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lunes, 28 de diciembre de 2020

EN LA ESPALDA DE LA LÓGICA


 Hoy sí que se puede utilizar el verbo “ulular” para describir lo que el viento está haciendo sobre el tejado de mi casa. Y no es nada metafórico.

Es uno de los peligros que pueden ocurrir si te despiertas en la mitad de la noche y recuerdas, lamentablemente, que la última colada todavía está sin tender,  y recuerdas también que aunque suene a título de película, desgraciadamente no es ninguna película que te has montado, y estás solo en casa también por Navidad, aunque no seas Macaulay Culkin ni hayas tenido una adolescencia cuando menos complicada…

Las pocas luces navideñas que el ayuntamiento donostiarra destina cada año, al menos en mi barrio, se mueven como locas entre la lluvia que cae como sino hubiera un mañana.

Por esas cosas que no tienen sentido, mi mente me recuerda ahora mismo, que ya estamos en el día de los inocentes. Siempre que recuerdo ese día, por cierto, en mi mente aparece el consabido muñequito de papel pegado a una espalda, que hasta ahora al menos nunca ha sido la mía.

Bastante se encarga ya el destino por su cuenta de gastarse bromas el resto del año, de las que por supuesto sólo se ríe él.

Este año lo de la pandemia ha sido bastante pesado y un mucho reiterativo. Y a ese carro se han apuntado para pegar el muñequito con saña en la espalda de la lógica los negacionistas, y un Miguel Bosé llegando a imitarse a sí mismo pero de una manera desaforada.

No me había fijado hasta ahora la tristeza con un punto de añoranza que se puede desprender de una calle solitaria en la mitad de una noche, con la lluvia como castigo convirtiendo en espejo lo que hasta hace poco era asfalto.

En momentos como éste es comprensible que en cualquier instante puedas descubrir una puerta que te dirija a la poesía, y ya nunca veas el mundo de la misma manera. No tiene antídoto, ni hace falta. 

*Foto: F.E. Pérez Ruiz-Poveda


lunes, 2 de febrero de 2015

ACTUALIZANDO A GILA


La vida actual en nuestra España me recuerda a una película de Ingmar Bergman. Gracias a Dios, a los hados, al destino, o a lo que sea, con mucha más gracia, por supuesto.
Lo de Ingmar Berman se refiere a los recuerdos de cuando este vecino del mundo fue a ver “Gritos y susurros”, hace más de cuarenta años, creo que fue mi primera incursión en el firmamento del director sueco. Y antes de ir a ver la película, leí todas las críticas, habidas y por haber, y me pertreché con una brújula para no perderme. 
Pues eso, que ahora cualquier cosa que pasa en España, te puedes, si quieres, asesorar con mil cantos de sirena, y al final es posible que tu barco de opinión se hunda, porque cada cual pinta la vida con el color que quiere. Y, generalmente, con grises, y “marrones”, especialmente los que nos atañen más de cerca.
De todas las maneras, el que no se toma sus pequeñas venganzas es porque no quiere. Esta mañana, sin ir más lejos, estaba dentro, como se dice ahora, de una entidad bancaria, y a la persona que me ha atendido no le he visto muy centrada. Por eso le he dicho, ante sus continuos chascarrillos y risas, a un punto de ser desaforadas, que lo bueno que tienen ellos en su trabajo, es que trabajan con red. En el mismo instante se ha notado perfectamente que ha entendido que, aquello, su postura, le iba a traer factura, y nunca mejor dicho, porque se ha puesto en modo “autodefensa”, y me ha preguntado el por qué de lo de la red.
-¡Hombre! Está muy claro, pase lo que pase en el negocio en que usted trabaja, siempre “pagamos” nosotros…
Me ha dado la impresión de que esa misma conversación ya la había tenido con anterioridad, y que él se habría defendido con eso de que “es un mandado, que el negocio no es suyo, y que cumple órdenes”. Y alguno de sus interlocutores ya le habría dicho, que lo mismo había ocurrido con lo de las preferentes, y que luego nadie sabía nada, y que órdenes eran órdenes; y mientras, sus jefes en lugar de plegar velas, las desplegaban en lugares paradisiácos, y todo pagado gracias a sus tarjetas “black”.
Por eso, ese empleado se ha callado, porque su defensa era una huida hacia adelante, y a mí me ha dado cargo de conciencia, amén de los otros cargos que había ido a pagar.  Porque ni ellos cambiarán, ni nosotros tampoco, y como a lo largo de la historia se nos ha echado todo tipo de culpa, ya nacemos, no con un pan debajo del brazo, sino con un saco de culpa heredada. A favor del empleado, el que ya tiene clarísimo a quién no va a conceder ninguna hipoteca.
Por todo eso, entre el universo de Bergman, y el de Miguel Gila, sin dudar me quedo con este último, es más nuestro. Su juego entre bromas y veras, forma parte de nuestra idiosincrasia, y su famosa frase: “Y si no sabe aguantar una broma que se marche del pueblo”. No es muy democrática, pero sí visceral, y con un punto de inocencia dicha por el auténtico Gila.
Poniendo al día el universo de Miguel Gila, la única variante que se podría dar ahora, para buscar a un culpable mediante indirectas, en su famosa frase “alguien ha matado a alguien” es “alguien ha robado a alguien”. Lo demás sigue igual, nadie se da por aludido.

*FOTO: DE LA RED