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jueves, 30 de mayo de 2013

LA CHISPA Y UNA ILUSIÓN

"Cada vez que se cierra un bar, se pierden para siempre cien canciones. Se desvanecen mil te quieros y los goles por la escuadra salen lamiendo el palo... Porque en un bar nos declaramos... escribimos guiones de cine... y hasta redactamos la Constitución.... El lugar donde siempre somos felices... ¡Benditos bares!".

No es la letra de una balada romántica, sino el último anuncio de “Cola-Loca”, que mediante una especie de chantaje emocional intenta promocionar los bares.
En primer lugar diremos que como cada uno cuida lo suyo, parece normal que la chispa americana salga en defensa, en realidad, de sus “sucursales”, pues parte de sus productos se venden en esos establecimientos.
Hubo una época, hacia los setenta, que tener un bar aparte de una vida muy sacrificada era sinónimo de tener la vida resuelta.
El problema vino hacia los ochenta que con el cierre de muchas fábricas, y como consecuencia del dinero conseguido con el despido, comenzaron a proliferar bares, aquí y cinco metros más allá, y, claro, no había hígados sedientos para todos.
De todos modos tampoco era lo mismo abrir un bar en esas circunstancias, que en la mayoría de los bares anteriores, cuando la persona que abría uno de estos establecimientos lo hacía más por devoción.
“Un barero” era tu confesor, tu psicólogo de cabecera, tu paño de lágrimas cuando el equipo de tus entrañas perdía. No se le veía al menos, que le preocupaba más el dinero que tú. Luego, ya era otra cosa, valías lo que gastabas, y “sino-consumes-no-me-cuentes-tus-penas”.
La gran diferencia era que los propietarios de los bares antiguos, se habían labrado un futuro trabajando duro durante muchos años, y los nuevos empresarios querían forrarse en poco tiempo, y sin ser nada profesionales, porque no habían mamado ese negocio.
Con el tiempo también han ido variando los “usos y costumbres”, ya apenas existe la cuadrilla de chiquiteros con menos de cincuenta años. Se bebe menos, y ya más en pareja. La gente ha comenzado a vivir, en gran parte por la escasez de recursos, más hacia dentro. Sin embargo, el propietario del bar, cafetería, restaurante, en ningún momento se ha planteado bajar precios. Hacen el amago simbólico de algún día ofrecer algo más, como el famoso “pintxo-pote”, de gran acogida en poco tiempo.
Algunos establecimientos se han creído que ellos eran los listos, y han tenido, por tomarlo con humor, ideas desternillantes, y si un menú, por ejemplo, costaba once euros, ellos se descolgaban con “el plato del día” por siete euros. Con eso, aunque te gastes menos, no has comido. Ningún gesto para la galería de que “ya que el panorama está chungo, vamos a poner nuestro granito de arena, bajando precios”.
Si la firma americana se ha descolgado con este anuncio es que tiene que ver mal el panorama.
De todas maneras, la chispa de la vida se tenía que haber aliado con el consumidor, que es el último del eslabón, y no con el anterior.
Antes, se quedaba en un bar, ahora quedaremos al lado del bar. Eso, si quedamos, porque tal como está el panorama, nos comunicaremos la cuadrilla de amigos por internet, y cada uno pagándose su chispa, o su sucedáneo de chispa, que esa es otra, en su casa.

“Cada vez que alguien queda en el paro, se pierden para siempre mil ilusiones. Se desvanecen muchos planes y aquella familia que íbamos a formar queda varada en la playa de lo imposible...Porque al tener un trabajo...tomamos la determinación de vivir juntos, y comprar un lugar donde siempre ser felices...¡Benditos pares!

*FOTO: DE LA RED, Y PATXIPE