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miércoles, 3 de febrero de 2021

¿QUIÉN SERÁ?


 No sé vosotros, pero llevo una temporada en que un día sí y el otro también, recibo llamadas telefónicas, en que me brindan ayudas de todo tipo, sin ni siquiera haberlo pedido.

Acabo de recibir una, a las seis de la tarde, en que poniéndome como muleta Travel Club, se interesaba por mi “cuenta de la luz”, así literal. Me ofrecía el oro y el moro, como se dice vulgarmente, para velar de que no siguieran abusando de mi buena fe…

Después de más de seis décadas en este planeta, uno ya sabe cómo va la película, e incluso la mayoría de las películas que te pueden contar durante tu vida. Y antes de que te pongan mirando para Cuenca, perdón de antemano por esta ciudad contra la que no tengo nada, y me saquen dinero de una manera u otra, prefiero cortarlos por lo sano.

Este mundo, en el que antes de que primara lo políticamente correcto, se decía que era “una merienda de negros” y ahora no se puede decir nada sin que se ofenda algún colectivo, el más tonto hace relojes de madera, y además le funcionan. Al menos el tiempo necesario para que alguien sea el “paganini”.  

Hace ya muchos años que se acabó el que te llamaran a la puerta para ofrecerte desde libros a alfombras, hasta directamente ponerte la mano a modo de petición con cara de pena.

Y es que el teléfono no tiene la mirilla que tiene la puerta, y que te hace componer una opinión sobre si debes o no abrir la puerta. Porque ver nueve cifras, o las que sean, que te están llamando, lo único que consiguen, en el mejor de los casos, es crearte interés en una especie de ruleta rusa que puede ser mortal.

Hace ya mucho tiempo, en mi prehistoria, me di cuenta de que si me llamaban “caballero”, malo, siempre peligraba mi cartera. Y desde entonces ahí seguimos, en la lucha diaria.

*FOTO: DE LA RED

 


martes, 10 de abril de 2018

UN DÍA DE LLUVIA Y TORTILLA...



Hoy me ha pasado al intentar tomar algo en un bar de un centro comercial en el que ya había realizado varias gestiones, mientras esperaba al autobús de vuelta, intentando resguardarme de un chubasco en toda regla.

¿Caballero? – Me dice la joven detrás de la barra  con una sonrisa que era pura interrogación. A lo que intento rellenar el hueco del silencio con un suave y picaresco: Primero de todo, cada vez que me llaman “caballero” me echo a temblar porque no estoy acostumbrado, y cada vez que lo oigo, tengo la sensación de que alguien intenta meter su mano en mi bolsillo, Y segundo: Un café con leche y un pincho de tortilla. 

Ella, muy en su papel continúa preguntando: ¿La leche, entera, semi… y muy caliente o medio?
Tras contestarle que semidesnatada y muy caliente. Me sigue preguntando: Y la tortilla… ¿de patata normal, con jamón, con queso, con tomate?

Tras decirle que de patata “normal”, me pregunta: ¿Con cebolla, con pimientos?
A lo que ya le he contestado con una sonrisa cariñosa: La próxima vez que entre en un bar, aunque sea bastante temprano (Eran las diez de la mañana) no olvidaré ir acompañado de mi abogado, porque… nunca se sabe.

Ella en ese momento ha actuado como si volviera tras años de haber sido abducida y ha cambiado su semblante convirtiéndolo en una sonrisa encantadora. A lo que he respondido, y seguro que se ha notado, porque en ese momento se había establecido una comunicación rondando entre la sinceridad y lo entrañable: Gracias por aparecer por tu ventanilla, te lo agradezco de corazón… Ella sólo ha podido sonreírme, y tras unos segundos ha añadido: Ya perdonarás pero ahora hay tantas variedades de todo, que esto funciona así.
Y yo le he contestado ahora con un tono deliberadamente cariñoso: Funciona así, a pesar de todo… Mientras ella movía su cabeza como señal afirmativa, nos hemos reído los dos.

Fuera seguía haciendo un tiempo de perros, pero dentro del bar había salido el sol de las buenas intenciones…

*FOTO: DE LA RED


miércoles, 17 de agosto de 2016

¿QUIÉN ES ESTA VEZ?


Esta vez vamos a plantear el post de hoy a modo de juego, y  con las pistas dadas en el texto, y con la foto (no la he puesto muy difícil), compruebes cuánto tardas en adivinar de quién estamos hablando. En las últimas líneas estará la solución. No hagas trampas.


Por las imágenes que de un tiempo a esta parte nos van dando por televisión en programas del cuore, deducimos que el verdadero bautizo del famoso en verano no es otro que aparecer disfrutando, ¿un viaje orgiástico?, a bordo de un yate.


Si antiguamente para ser armado caballero, tenía que ponerse el susodicho de rodillas, y con un sable se le daba dos toques en el hombro, ahora en el verano, al famoso que quiere entrar en el libro del famoseo por la puerta grande, se le tiene que ver en un barco, y como decía aquella sentencia judicial “en compañía de otros”, para demostrar que es humano y le gusta pasar su tiempo acompañado por los suyos, y eso sí, rezumando alegría, bien cantando, dando palmas, y, sobretodo con muchas risas alrededor.


El último en apuntarse a esta fiesta del “yo soy famoso y monto en yate porque me da la gana, y especialmente porque puedo”, ha sido alguien que si te dicen su nombre te lo puedes imaginar de muchas maneras, pero este vecino del mundo hubiera pensado que sólo un Julio Verne moderno, un visionario, se lo hubiera podido imaginar de esa guisa.


Porque él es más de encabezar, a modo de líder, una cuadrilla de abrazafarolas más bien a horas en las que los vampiros por tradición, se dejan ver. El resto del tiempo, si se le capta por las mañanas, o tardes, su cara es más bien de reproche al mundo por haberle hecho famoso desde bebé, y tener que soportar a los reporteros intrépidos, y hambrientos de noticias y de contratos, un día sí y el otro también.


Y es que decir su nombre, es imaginarte un ambiente nocturno, con una  barra cercana, luces que en contra de la lógica, impiden ver, y ruido, mucho ruido, perdón, música, y especialmente peleona. Lo mismo que a este vecino del mundo, por mucho que se lo digan y juren, tampoco se lo imagina juntando letras para componer una canción, aunque presuntamente lo haya hecho. 


Él es más de defenderse de cosas que han sucedido, o dicen que han sucedido, de su familia, y de verlo ante las cámaras callejeras, acercarse y alejarse. Debe de ser de esas personas inquietas, que siempre quieren estar en el siguiente sitio, especialmente después de haber trabajado, porque eso siempre, el trabajo, presuntamente, que pase rápido.


Don Kiko Rivera esta vez, en el barco, y como se dice ahora, con tu chica, me has sorprendido. Sigue así.

*FOTO: DE LA RED