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viernes, 7 de febrero de 2014

¿LLEVANDO AL HUERTO?

Alguien me ha preguntado estos días si mi intención es sembrar doctrina desde mi blog. Nada más lejos de mi ánimo, porque en primer lugar no tengo alma de labrador, para ir esparciendo algo, ni me creo importante, aunque no me quede más remedio que ser mi mejor amigo. Hay incluso días que mantengo duras disputas conmigo mismo, para convencerme en mi manera de seguir la vida, con lo que para convencer a los demás lo tengo más que difícil, crudo.
De todas maneras, nunca fue esa la intención que me acompañó al comenzar este blog, sino que las ideas que tengo, buenas o malas, juiciosas o descabelladas, siempre es mejor que al llegar se queden, como los pájaros en su nido, y no que vuelen para siempre, porque ya lo dice la canción: la distancia es el olvido.
Además, mis lectores no deben de olvidar que el que se comunica con ellos es un personaje, el vecino, con lo cual en cierta manera es tomar distancia y hacer que todo lo que se cuente no sea la verdad, sino la supuesta verdad del vecino que nunca será la versión aséptica, sino la verdad vista a través de la ventana del vecino. Y ya se sabe que la ventana siempre es un hueco limitado que quizás impida ver la verdad en toda su dimensión, y hace además que el vecino, al lanzar sus ideas, solo queden las ideas al descubierto, y él esté protegido.
Ya se sabe que nadie es profeta en su tierra, con lo cual siempre es mejor hacer que sea un personaje, en este caso un vecino, que aunque hable muchas veces desde Donosti, también es un Donosti tras la neblina de la realidad hecha ficción, y al revés.
Para aquellos que estén acostumbrados a consumir televisión diariamente, este blog sería un canal temático lanzado por una cadena local abierta al mundo, porque para algo deben de servir las nuevas tecnologías. Mientras que para los acostumbrados al deporte, este blog sería una especie de “punching ball” en el que se golpean ideas,  y en el que siempre hay que mantener presente que las ideas que van siempre pueden volver y golpearte en la cara.
Ya para finalizar, a medida que nos vamos haciendo mayores, dejamos de preguntar el por qué de las cosas, y nos limitamos a analizarlas y ponerles el sello de “me gusta” o “no me gusta” para dejarlas que pasen, o no, la aduana de nuestro mundo, y se conviertan en parte nuestra.
Lo dicho, ni tengo alma de labrador, ni nunca he querido llevar a nadie al huerto, al menos en ese sentido.

*FOTO: DE LA RED