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jueves, 26 de marzo de 2020

UNA MERA CUESTIÓN DE ATREZO



Son las ocho de la noche, e iba a comenzar mi post de hoy. Tenía todo preparado, y aunque con eso de todos en casa, y solamente casa, no es habitual este horario para comenzar mi post. De todas maneras, y por una serie de casualidades, todo se ha ido al garete, o al menos el rumbo de lo pensado ha cambiado.

En la sala, la habitación adjunta, parte de la familia estaba viendo la Cadena Alegre, cuando me he dado cuenta de que estaban retransmitiendo, como se suele decir, en pleno directo, los aplausos que la gente está dando y se está dando, creo que a la entrada de un hospital. Pero llamadme raro, antiguo, o todo junto, no me ha gustado nada esa especie de uso y abuso de las buenas intenciones de muchos.

De hecho, solo han pasado diez minutos y los mismos que se hacían eco de la noticia, ahora, como jueves que es, ya están anticipando asuntos que se van a tratar hoy en el programa de Supervivientes.

No nos vamos a rajar las vestiduras a estas alturas de la película, pero  si esa cadena de televisión, y otras, no se dedicaran a vender noticias, habrían puesto una cadena de carnicerías y todo su esfuerzo desembocaría  en muy alargadas ristras de chorizos y salchichas. Quizás, por aquello de que lo que no mata engorda, especialmente al propietario del invento, o más bien del chiringuito.

Convertir todo un tributo a los buenos sentimientos en mero espectáculo tiene mucho de corazón congelado y de no ver más allá de lo que cobras a fin de mes.

Por lo demás, cuando todo eso del coronavirus termine, sacaremos muchas conclusiones. Y personalmente ya puedo ir adelantando una.
Conviene, los que ya hace tiempo que comenzamos a caminar por la senda de los sesenta, que cuidemos nuestra forma física, porque ya ha quedado nítido que a partir de los setenta ya te consideran  “prescindible”, y te conviertes en carne de cañón. En caso de duda, o de amontonamiento de enfermos en centros hospitalarios tendrás la sensación de que los buitres cada vez sobrevuelan más cerca de tu cabeza.

Te pasas estudiando hasta pasados los veinticinco años, con cincuenta y cuatro gentilmente tu empresa te manda con un ERE a la calle. Y ahora, viene el famoso coronavirus, y las mentes pensantes disponen que a partir de los setenta puedes ser prescindible, pero seguro, seguro, que no tienen nada contra ti.

Hace ya mucho tiempo, cuando nació mi hija, y al ir a cumplimentar sus papeles en el juzgado, me descubrí esperando delante de tres puertas con sendos letreros en ellas: NACIMIENTOS, BODAS, DEFUNCIONES. Y en realidad eso puede ser la fría autopsia, como todas lo son, de lo que es la vida. Lo demás, una mera cuestión de atrezo.

*FOTO: DE LA RED


jueves, 24 de abril de 2014

UN ARMARIO, UNA ACTRIZ, UNA AUTOPSIA

Hay momentos en el que el mundo es de los valientes, y que aunque no sea ni el 7 de Julio, ni Sanfermines, hay que coger al toro por los cuernos, y dar un paso adelante, aunque si razonaras, quizás, tuvieras más que perder que lo que ganes en el intento.
Tengo la sensación de que en este “post” he comenzado la casa por la ventana. Es decir, primero este vecino ha sacado lo que le salía de las vísceras, para luego intentar explicar el por qué  de sus palabras, pero no quería en ninguno de los casos el dejar que se perdieran los sentimientos.
Por esas casualidades de la vida, uno empieza buscando por internet algo, y se pierde, o quizás simplemente eso que se ha dado en llamar el destino le hace llegar a otro lado, que ni siquiera estaba buscando.
Hace unos momentos he encontrado un vídeo, el que encabeza este artículo,  sobre un discurso de la actriz canadiense Ellen Page, que la gran mayoría del público conocerá por su papel en “Juno”. Por lo que este vecino ha deducido del contexto, sino es el 14 de Febrero, día de San Valentín, es de pocos días antes, durante un discurso ante la organización de Derechos Humanos en Las Vegas.
Lo fácil sería decir que en este discurso la famosa actriz sale del armario, pero es que es algo más que todo eso, o incluso el armario como tal sería apreciado, por sus formas, por cualquier anticuario que se precie. En tan solo ocho minutos, y solo lo he querido ver una vez antes de escribir, para hablar de impresiones que a este vecino le han salido del corazón sin pasar por el cerebro, porque quizás en el cerebro resida también el razonamiento, y eso pueda desvirtuar toda una declaración, de intenciones y de vida, de una persona, que es famosa, pero que eso es accidental, y solo es un ser humano relacionándose con los demás, en una búsqueda del corazón de las otras personas.
Ni que decir tiene, que aunque ya todos nos demos de modernos y de vuelta de todo, una persona, en este caso Ellen Page, que en cierta forma vive de su imagen tiene más que perder que ganar, al hacerse una autopsia de su alma delante de todos, porque ahora con una cámara ya estás en todo el mundo.
Imágenes como la de esta actriz luchando con su palabra por un futuro mejor, hacen a este vecino emocionarse al comprobar que el mundo puede ser más bonito con personas como ella que merecen la pena, y además, por su edad, acaba de cumplir veintisiete años, son todavía el futuro.
Este tipo de discursos son siempre para oírlos dos veces, porque la primera vez la emoción te embarga, y da gusto comprobar que en los tiempos en que vivimos, se pueda utilizar “embargar” en otra de sus acepciones.
Por cierto, no sé vosotros, pero yo voy a oír ese discurso, o esa bondad hecha palabras otra vez. Hasta mañana si me he recuperado.

*VIDEO: DE LA RED

sábado, 29 de marzo de 2014

YO NO HE PEDIDO ESCRIBIR



Yo no he pedido escribir, nunca lo he hecho. A nadie he pedido reventar la mañana con pensamientos escritos, el saltarme el guion previsto. Nunca quise hacer del desamor una historia, porque el desamor era el fin de la historia.

Pronto aprendí que escribir es fotografiar el pensamiento, gritar a los cuatro vientos los más profundos secretos. Escribir es dejar un testamento  al descubierto, hacer una autopsia de la vida.

Yo no he elegido escribir. Nunca quise sacar la cabeza del furgón de cola. Siempre quise vivir mi vida y dejar vivir a los demás. Pero existen las noches extrañas, los días de lluvia, los momentos tristes. Esos instantes, en que tu cuerpo es una isla, y necesitas una botella en la que mandar tu mensaje al exterior. Necesitas proclamar que estás vivo, o quizás simplemente indicar en un mapa, dónde se encuentran las cenizas de tus sueños, de esos sueños que eran tu norte pero que el viento de la vida más que desplazarlos los extinguió. 

Necesitas confesar que existe alguien con las mismas preocupaciones que los demás, que la historia se repite, que quizás somos originales, pero no únicos.

Yo no he elegido la mañana para escribir en su primera luz del día, pero sí tengo la necesidad de lanzar señales de humo para indicar mi pensamiento, para sugerir que existen mundos secretos, mundos que no hablan pero que se crearon al ser sentidos.

Yo no he elegido la última luz del día para escrutar en el polvo del recuerdo, y abrillantar sentimientos pasados, dejándolos como los chorros del oro, vivitos y coleando. Aprendí a ver en la oscuridad del desdén, en el más allá de una carretera cortada, en lo que ocurre tras “el fin” de una historia, qué se oculta detrás de una puerta cerrada.

El lenguaje de los ojos de mi primer amor, el deseo oculto de sus labios, la sombra de su sonrisa, me enseñaron que todo aquello no se podía ocultar en el olvido. Yo no he pedido escribir, pero lo necesito para sentir que la vida es algo más que un corazón latiendo, que una sucesión de días que te llevan al final. Necesito dar respuestas sin preguntas, explicaciones que no tengan  un origen. Escribir, quizás, sea darte las gracias por no haberte conocido, porque ya solo la espera mereció la pena.


*FOTO: DE LA RED