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miércoles, 16 de septiembre de 2015

EL PRECIO DE UN FRACASO


Alguien dijo alguna vez: “Donde termina el esfuerzo, comienza el fracaso.” Y en el caso de la Unión Europea y los refugiados ya no sé si el por ahora fracaso viene motivado por la falta de esfuerzo, o que ésta es solo una apariencia, para que creamos que el fracaso viene motivado por ello, y así no poner en duda la “potencia” de cada uno de los diferentes cargos, o mejor dicho la impotencia de los mismos.

Hay algunos días en que uno se avergüenza de ser humano, y por consiguiente de tener el don de pensar. Y de comprobar que las autoridades, a todos los niveles, mueven el culo, y lo que hay por delante, para que no pase ni un minuto, sin ayuda a las entidades bancarias y a su estado financiero, y por otro lado, para ayudar a los refugiados  convoquen reuniones  de “urgencia” a más de dos semanas vista.

El amanecer de ayer, martes, 15 de Septiembre, fue uno de los más desasosegantes de mi vida, al comprobar ya fuera de toda duda, la banda de personas, habrá que llamarles así todavía, frías y sin escrúpulos, que está al mando de este buque que es Europa, capaces de dilatar una solución por una lucha de egos patrióticos. Lo de, por ejemplo, Gran Bretaña, limpiándose las manos, porque ellos no están en el denominado "Acuerdo de Schengen", puede ser una más de los que conducen por la izquierda, o por donde les da la gana.

Cuando España entró en la Unión Europea lo hizo como aquel que sabiéndose dueño de una piscina, aunque solo fuera de una pequeña parte de ella, se tira de panza como si fuera un nuevo rico, y con el razonamiento de que “como la piscina es mía me tiro como me da la gana, aunque me pueda romper la crisma”.

En cambio, los británicos siempre han sido, aunque sea para zambullirse en la piscina, o en cualquier charco, más de meter primero un dedo del pie, y luego ya veremos. Ahora estoy en la Unión Europea, pero no en la de todos, sino en la que a mí me conviene. Otra cosa es, y muy deprimente, que les dejen hacerlo.

Si uno se da una vuelta por las “Españas” de la costa mediterránea, descubrirá muchas urbanizaciones que son como pequeñas avanzadillas de Gran Bretaña allí, con sus pubs y tiendas muy “british”. Porque, y esto no es una crítica, sino una realidad, el británico allí donde va no se mezcla con el nativo, extiende su territorio

En la Unión Europea, unos cuantos países han extendido su país, para llegar sin mezclarse con los demás. Y así estamos ahora. Con unos políticos que deben de estar mirando de reojo a que los civiles se organicen y hagan algo (el crudo invierno, especialmente para los refugiados, se avecina), porque ellos están en una partida de póquer, que saben cuándo comenzaron pero no cuando van a acabar, ni cómo. Y en el fondo tienen la esperanza, y casi la seguridad, de que las ONGs harán algo, mientras ellos se miran y vigilan para descubrir quién la tiene más grande.

Hemos estado criando con tanto cuidado y esmero a una camada de políticos europeos tan bien cebados, mantenidos, y atendidos desde un punto de vista crematístico , que al final se han creído que son diferentes a nosotros; que ellos vienen directamente de la perfección. Y que las gotas del caro perfume con el que aderezan sus cuerpos y que, no lo olvidemos, pagamos todos, en nosotros se transforma en simple sudor por el esfuerzo, precisamente, de poder ganar lo que ellos nos cuestan.

En el fondo, y visto lo visto, la pasada madrugada, llena de indecisiones y faltas de compromiso, no deja de ser el precio de un fracaso.

*FOTO: DE LA RED