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martes, 10 de abril de 2018

UN DÍA DE LLUVIA Y TORTILLA...



Hoy me ha pasado al intentar tomar algo en un bar de un centro comercial en el que ya había realizado varias gestiones, mientras esperaba al autobús de vuelta, intentando resguardarme de un chubasco en toda regla.

¿Caballero? – Me dice la joven detrás de la barra  con una sonrisa que era pura interrogación. A lo que intento rellenar el hueco del silencio con un suave y picaresco: Primero de todo, cada vez que me llaman “caballero” me echo a temblar porque no estoy acostumbrado, y cada vez que lo oigo, tengo la sensación de que alguien intenta meter su mano en mi bolsillo, Y segundo: Un café con leche y un pincho de tortilla. 

Ella, muy en su papel continúa preguntando: ¿La leche, entera, semi… y muy caliente o medio?
Tras contestarle que semidesnatada y muy caliente. Me sigue preguntando: Y la tortilla… ¿de patata normal, con jamón, con queso, con tomate?

Tras decirle que de patata “normal”, me pregunta: ¿Con cebolla, con pimientos?
A lo que ya le he contestado con una sonrisa cariñosa: La próxima vez que entre en un bar, aunque sea bastante temprano (Eran las diez de la mañana) no olvidaré ir acompañado de mi abogado, porque… nunca se sabe.

Ella en ese momento ha actuado como si volviera tras años de haber sido abducida y ha cambiado su semblante convirtiéndolo en una sonrisa encantadora. A lo que he respondido, y seguro que se ha notado, porque en ese momento se había establecido una comunicación rondando entre la sinceridad y lo entrañable: Gracias por aparecer por tu ventanilla, te lo agradezco de corazón… Ella sólo ha podido sonreírme, y tras unos segundos ha añadido: Ya perdonarás pero ahora hay tantas variedades de todo, que esto funciona así.
Y yo le he contestado ahora con un tono deliberadamente cariñoso: Funciona así, a pesar de todo… Mientras ella movía su cabeza como señal afirmativa, nos hemos reído los dos.

Fuera seguía haciendo un tiempo de perros, pero dentro del bar había salido el sol de las buenas intenciones…

*FOTO: DE LA RED


jueves, 22 de septiembre de 2016

UN LARGO VIAJE DE CONDENA




¿Qué mensaje se quiere dar cuando se dice “acabo de hacer un largo viaje”?


En mi caso, no he recorrido Estados Unidos de Norte a Sur mezclándome con los nativos, o hijos de guiris en su momento, pero me he echado a mis espaldas un viaje desde el Levante español hasta Donosti en autobús, y solo por la duración, doce horas en teoría, once y media en la práctica, sí merece la pena ese calificativo.


Algunas veces, hoy ha sido una de ellas, hasta se te pueden olvidar tus vacaciones por todo lo que te puede pasar, en teoría nada, en un viaje tan largo.


En primer lugar, se rogaría, como en todas las actuaciones de nuestra vida, respeto, por nuestra parte y por la de todos, al comenzar un viaje tan largo. Pero hay algunos, más de los que podría parecer, que en unos pocos minutos ya han convertido un pequeño recoveco, el suyo, y si pueden el tuyo, en su casa, mediante todo tipo de comportamientos, gestos, e incluso, desgraciadamente, olores.


Hoy me ha tocado, he padecido, a una pasajera, que iba delante mío, que tenía de todo.


¿Que no te gusta que la gente se descalce? No sé si ella ha entrado con zapatos, me imagino que sí, pero en todo momento ha compartido con los demás, como si de una O.N.G. de donantes de epidermis se tratara, sus callosidades, nada envidiables por cierto. Hasta extremos, que por momentos, parecía  el ensayo de alguna pieza de ballet moderno, levantando la pierna hasta casi la zona donde están las salidas del aire acondicionado, lo que viene siendo la balda donde se dejan bolsas y chaquetas para tenerlas a mano cuando hay una parada.


A eso hay que unir, su potente voz, y excelente dicción, en casi todo momento, y la gran cantidad de amigos y conocidos que tenía, tiene, la condenada. Aunque en este caso , el condenado me temo que ha sido este vecino del mundo. 


¡Qué capacidad para relatar todo lo que ha hecho en esos días que, al  parecer, ha estado en Torrevieja, a cada uno de sus amigos y conocidos!


Estaba claro que no mentía, porque ha repetido las mismas cantinelas una decena de veces, por lo que en cualquier momento, me he temido, que todos, a modo de coro de gran tragedia griega, la hubiéramos acompañado en la descripción a un nuevo amigo.


Este vecino del mundo ya había entrado en el autobús cargado de grandes dosis de paciencia ante el largo viaje, y el posible comportamiento, siempre previsible, de alguno de los pasajeros, pero ha estado a punto de tener que requerir más dosis de paciencia, porque casi no llegan para cubrir todo el viaje.


Luego, y siguiendo con la misma pasajera, ya podemos pasar a esa faceta intimista, de ella para conmigo, ya que gentilmente en un momento dado, cuando ha considerado pertinente que de estar en “su” casa, pasábamos a una intimidad compartida, se ha volcado sin el menor reparo ni miramiento hasta los centímetros anteriores, dos o tres, de mis partes más intimas. Pero ha sido tal su casi total reclinación, que aunque ella mantenía una conversación y se supone que mentalmente se encontraba muy lejos de allí, de repente su ángulo de visión, y el mío como consecuencia, presentaba lo que en idioma cinematográfico se describiría como un primerísimo primer plano de mi cara, en su caso, y de la suya, en el mío.


Si aquello hubiera sido una película de Alfred Hitchcock, hubiera sonado sin duda una banda sonora repleta de violines y azúcar, compuesta por Miklós Rózsa, pero en seguida, sin tiempo de intimar,  se ha dado cuenta de la situación, o de mi cara, y un muy bajito y rápido “lo siento” ha dado origen a un retroceso de su butaca, pero sólo de unos dos centímetros, lo suficiente para que ella no viera la epidermis que cubre mi cabeza. Ha quedado más que claro, que para ella "no ver a nadie más" significaba que ya no molestaba. Aunque lo que me temo es que durante unos pocos segundos, mi cara, simplemente, le había alejado de la compañía de su interlocutor.


A modo de resumen, y como hubiera dicho otro gran viajero, James Bond: Ha sido un viaje agitado, no mezclado. ¡Gracias a Dios! Y por muy poco...

*FOTO: DE LA RED

martes, 21 de julio de 2015

UN JET LAG PARA POBRES, Y DOS SEÑORAS EXTRAÑADAS


Estoy a punto de llamar a un notario, para que como corresponda tome nota: Tengo jet lag, jet lag de pobres, pero jet lag al fin. Y es que un jet lag no se tiene todos los días. De acuerdo, no ha habido cambio horario, pero como la incomodidad de mi trasero no me ha dejado dormir, ahora sufro las consecuencias en forma de ojeras. Me acabo de mirar en un espejo y he visto a un chino, por lo de los ojos rasgados, que tiene un cierto parecido al vecino del mundo.

Entre ayer y hoy me he metido (consecuencias de la crisis y para que cundan los pocos euros que a este vecino del mundo, más que poseer, le quedan) entre pecho y espalda doce horas de autobús, así sin anestesia en un Donosti-Torrevieja, que si le hubiera tocado a una tal Agatha Christie, o a alguno de sus personajes especialmente, le hubiera dado tiempo a desenmascarar tres asesinatos y una desaparición. Y es que un viaje así, da para mucho.

A destacar del  viaje, que para llegar al destino a la hora, cada vez dejan menos tiempo de “esparcimiento” por decirlo de alguna manera. Aunque el autobús lleva servicio, siempre intentas usarlo lo menos posible, por aquello de las curvas, y que yendo acelerado, los movimientos de subir y bajar escalones son dificultosos. 

Siempre es de agradecer el momento en que el autobús para en una estación de servicio en Monreal del Campo (Teruel). Antes eran tres cuartos de hora, con el tiempo “fue degenerando” a treinta minutos. Alguna vez, incluso, han parado dos veces de treinta minutos (la segunda por la zona de Valencia). Pero lo de esta noche, ya entra en la categoría de escaso: “nos han dejado” veinticinco minutos. Dentro de poco pondrán un cartel al comprar el billete, advirtiendo que el que viaje lo haga con los “deberes hechos” y por si acaso que tenga preparado al efecto un “Dodotis

Los conductores se toman todo el tiempo del mundo, entre parada y parada, mientras seguro que van aumentando, como mínimo, los casos de clientes que como si fueran bebés, llevan el trasero irritado.

Por lo demás, y sin buscarlo, he tenido un momento muy divertido y que además  demuestra, como dice el dicho, que “hay gente pa´ tóo”.

He ido al servicio del autobús, y me he quedado esperando fuera. Al cabo de un minuto más o menos, las dos señoras cuyos asientos daban a las escaleras, y que tienen  una especie de barrera/mesa, me han preguntado, como si de descifrar un acertijo se tratara, por qué sin tocar la puerta sabía que en el servicio había alguien.

Me ha hecho mucha gracia el que esas personas no se cortaran en absoluto, y se mostraran tal cual, por lo que aguantando la risa les he dicho sinceramente:
-Les podría decir, por ejemplo, que me he dado cuenta, al comprobar la forma de la puerta, o que al venir, como los indios de las películas, he ido palpando el suelo del pasillo y he notado que estaba caliente porque acababa de pasar alguien. Pero la verdad es muy sencilla. El señor que está dentro, viaja  sentado a mi lado, y como yo estoy en la ventanilla, para no molestarle luego, he aprovechado, y vengo ahora.
Como pueden ver, ésto es como lo de los Reyes Magos, la magia no existe, y la verdad era muy sencilla.

Se han quedado las dos señoras mirándose con cara de “nos teníamos que haber dado cuenta”.

Solo por eso ha merecido que ahora sufra de “jet lag”, aunque luego no me espere ninguna actuación en ningún concierto, ni ningún fan se vuelva loco por hacerse una foto con el vecino del mundo.


De todas maneras, y antes de terminar, que no se me pase el hablar con la compañía de autobuses, Bilman Bus; más que nada porque lo de los dodotis va a ser un incordio, tanto para el que compra, como para quien se tendrá que deshacer de gran cantidad de ellos, en este caso la compañía, si siguen acortando la parada oficial.

*FOTO: DE LA RED

lunes, 8 de junio de 2015

EL CAMPO DE LA VIDA


Como todos los seguidores de este blog ya deben de saber:  terminaba mi estancia, en Torrevieja, y ya os escribo desde Donosti, a donde acabo de llegar.

Y llegar y tener el post del día ya perfilado, todo uno. Y es que muchas veces el destino, o mejor, los que te rodean, te lo dan hecho.

Este vecino del mundo es un manojo de nervios cada vez que tiene que realizar un viaje, sea del tipo que sea, y por eso precisamente, ayer optó por estar en la estación de autobuses lo más pronto posible, por lo que faltando cuarenta y cinco minutos para la salida, el menda, o lo que formalmente denominaríamos como el vecino del mundo, ya estaba allí. Y por supuesto, a la hora de poner las maletas en el maletero también fue el primero, no sea que dieran un premio y se lo hubiera perdido, con lo cual esta mañana, ya que las maletas se colocan en diferentes huecos del maletero, según la población a la que llegas, mi maleta estaba la última para ser sacada.

Este vecino como sabía que la cosa iba ir para rato, se ha alejado un poco del hueco en el que se encontraba el equipaje para que la gente, toda, fuera pasando y cogiendo el suyo. Por un momento, y viendo el percal, me he imaginado que estaba delante de un plato de angulas, y que la gente quería coger la que le correspondía, con lo caras que cuando hay, siguen estando, sin tocar las demás. Cada uno iba a lo suyo, pero ignorando lo de los demás. Viendo lo que veía, e intentando poner un poco de orden, y todavía desde unos metros de distancia, les he dicho que todas esas maletas iban para Donosti, con lo que se podían sacar todas a la vez, y una vez fuera, sería más fácil coger cada uno la suya.


Ha sido otro de esos días, en los que este vecino, duda muy seriamente de que exista. Nadie le ha hecho ni puñeterísimo caso. El único, que al cabo de un rato, cuando tras varios minutos se han ido todos, y gracias a Dios, quedaba mi maleta, con una sonrisa me ha dicho: -Siempre ocurre lo mismo, y nadie hace caso. Por cierto, es la primera vez que, alguien sabiendo que su maleta está la última, se aparta para que los demás cojan la suya.

Luego nos quejamos de que en la Final de la Copa del Rey, por ejemplo, la gente pitara al himno nacional, cuando cada uno, en realidad, va a  lo suyo, y lo demás, utilizando una expresión que ya se oye poco pero  que es muy expresiva, les importa un bledo.

Este sábado, por ejemplo, antes de la Final de la Champions, la Cadena Ser hizo una especie de encuesta entre sus oyentes sobre cuánta gente quería que ganara el Barça, y cuánta la Juventus. Pues la mayoría de la gente, abrumadoramente, durante mucho tiempo al menos, estaba a favor de la Juventus.

¿No es una contradicción que una semana antes, gente que mayoritariamente no era ni del Athletic ni del Barça, se rasgara las vestiduras por pitar al himno nacional, y ahora quieren que gane un equipo extranjero?

Esta mañana y delante de mi maleta, solitaria y triste, lo he comprendido todo.


A cada uno de nosotros solo le importa su maleta, su bagaje, y su partido, para aquel que salió en el campo de la vida,  y lo demás les importa, nos importa, un pito, ese mismo que algunas veces lanzamos delante de un himno.

Y eso es malo, muy malo, porque el que manda en este país, hoy el Señor Rajoy, y mañana el que sea, ya sabe que los españoles venimos divididos de serie, y mientras no nos pongamos de acuerdo, mover algo en este país, desde un Gobierno a una simple maleta, es un trabajo imposible.

*FOTO: DE LA RED

sábado, 6 de junio de 2015

IT´S A LONG WAY TO TIPPERARY, O EL AUTOBÚS MULTIUSOS



Está claro que este vecino del mundo nunca podrá ser uno de esos millonarios, que con su avión propio, hoy está en Katmandú, mañana en Rawalpindi, y pasado, como dice la antigua canción británica, en Tipperary (ya os he dado una excusa, por cierto, para actualizar habilidades geográficas, como se dice ahora, “rarunas”). Porque este vecino cada vez que tiene que hacer un viaje de cierta entidad, está más nervioso que la Pantoja, ahora que está de actualidad otra vez, antes de volver a la cárcel.

Aunque casi faltan dos días para el viaje de vuelta a Donosti, esta noche apenas he podido dormir, y mi mente ha hecho la maleta (bolsa grandísima más bien) unas cien veces más o menos, por lo que esta mañana me he levantado como si no hubiera dormido.

Siempre he pensado que tengo un cierto parecido, sexual no, evidentemente, con Mary Poppins, porque como hace ella, de mi maleta sale de todo. El problema es que en la película no se ve el secreto para guardarlo todo otra vez. Y ese es mi problema. Que en los momentos previos al regreso, tengo la sensación de que la maleta mengua, y de “supersupersuperkingsize” pasa a minimaleta de Nancy exploradora.

Y la persona que piense que el viaje lo voy a realizar en avión desde Alicante, que vaya acortando el presupuesto de sus suposiciones sobre este vecino del mundo. Autobús, puro y duro, unas doce horas de viaje, aunque no hay mal que por bien no venga. Si no te duermes, que por la noche es lo normal, te da tiempo a poner en orden toda tu vida, aunque fueras un Matusalén moderno, lo cual en sí mismo ya es un contrasentido. Incluso, para los muy creyentes, te da tiempo a hacer ejercicios espirituales y obtener cum laude en teología por la Universidad del Cielo.

Siempre he pensado que en este tipo de viajes, en autobús, debería de ir siempre un notario para poder cambiar voluntades en testamentos. Y no me refiero por miedo al viaje, sino que te da tanto tiempo a pensar sobre tu vida y la de los tuyos, y que en cierto momento del viaje, te puede dar por pensar que toda tu vida ha sido un engaño, y que no merece la pena premiar a los timadores. O incluso al revés, tras diez horas de viaje, te puedes dar cuenta de, que en realidad, a la persona que realmente echas en falta, es a la que menos habías tenido en cuenta en tu testamento.

Es más, y no es una exageración, incluso el mismo chófer debería de tener un poder, al estilo del capitán de barco, para que pasajeros que se conocen durante el viaje, puedan casarse. Sería además una manera de amortizar el viaje, ya que por el mismo precio, es el viaje de novios. Y filosóficamente, un viaje cualquiera, se convertiría en el viaje de tu vida.


¡Bueno! Me pongo a ordenar las cosas en la maleta, mientras descubro, como siempre con mala leche, que no he utilizado ni la mitad de las cosas que he traído. Y no aprendo…

*FOTO: DE LA RED

martes, 10 de junio de 2014

EL LISTO DE TURNO

En estos tiempos de crisis se habla mucho de la gente que tiene que irse allende (me encanta esta palabra) nuestras fronteras para buscarse el sustento, y con este hecho se relaciona, también, la famosa fuga de cerebros.
Sin embargo, España más que por personas inteligentes, se caracteriza por “el listo de turno”, la famosa "picaresca" desde tiempos de "Lazarillo de Tormes". Vas caminando, y sin intención, das una patada a una piedra y te aparecen unos cuantos listos.
Esta mañana, sin ir más lejos, he entrado en la “tienda de cabecera”, al lado mismo de casa, y tras coger lo que tenía que coger, esperaba a la persona que estaba siendo atendida por la cajera, y cuando ya me tocaba, ha aparecido el listo de turno, que solo hubiera tenido que esperar a que pagara dos cosas que llevaba en la mano, y ha dicho que las manzanas que estaban en el mostrador eran suyas, y que le tocaba a él. Por supuesto, que traía una especie de bolsa de plástico con dos ruedas de la misma tienda, hasta los topes.
Con aparente frialdad, y sin levantar para nada la voz, le he dicho mientras le miraba a la cajera y le guiñaba un ojo: -Tranquilo, ya he aprendido la lección. La próxima vez, según entro, ya dejaré los calzoncillos o el peluquín, eso sí, bien limpios para que nadie proteste, y así luego no pierdo tiempo, como usted, que hay que hacer caso al dicho “El tiempo es oro”, y usted debe de ser millonario en tiempo ahorrado.
El señor ha puesto cara de que la fiesta no iba con él, o que era un extraterrestre acabado de aterrizar.
Y en esto de los listos hay que mencionar también a los que utilizan a sus hijos como patente de corso para colarse en cualquier sitio.
Vas a coger el autobús, respetando fielmente la cola, y como jugando, se cuela un niño a toda la fila, ¡benditos niños!, se sienta y ocupa el sitio para sus papás y para los amigos de los papás. ¡Casualidad! “El “urbano” ya no tiene sitio para sentarse. En ese  momento entran los cuatro adultos y con cara de no darle importancia, se sientan sin mirar siquiera si hay gente mayor a la que ceder el sitio. Y, ahora viene lo mejor, el niño con cara de ser el primero de la clase, va donde su madre, porque por su puesto él se ha quedado de pie, y le dice: -Mamá, lo he hecho bien ¿verdad?
Y como uno hace mucho tiempo que tomó la determinación de que es mejor que te tomen por maleducado que por tonto, le dice al niño eso sí con una sonrisa y entonación inocente: -Lo has hecho muy bien, no se ha notado que os habéis colado.
En ese momento la mujer se pone muy, muy roja, y su marido va a sacar el macho que lleva dentro, cuando ella le espeta a que lo deje estar.
El problema que crean los listos es que irremediablemente tiene que haber un tonto, y al menos a mí no me gusta que me tomen por tal cuando no me lo merezco.

*FOTO: DE LA RED

viernes, 25 de abril de 2014

SOBRE "SEÑALES" Y OTROS TEMAS

Esta mañana me he levantado y he sido testigo de una señal, y no me refiero, naturalmente, a las de tráfico. No sé si vosotros creéis en ese tipo de cosas, pero hoy he tenido una señal, y ha sido clarísima.
Como todas las mañanas y todavía medio drogado por el consumo de sueño nocturno, vicio al que seguiré “enganchado” toda la vida, he ido directo al balcón para “entrever”, entre párpado y párpado, el tiempo que hacía. Y en ese mismo momento ha sido, he visto la señal. El mismo autobús que me suele llevar a tierras alicantinas todos los años, incluido el número que identifica a esa específica unidad móvil, pasaba por delante de mi portal. Una señal clarísima de que pronto me voy de vacaciones.
Más de uno pensará que a este vecino le falta un hervor  por haber dicho lo anterior, sin embargo cuando alguien del gobierno dijo en su momento que se habían visto brotes verdes en la economía de este país, nadie le tomó la temperatura al propietario de esas declaraciones, y ha quedado claro que si vio los brotes verdes, como mínimo se confundió de campo, y éste debía de pertenecer a Francia o a Gibraltar, como ocurre cuando se habla de peleas entre  barcos de la Guardia Civil y policía gibraltareña, que ambas partes deben de tener mapas diferentes porque no coinciden nunca. Y ya metidos en el tema, este vecino se pregunta, ¿cuando alguien cruza la frontera española, sin papeles, en Ceuta o en Melilla, hasta dónde debe de ir para que la policía o guardia civil reconozca que está en tierra española? Más que nada porque este vecino cada día está más convencido, de que en cualquier momento se va a dar la circunstancia de que alguno de éstos, conocidos como sin papeles o ilegales, va a llegar huyendo hasta la mismísima Cibeles y le van a decir que por muy poco no está en terreno español.
Volviendo al tema de las “señales”, no sé si a alguno de mis lectores le pasará, pero este vecino más de una vez ha pensado en alguna persona, famoso o cercano, del que no había sabido nada desde hace mucho, y al cabo de pocos días ha sabido algo de él. Y como alguna vez la noticia ha sido el fallecimiento de alguien, en el caso del famoso, uno en el fondo se siente hasta culpable, de que por el mero hecho de pensar en ese famoso parece, que le haya puesto frente a la parca.
Está claro que si la señal se cumple en forma de vacaciones, la comentaré, pero como se suele decir, “a toro pasado”, por aquello de no dar pistas a los amigos de lo ajeno, y que se enteren de que mi nido está desprotegido.
Y es que una cosa es ver “señales”,y otra darlas para que se enteren los demás.

*FOTO: DE LA RED

miércoles, 25 de septiembre de 2013

LA MUJER DE LA PRIMERA PUERTA (CUENTO)

Era la quinta vez que había llamado a esa puerta y seguía sin tener suerte.

Su amigo Luis, el adivino, le había dicho hace dos días, al echarle las cartas, que en esa dirección, iba a encontrar su felicidad.

Él no le había creído en ningún momento, ni siquiera esa misma mañana al levantarse se hubiera imaginado que tan solo unas horas después, como guiado por una extraña sensación, se iba a dirigir a aquella calle, tan lejana a la que él vivía, y llamado a la puerta, con una burda excusa, para comprobar quién vivía allí.

Una mujer morena, de ojos azules y expresión dulce apareció a los pocos segundos. Desde que se vieron, ninguno de los dos apartó los ojos del otro. De hecho, Luis ni siquiera podía recordar la excusa que había puesto, solo recordaba que tras despedirse de ella, en el umbral, del que no se había movido, le había vuelto a llamar, para, armándose de valor, intentar quedar con ella, y ya no había tenido suerte.

Cada una de las cuatro veces posteriores, no es que la persona que le abría la puerta era diferente, sino que el mismo pasillo que se veía desde la puerta lo era. Era algo así como viajar sin moverse del sitio.

No podía pensar, porque la situación se le escapaba, pero tenía claro que no iba a volver a llamar, porque al hacerlo, parece que la imagen que tenía de ella se iba diluyendo poco a poco.

Como siempre hacía cuando no lograba encontrar la solución a algo, decidió dejarlo por el momento, y cogió el mismo autobús rojo que le había traído hasta allí.

Siempre que no daba con la respuesta a algo, decidía parar y pensar en otra cosa, y como por arte de magia, algunas veces más tarde que otras, encontraba la respuesta, o incluso, había situaciones en que  estaba convencido, que ésta, la solución, le encontraba a él.

Intentando recordarla, el autobús, que no llevaba mucha gente en ese momento, paró delante de un paso cebra. De pronto, vio a aquella mujer, la de la primera puerta, que comenzaba a pisar por las rayas blancas. Sin embargo, algo le hizo darse cuenta, de que en los pocos minutos que habían pasado, la mujer parecía más madura, como si en lugar de minutos hubieran pasado algunos años. Iba sonriendo mientras agarraba a dos niños, y por un momento le pareció que sus miradas se cruzaban. Fue entonces cuando se dio cuenta de que iban con un hombre cuya figura se le hizo conocida al principio, aunque tardó en comprender, porque no podía ser. Era él mismo, aunque con canas en las sienes, quien les acompañaba.

Por un momento pensó que estaba soñando, pero desgraciadamente al llegar a su casa, estaba tan solo como siempre. De qué le servía saber que en un futuro encontraría su felicidad, si en ese momento era el hombre más infeliz del mundo; y lo que es peor, y además, incomprensiblemente, celoso de sí mismo.

*FOTO: DE LA RED

sábado, 31 de agosto de 2013

RODEO DRIVE A LA DONOSTIARRA

Ha llegado el día. Con el atardecer este vecino del mundo cogerá un autobús que le devolverá a Donosti, y al llegar, pensará en aquel hogar-dulce-hogar, o el más normal, como-en-casa-en-ningún-sitio. Aunque en realidad, como en casa en muchos sitios, siempre que haya salud y dinero, ya que, en el fondo, es una manera de conformarse con lo que te toca ahora.
Antes para este vecino, y ya lo tiene explicado más de una vez, decir Torrevieja, era recordar el famoso programa de televisión “Un, dos, tres”, y su mejor premio: el famoso apartamento cerca de la playa. Desde hace unos años, Torrevieja es la palabra clave que se materializa en las vacaciones y unos días sin preocupaciones, y en los que se vive de día y de noche. Y mientras para los foráneos ir a Donosti significaría ir a una de las ciudades más bonitas del mundo, para este vecino con su atalaya desde la que normalmente os habla, con su sede social allí radicada, supone la cotidianidad, aunque en realidad sea como pasear por Rodeo Drive para alguien que vive en Beverly Hills. Ya sé que es un tanto exagerado, pero por los precios que tenemos que soportar durante todo el año, algo de razón me asiste. Y es que la costumbre es lo que tiene, asomarse a la playa de la Concha y comprobar que la isla, esa famosa isla, sigue en su sitio, y que, por ahora al menos, no se la han quedado los vizcaínos.
En este mes largo, he echado de menos mis pinceles, y el problema de cómo abordar un nuevo lienzo en blanco. Toda actividad, al ser retomada se coge con nuevos y renovados bríos, y seguro que los azules serán más brillantes en los nuevos paisajes, y los verdes se ceñirán en las hojas de los árboles, para secarse, a modo de recordatorio, y sugerir paisajes que durarán más vidas que la propia.
Emprender un viaje, como el de hoy, siempre, y a pesar de su cotidianidad, me originan unos nervios que solo se calmarán al cerrar la puerta de casa tras llegar. Y es que todo viaje implica un adiós y un reencuentro, lo triste con la alegre. Por eso, quizás, a la llegada de la La Parca se le compara con el comienzo de un viaje, y en el que todas las religiones, a su manera, se empeñan en que compres los billetes en sus oficinas, para lo que me temo pudiera ser el mayor timo de la historia, pero que nadie ha podido desvelarlo.
Como se decía en aquella trilogía cinematográfica, que luego por el poder del dólar se convirtió en dos trilogías, y lo que queda por venir, que la fuerza nos acompañe a todos, y que cuando vuelva a abrir mi atalaya espero reencontrarme con todos vosotros, y posibles nuevos invitados, porque la vida es para vivirla, y naturalmente para contarla. Y aquí, de contar, y de dialogar, sabemos mucho. Un abrazo, y hasta ahora...

*FOTO: DE LA RED

lunes, 4 de abril de 2011

LA NIÑA DEL AUTOBUS


Hoy he tenido que hacer un corto viaje y como siempre utilizo el autobús. Detrás mio se ha colocado un hombre con una niña pequeña, por lo que los dos iban en el mismo asiento; debían ser padre e hija. La niña nada más sentarse ha empezado a pegar patadas al asiento de delante, es decir al mío. Me ha dado un profesional masaje en los riñones que me ha dejado como nuevo. Es una manera de tomarselo, por no hacer sangre en las relaciones paterno-filiales, eso sí, remarcando el hecho de que en ningún momento el adulto ha insinuado en lo más mínimo a la infanta de que cesara en sus ejercicios de piernas.

Como decir autobús es decir sueño, entre el "run-run" del vehículo y el masaje del angelito de atrás, me he quedado roque.

Llevaba un buen rato en brazos de Morfeo cuando el mismo angelito me ha tirado del pelo, pero he fingido seguir durmiendo, y así la vez siguiente. A la tercera vez, al darme cuenta, me he girado y le he pillado a la niñita en cuestión a punto de tirarme, del poco pelo que me queda, por cuarta vez. Me he enfadado y dirigiéndome a su padre le he dicho: - ¡Creo que ya está bien! – arrastrando el sonido de la "n" final para que se notara que estaba ofendido y bien ofendido.

El padre de la futura gamberra me ha dicho: - Es una niña.- Me lo ha dicho con un tono de desvelar un gran secreto. No lo he entendido, pues era obvio que yo ya sabía que era una niña. Como al parecer yo no he reaccionado como él esperaba, me ha vuelto a confesar su gran secreto: - Es una niña. - Hemos entrado en un bucle, y cuando ya me lo había repetido por tercera vez, al ver que yo seguía cabreado, el padre y su niña se han quedado sin pilas, y han permanecido quietos hasta el final del viaje.

Una pregunta ha rondado por mi cabeza: -¿Me he debido de dejar arrancar la cabeza por la buena educación de la niña en cuestión?
Ahora muchos padres son de la opinión de no coartar la libertad de sus hijos y les dejan convertirse en pequeños tiranos, que con el tiempo se pueden revelar incluso en contra de ellos mismos. He llegado a pensar que incluso son los propios niños quienes disponen del sueldo total, y son ellos quienes dan la paga a sus padres.

Ese tipo de casos cada día saltan a la luz pública con más frecuencia. Madres que incluso han tenido que interponer demandas por malos tratos de sus hijos.

Tengo amigos que son maestros y hace tiempo que me comentan que ahora a los niños no se les puede tocar ni un pelo, pues se pueden buscar la ruina, pero niñas a calvos sí por lo que adivino del viaje de hoy.

Aunque han pasado muchos años, recuerdo como si fuera ahora, el sentimiento que nos invadía en nuestra niñez. Cada vez que recibíamos un castigo, sabíamos que si lo comentábamos a nuestros padres lo primero que nos iban a decir era el célebre: - Algo habrás hecho tú.

Ahora si pasa lo mismo, es probable que sea el padre quien diga al maestro: -Algo habrás hecho tú.

Eso, sí directamente no aparece el padre acompañado de un abogado cuya minuta si pierdes el juicio puede que  la termines pagando tú.


*DIBUJO: DREAMSTIME