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lunes, 12 de mayo de 2014

HABLANDO DE POLÍTICA: EFECTO MOURIÑO

Ayer fue mi cumpleaños, y mirándome en el espejo mientras me limpiaba los dientes, conseguí no apartar esos ojos inquisitivos, y me hice comprender de que si no me cuido yo, quién me va a cuidar. Y aquí estoy, limpiando la lechuga para la ensalada del mediodía. Lechuga, y cebolleta, por aquello de lo que se come se cría, con unas lágrimas de aceite y vinagre , y un poco de sal a modo de caspa. Nada más, y nada menos, que hay seguro quien estará peor.
Alguna vez me ha pasado, que con el objetivo en mente de hacerme una ensalada de lechuga, he comenzado a improvisar más ingredientes, y al final se me ha olvidado la lechuga.
Uno, este vecino del mundo, va cumpliendo años y quiere seguir cumpliendo más. Por sobrevivir también, no vamos a mentir, pero sobre todo para joder al gobierno y que no baje, por aburrimiento o deceso, la cifra del paro, y que luego ellos digan que es por su buena gestión. Eso no me lo permitiría nunca, ni en el más allá.
Por cierto, ayer al mediodía pasaba por el Boulevard, en el centro de Donosti, y como había oído hablar de que un día de éstos comenzaba la vigésimo sexta edición de la Muestra de Teatro Joven, por un momento, pensé que había teatro en una carpa blanca instalada muy cerca del quiosco de música, no una carpa  cualquiera, que estamos hablando de Donosti y para Donosti, una carpa digamos que con pedigrí. Cuando estaba gozando con el humor irónico y socarrón del actor principal, aunque desde un primer momento me pareció un poco sobreactuado, me di cuenta de que me estaba confundiendo, y que en realidad era el lehendakari, Iñigo Urkullu. Siguiendo con el ambiente teatral, aclararé que, como todos los partidos estos días,  está intentando llevar su última obra a Europa, es decir, ganar uno de los pasaportes europeos que se “sortearán” el día 25.
Mientras, lo dicho, el vecino limpiando lechuga. Por este tipo de cosas, este vecino, y espero que vosotros también, se tiene que cuidar, porque tiene que dar mucha “lata” todavía, y que el dinero que gana un político, se lo tenga que currar, y bien.
Parece que me he levantado reivindicativo, ya perdonaréis, pero es que quizás, la culpa no es mía, y ocurre como con Mouriño, que acaban metiendo el dedo en el ojo, porque no quiero pensar que la política es eso: lechuga y teatro.

*FOTO: DE LA RED

martes, 1 de abril de 2014

Y PARECE QUE FUE AYER...

Y parece que fue ayer cuando jugaba a ser mayor, cuando los días eran interminables, cada momento una aventura. No entendía la seriedad de los mayores, ni sus códigos, ni que detrás de un adulto se escondiera un niño jubilado.
Y parece que fue ayer, y ya he olvidado el no querer ser como mis padres, mayores y serios, el  anteponer el juicio por encima del corazón.
En un armario han quedado colgados aquellos sueños que fueron mi piel. Y es que la vida te va pelando como a una cebolla, quitando la inocencia que era tu ley. Los años te han enseñado a preguntar el por qué, el  interesarte por el destino antes de comenzar el viaje, el intentar ver lo que viene detrás de la curva antes de tomarla, la respuesta antes del problema.
El futuro era ser mayor, venir de la mili, y mientras, aprendías a escribir con pluma sobre renglones marcados, a dejar tu marca en el pupitre de madera. Y todas las tardes eran merienda de pan con nata y radionovela al fondo.
No importaba el ayer, porque estabas convencido de que habría muchos, y el mañana quedaba muy lejano, casi tanto como el final del curso. 
En el mundo de los niños solo había dos estaciones, el colegio y el verano. La primera estación, llena de preguntas sin respuesta y regla en la mano, duraba mucho más que aquellos días en la playa o jugando a fútbol. Días de niños, o de niñas, pero siempre separados.
Domingos de misa mayor, de pelo con agua y raya, con ropa de día de fiesta, y de colección de cromos pegados con harina. Domingos de sesión infantil en el cine para los niños, y de bailables en la plaza para los mayores.
Recuerdos de ayer vistos desde la acera del hoy. El mañana nunca llega, porque siempre es hoy o el recuerdo del presente caducado.
Y parece que fue ayer, y en el fondo sigo siendo un niño jugando a ser mi padre, mayor y serio. 

*FOTOGRAMA: DE LA PELÍCULA "LOS CUATROCIENTOS                                       GOLPES",  DE  FRANÇOIS TRUFFAUT

viernes, 4 de octubre de 2013

PALABRA DE TANGO

“…que veinte años no es nada…” y a medida que vas cumpliendo años, lo que dice este tango se va quedando corto. Quizás al final somos no muy diferentes a una cebolla, que nos van saliendo capas, no se sabe muy bien si para protegernos del exterior, o es otra manera de mirarse al ombligo ir enroscándose sobre sí mismo.
“…que veinte años no es nada…” a lo sumo unas dos generaciones, lo suficiente para discutir entre ellas, y mientras unos llaman  a los otros retrógrados, éstos, creyéndose experimentados aprenden de sus propios errores. Y es que aquél que esté libre de pecado que tire la primera  piedra.
Hoy parece que este vecino se ha despertado pesimista. Los lectores más observadores se habrán dado cuenta que he dicho “despertado”, porque para “levantarse” tardas toda una vida, y eso, si lo consigues.
Lo importante quizás sea tener una idea exacta de cómo y dónde nos encontramos en cada momento de nuestras vidas. Eso, y tener realmente claro quiénes somos. Porque cuando nacemos, ni tenemos manual de instrucciones, ni batería de recambio, ni más vidas…pero lo realmente importante, y quizás se tarde toda una vida en comprender quiénes somos, y si podemos dar un golpe de timón para cambiar el rumbo de nuestras vidas, ya que lo que se adivina en el horizonte, allá en ultramar, no nos gusta.
“…que veinte años no es nada…” pero quizás es ya, en el mejor de los casos,  lo que nos queda por vivir, y para cambiar el desenlace de la novela de nuestra vida. Eso, si se puede elegir, el tipo de libro que pudiera ser nuestra vida. En el caso de este vecino, siempre ha preferido que fuera una novela, porque siempre pasan cosas, y no un libro de ensayo donde se juega con quimeras y con supuestos. Siempre es preferible vivir la vida propia, que emplear tu tiempo en estudiar la de los demás.
No hace falta ser muy sesudo, para al menos adivinar “…que veinte años no es nada…” porque ya no te da tiempo ni de terminar de pagar la hipoteca. Eso, si en su día tu viste suerte, o mala suerte, y te endiñaron una.

*FOTO: DE LA RED