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viernes, 14 de junio de 2019

DIME SI TE QUIERES...


Este vecino del mundo es totalmente consciente del sinsentido que tiene quizás el comienzo de su post de hoy, pero revisando informaciones atrasadas, de dos o tres días, en lo que se supone eran, entonces, "últimas noticias", se entera de que los vascos llevan a un 7,5 su satisfacción con la vida en general en 2018, en un baremo que va del de 0 al 10, puntuación que ha mejorado cuatro décimas desde 2014.

Los datos anteriores se muestran en la Encuesta de Bienestar Personal del Instituto Vasco de Estadística-Eustat, con información sobre la sensación de bienestar de la población mediante una serie de preguntas que estudian aspectos de la calidad de vida que nada tienen que ver con planteamientos materiales.

Dejando los datos al margen, al comenzar a leer el citado estudio me he acordado de mi padre  y de la mayoría de sus amigos que estaban encantados de haber nacido (dicho sea de paso,entre 1920 y 30) donde habían nacido, y que aunque nunca lo decían, que daba bastante patente la sensación esa de que cuanto más alejado de Euskadi, el Edén era más difícil de encontrar.

Alguna vez ya le tengo tentado, a mi padre, con frases como "qué suerte tenemos por haber nacido donde lo hemos hecho, ya que aquí atan los perros con longaniza...". Se me quedaba mirando, serio. Alguna vez me pareció verle el signo de interrogación en la frente, con cara de "mi hijo me está vacilando", pero en el fondo él ya sabía, como se dice ahora en los programas de cotilleo, que "ese melón era mejor no abrirlo...".

Ignoro si ese sentir es todavía vigente, diría que con "la globalización" la gente, aunque en la distancia, conoce más los usos y costumbres, y ya sabemos todos que la única longaniza libre de gastos se la comen los políticos, los unos y los otros. Y a nosotros nos toca sobrevivir con lo que tenemos y encima ayudar al menos afortunado, ya que estamos expuestos, un día sí y el otro también, al chantaje emocional que supone airear las injusticias sociales, como si fueran directamente "tu culpa".

Por otra parte, el donostiarra es un ser "especialmente elegido", orgulloso de tener "el marco incomparable", aunque no lo hayamos logrado nosotros, sino que nos vino dado en el sorteo de la vida. Y está convencido de que el resto de la humanidad nos envidia.

Este vecino del mundo está seguro de que si hubiéramos tenido que conseguir "el marco incomparable", mediante un consenso en el ayuntamiento, se lo hubiera quedado el vecino vizcaíno. Porque el consenso, el llegar a acuerdos no entra en nuestra genética. Y si no, sólo falta recordar los más de treinta y cinco años que se tardó en decidir dónde poner el huevo de la estación de autobuses, que por cierto, con tantos "dimes y diretes", el edificio al estreno ya era pequeño.

El bilbaíno "juega" con ser el mejor en ese "mundo-Bilbao" que está en cualquier lugar de la galaxia, el problema es que los donostiarras tenemos asumido que "como lo nuestro, es imposible para los demás". Pero seguro que sí puede ser más barato, porque los precios, en Donosti, en casi todo, son primos hermanos de las angulas... 

De todas maneras,y para eso no hace falta hacer ningún estudio, se palpa en el ambiente, en nuestro ambiente, que estamos encantados de habernos conocido... 

Dime si te quieres, y ... te diré quién eres.

*FOTO: DE LA RED

sábado, 5 de mayo de 2018

...Y LA TELEVISIÓN SE PUSO BIGOTE



Hoy es uno de esos días que dices “No sé por qué me he levantado”.
Porque nada más despertarme, 8:35 horas, y poner el programa de Pepa Fernández, Hoy no es un día cualquiera, en Radio Nacional, nos ha golpeado con la noticia de que Don José María Iñigo acababa de fallecerMe he quedado sin habla, pero lleno de recuerdos. 

Iñigo de 75 años, ha sido, y se dice fácil, todo en nuestra televisión cuando era una y grande. Su bigote, casi bigotón, trajo aires de modernidad a una televisión que con él comenzó a vigilar lo que se llevaba en el extranjero.

Si tenemos que dar tres nombres que han significado mucho, modernización incluida de nuestra tele, sin duda uno de ellos sería Iñigo, fichando lo mejor para sus programas. Los otros dos, y no precisamente en orden de importancia, y para este vecino del mundo serían, Don Valerio Lazarov y Don Chicho Ibañez Serrador.

Aunque Don José María, Iñigo para siempre, es de todos nosotros, él, y especialmente en las distancias cortas, siempre ha ejercido, y lo era, de bilbano.

En un programa de Euskal telebista supimos por su boca, que él nació y vivió hasta su juventud en el bilbainísimo Teatro Arriaga. Creo recordar que su padre era, por decirlo de alguna manera: “eléctrico-técnico de luces”. Y que su  interés por el inglés, lenguaje, le hizo ir abriéndose miras, para primero hacer sus pinitos en alguna emisora bilbaína, hablando de música, y así poco a poco tras un tiempo en Londres, se afincó en Madrid, convirtiéndose en uno de los críticos más serios de la música de los sesenta, antes de dar el paso a la televisión como presentador de programas inolvidables como Directísimo, Esta noche … fiesta, Fantástico.

Sus programas de aquella época eran de corte similar a los americanos, y que atrapaban al televidente, actuaciones musicales con lo último de lo último, entrevistas a personajes famosos alternando con ciudadanos desconocidos pero llenos de anécdotas o cosas curiosas que contar.

Si nos piden un recuerdo de la televisión en blanco y negro, para la mayoría, siempre nos acordaremos de aquel Uri Geller, el mentalista, y siempre alguien cercano nos dirá que vio alguna cucharía doblarse o reloj averiado que empezaba a funcionar.

Iñigo es un ejemplo claro del renovarse o morir. Ha hecho de todo: crítico de música, presentador de televisión, crítico gastronómico, revistas de viajes. Colaboró en alguna película musical como “Un, dos, tres, al escondite inglés”, en 1969, y treinta años después en “Muertos de risa”, de Álex de la Iglesia. Y como nunca le importó arriesgarse, en 1975 encabezó el reparto de la película, de las que se llevaban entonces, “Terapia al desnudo”, de Pedro Lazaga, junto a Carmen Sevilla y la por entonces conocida María Salerno.

Ha estado hasta, muchos años después evidentemente, en la isla de los Supervivientes presentando in situ el programa. Por cierto, y muy pocos sabrán: Trabajó en el circo, en un número con elefantes, y de ahí que tuvo que sacar el carnet de domador, cosa que comentaba de vez en cuando en los programas en los que colaboraba, que todavía lo conservaba.

Iñigo, en cierta forma, al ser, a su manera, un fenómeno de la naturaleza, debería de haber sido declarado: Bien de Interés Cultural, aunque quizás en su modalidad de “andante”. Hay que tener en cuenta que ha sido "un muy conocido" durante más de cincuenta años; sin poder pasar desapercibido, ni dar un paso sin que nadie le dijera nada, por lo que se le podía perdonar esa poquita mala leche que de vez en cuando mostraba.

Es una pena que nos abandone, así de improviso, sin tiempo a prepararnos para su pérdida, porque si no tontos, desde ahora vamos a ser un poco menos sabios.

Descanse en paz Don José María Iñigo. Te queremos, y mucho.

*FOTO: DE LA RED