO: DE LA RED