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viernes, 10 de mayo de 2013

ALFREDO EL GRANDE

A media tarde la luz de mi corazón cinéfilo se ha fundido a negro. Se ha filtrado la triste noticia de la pérdida de alguien que era más que un actor, pues Alfredo Landa, para la mayoría de los españoles, ha formado parte de nuestra familia. Dependiendo de la edad del espectador, ha podido ser yerno, hijo, tío, novio, padre e incluso abuelo.
Como sus personajes, nunca quiso dar clases magistrales, aunque sus interpretaciones siempre lo fueron. Estaba hecho de una materia que solo podía ser moldeada por los sentimientos.
De las obras de teatro de aficionados en Donosti, que en realidad fue la base de todo su posterior trabajo, pasó a finales de los cincuenta a intentar abrirse camino como actor en Madrid, primero en teatro, y ayudándose del mundo del doblaje para ganar sus primeras pesetas y en algunas intervenciones televisivas, poco a poco en el mundo del cine.
En su primera incursión cinematográfica, “Atraco a las tres”, ya dio la talla de lo que se podía esperar de él.
Nos hizo creer que las suecas se volvían locas por sus huesos, y había que ser gran actor para ello, y que era el español medio de mediados de los sesenta/setenta. Es la denominada etapa del landismo. Y  de personajes nada serios en historias nada serias, pasó a hacer papeles importantes durante la llamada transición. Películas como “El puente”, de Juan Antonio Bardem y sobre todo las de José Luis Garci, “El crack” y su continuación “El crack 2”, en el papel de Germán Areta, en el que utilizaba su segundo apellido como nombre del personaje, nos hicieron creer en un nuevo Bogart, esta vez, y como siempre en Landa, “a la española”. Quien antes nos hizo reír, y casi sentir vergüenza ajena por las situaciones de sus personajes, se convirtió en adalid de la protesta que de una u otra manera todos íbamos sintiendo a finales de los setenta/principios de los ochenta.
Ha sido, y siempre será para nosotros, un actor que nadie creía que actuaba de lo bien que lo hacía.
Puntales en su carrera han sido películas como El bosque animado, La vaquilla, y Los santos inocentes, trabajo por el que recibió el premio al mejor actor en Cannes, ex aequo con Paco Rabal, en 1984. Sin embargo, uno de sus triunfos fue conseguir que con su apellido se definiera a un tipo de cine del que él fue su máximo exponente, 
Para este vecino, un gran papel suyo, en una interpretación valiente, y en una película que no es de las más conocidas, es “Sinatra”, una cinta de cine alternativo, dirigida por Francesc Betriu.
También aprovechó el filón de la televisión, y aunque le tentaron en numerosas ocasiones, cuidó al máximo sus intervenciones, y para este vecino del mundo su mejor trabajo fue en la serie “Tristeza de amor” en 1986, en la que encarnaba a un periodista encargado de un programa de radio en su franja nocturna.
Este vecino ha decidido titular este pequeño recuerdo como “Alfredo El Grande”, las mismas palabras que él permitió para el libro con su biografía, señal de que a él le agradaba.
Se nos ha ido en la peor época para el cine español. Y desde el fondo de mi corazón, quiero creer que no nos ha abandonado, sino que simplemente, como todo buen actor que se precie, ha hecho mutis por el foro.
Descanse en paz nuestro Alfredo Landa, con quien conseguimos creer que nosotros también podíamos ser héroes, aunque fuera por un solo día.
A media tarde, la luz de mi corazón cinéfilo se ha fundido a negro, y esta vez es para siempre.

*FOTO: DE LA RED