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viernes, 11 de abril de 2014

DE LIMPIEZA EN MI ATALAYA

Haciendo limpieza en mi atalaya desde la que observo la vida pasar, me he encontrado con multitud de recuerdos abandonados sin ningún orden ni concierto, dejados según terminados de vivir, como caían en el baúl del desdén.
Hay un ligero olor a ayer que lo inunda todo. He abierto las ventanas de par en par para que escaparan los sonidos que a modo de bandas sonoras se pegaban a las paredes negándose a abandonar el lugar que les ha querido durante tanto tiempo.
Hay un ligero olor a felicidad, en pequeñas dosis, difícil de encontrar, y tan difícil de olvidar. Un olor que nunca empalaga, con cierto recuerdo a salitre, a moreno de piel y eco de gaviotas. Por cierto, qué triste es esa imagen de nuestros días en que puedes encontrar a las mismísimas gaviotas perdidas en la mitad de una gran ciudad, algo tan extraño como buscar la virginidad en una recóndita casa de lenocinio.
Me ha parecido encontrar una sombra de juventud, pero solo era un desconchado de pintura, como los años que visten nuestra piel. Mientras algunas personas intentan disimular el tiempo con chapa y pintura de muy diversa índole, otros nos tomamos el paso del tiempo, y las primeras y segundas arrugas, como medallas que el tiempo nos pone. Y es que lo importante es resistir al mando del barco, de tu cuerpo, sin temor a todo tipo de tormentas, o incluso a mares en calma chicha con sabores de indiferencia y olvido.
Haciendo limpieza en mi atalaya encuentro recuerdos no recordados, escenas jamás escenificadas, porque fueron tan solo bosquejadas en un cuaderno de deseos incumplidos, y tan olvidados como aquella vez en que descubrimos que el amor es un tipo de flor que con el tiempo se marchita, y que solo se puede regar con la ilusión del día a día. 

*FOTO: DE LA RED

viernes, 2 de agosto de 2013

DEJANDO A PAPITO

Hoy hemos tenido que llamar al servicio técnico del aire acondicionado, porque más que enfriar el ambiente, parecían las piscinas municipales, manaba agua que para sí lo hubiera querido la fuente de Lourdes.
Nos ha atendido Wilfrido Vargas, que aunque tiene nombre de músico dominicano, como nos ha informado él, éste es cubano de Cuba, y no de Miami.
Mientras arreglaba el aparato, ya veremos hasta cuando, hemos pegado un repaso a la política actual desde su especial punto de vista.
Me ha comentado, no sin gracia, que ayer durante la comparecencia de Rajoy, y con tanta cita que dio, y con tanto fin de cita, aquello parecía una casa de lenocinio, y más teniendo en cuenta que todo empezó por problemas de dinero, y curiosamente, por tener más que el que se supone tenían que tener.
Lo mismo que le ocurrió al segundo protagonista de nuestra conversación, el supuesto Duque Empalmado, porque mucho decir, pero con la que le está cayendo, merecidamente por supuesto, y más que le va a caer, lo único que tiene tieso es la cuenta corriente, la que se le conoce, naturalmente.
Wilfrido me comentó que la supuesta huida de la Infanta está bien pensada, aunque en realidad, presuntamente añadiré yo, está dejando a su papito, pero además se quita de en medio para los medios informativos, y  en el caso de que también tuvieran dinero en Suiza, siempre lo tienen a mano, porque como me dijo el cubano de Cuba, el dinero es como las flores, y también merece la pena verlo crecer.
El Señor Vargas, mientras terminaba el arreglo, me comentó que para él el infierno está en la vida misma, y que el Duque y Bárcenas tienen en común que han estado primero en el cielo, viviendo y gastando de lo mejor, y siendo bien considerados por la sociedad, concretamente, el papito rubio, durante mucho tiempo fue el hijo y el yerno que todas las madres de España hubieran deseado, y, ahora en cambio, aunque todavía están a las puertas del infierno, ya comienzan a sentir los ardores de la acusación.
Un buen tipo el Señor Vargas, y su bautizo, del Duque Empalmado a Papito abandonado, impagable, presuntamente, por supuesto.

*FOTO: DE LA RED