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sábado, 29 de noviembre de 2014

EL TIEMPO ENTRE COSTURAS (NO ES LA NOVELA)


Nunca me había ocurrido esto.
Siempre que me levanto por la mañana, voy a escrutar al balcón el nuevo día. Y hoy he tenido la extraña sensación de que era el mismo día que ayer.
Como siempre intento ser positivo, y cuando menos me permito hacer un chiste sobre el tema. Y he pensado que en esta sociedad tan consumista, al menos había recibido por obra de los Dioses un lifting de veinticuatro horas. Como esas muestras gratuitas de perfumes que te dan para que compruebes fragancias.
Lo que ocurre es que por mucho que me intentaran convencer, me niego rotundamente a operarme para quitarme arrugas.
Siempre he considerado que éstas, las arrugas, son una especie de medallas que te pone el tiempo por haber sobrevivido a la batalla diaria, y no es de valientes el intentar evitarlas.
El tiempo fluye, y no se puede parar o intentar atar con unas simples costuras sobre la piel. 
Además, nunca he comprendido tanto en actores como en actrices de relumbrón, que se supone que tienen que ser muy buenos simulando otras personalidades, se hagan semejantes desastres en sus caras, que les impidan seguir representando a personajes “normales”.
¿Dónde quedó mi querida Meg Ryan, por pasar por un quirofano para aparentar más joven? Siempre ha representado, al menos para mi,  a la vecina de al lado, esa que nunca ha dado de qué hablar, y que aunque nunca has cruzado una palabra con ella, siempre has deseado tener algo con ella, e incluso estás convencido de que lo sabe. Y a esa vecina, le hubieras perdonado las arrugas, e incluso, puestos así, hasta las ventosidades.
Y que no me digan eso de que la culpa no es de ella, o de ellos, para no personalizar, sino del sistema, que solo da papeles de importancia a las jóvenes. Porque en ese caso que me expliquen lo de Meryl Streep, o el caso de Lola Herrera en España.
Es normal, en el caso de los actores o actrices, a medida que van transcurriendo los años, que quizás pasen de interpretar papeles protagonistas, a secundarios. Pero siempre hay que ver el lado positivo, y así tienen más tiempo para su vida personal. Porque las arrugas por ejemplo, no pueden borrar a los nietos, y así, con papeles más pequeños, y menos ensayos, tendrán más tiempo para ellos, o para descubrir a nuevas personas.
Lo más importante es que no tienen que salir arrugas en el alma, porque lo crucial es siempre tener una ilusión por la que moverse, y eso además seguro que te permite “lucir” incluso una piel más tersa.
Y si no acordaros de esas personas que se enamoran ya talluditos, lo guapos que se ponen.
El carnet de identidad no debe de descansar en una simple  tarjeta, sino en el alma.
Si lo sé, hoy no me levanto y salgo al balcón. Me hubiera ahorrado todo lo anterior, ya que siempre las disquisiciones pueden ser evitadas. Como hizo ese celebre empresario español cuando dijo eso de “La arruga es bella”, y punto. No hay nada más que añadir.

*FOTO: DE LA RED

viernes, 12 de septiembre de 2014

LA ARRUGA COMO ARMA

El otro día estaba viendo una de esas películas antiguas, en blanco, negro y multitud de grises, y me pregunté por qué la cicatriz en el rostro es un símbolo de maldad añadida, y si sería motivo por el que su poseedor era “malo”,  o por ser malo le había pasado eso. 
Mucho para hablar todavía del tratamiento que el cine ha hecho de las caras marcadas, y del juego que les ha dado los "recuerdos" de la viruela.
No es la primera vez que ese tipo de pensamientos me ha venido a la mente. Vaya por delante, para los que me acaban de conocer en forma de blog, que este vecino del mundo está cada vez más cerca de la sexta década que del acné juvenil, y que saboreó más que sufrió aquella televisión única, con un único canal, pero que “gracias a ello”, tuvo la suerte de conocer mucho cine, digamos, antiguo, pero que es la base del actual. Y por eso nunca está seguro si los perros bulldog le recuerdan al mítico Edward G. Robinson, o es él el que le recordaba a un perro aparentemente agresivo.
La eterna pregunta de si a uno le “marca” su cara, o tiene el rostro que se merece tallado con el cincel de las copas y sustancias sospechosas.
Con los años nos han vendido la “moto”, y las ropas, de que “la arruga es bella”, pero por otro lado hacen publicidad de cremas milagrosas con jovencitas que acaban de abandonar la leche materna.
Y más imágenes en blanco y negro, donde la oscuridad es el reino del lamento y el olvido, y una Blanche, de “Un tranvía llamado deseo”, luchando contra la apariencia de su “yo” en el espejo, al tiempo que otra vez, la belleza, encarnada ahora en su cuñado, le abofetea en el rostro de su realidad.
Mientras, este vecino del mundo, se observa en su espejo, no metafórico, sino de cristal real, y se nota nuevas arrugas en el cuello, motivadas, según él, por los kilos perdidos en la lucha contra la báscula. –Y luego dirán que adelgazar es beneficioso- piensa mientras emula a Robert De Niro hablando al espejo en “Taxi Driver” -¿Hablas conmigo? ¿Me lo dices a mí?
El otro día estaba viendo una de esas películas antiguas, en blanco y negro, y me descubrí. Juraría además que el protagonista me guiñaba el ojo, mientras me preguntaba:-¿Vives, o aparentas que vives?-. A lo que respondí sin el menor atisbo de duda:-Tengo arrugas, luego vivo.

*FOTO: DE LA RED

martes, 20 de agosto de 2013

UN AMERICANO EN DONOSTI

Siempre se ha dicho que la cara es el espejo del alma, lo que ocurre es que muchos intentan trucar ese espejo, más que nada para crear confusión sobre cuándo fue realizado, es decir, para aparentar ser bastante más joven de lo que se es.
Cada uno puede hacer con su cuerpo, o con su vida, lo que quiera, o más bien lo que pueda, eso está más claro que la cuenta bancaria de un parado de larga duración, sin embargo, la persona que le observa también podrá sacar sus propias conclusiones.
Nunca he hablado en estas líneas de mi vecino donostiarra José Martinez, más conocido entre nosotros por “El americano”, y consecuentemente habiendo americanizado su nombre a un más que distinguido Josh Mc Tinez.
Su nueva identidad, no se la otorgamos en su día, ni por su cuenta corriente, ni por sus frecuentes viajes, sino por su manera, muy personal, de entender la moda, y como ésta va reñida sin ningún tipo de excepción, con la del resto del vecindario, y este vecino del mundo añadiría aún más radicalmente, con todo aquel que tenga un poco de criterio sobre el vestir o la manera de prepararse, se le bautizo como “El americano” por suponerse a aquellas tierras como el lugar donde todo puede ocurrir, e incluso vestirse, y que más de una vez se han visto imágenes, especialmente en las películas, de presentadores de informativos con chaqueta verde, camisa roja, y una impagable corbata rosa.
Como se diría antiguamente, el guardarropa de Mr. Mc Tinez, siendo benevolentes, es de una amplísima paleta de colores, donde se combinan colores fríos y calientes, sin ningún tipo de norma, solo la apetencia del momento.
Más de una de mis lectoras, especialmente ellas, se preguntarán lo que opina su mujer del tema. Ella no opina, al menos en público, ni tampoco es “sospechosa” de ser la inspiradora de sus elecciones, ya que su manera de vestir es la antítesis de la de su marido, siempre tan “correcta” y clásica, y sin intentar sacar partido a su percha que la tiene, pese a que los dos ya están entraditos en los cincuenta.
Las malas lenguas murmuran que la americana, no la prenda, sino la mujer del americano, está loquita por sus huesos, y en realidad le induce a vestir así, para evitar malas tentaciones de las demás mujeres, “pécoras” les llamaría ella. Personalmente este vecino nunca ha pensado que esta teoría tenga ningún viso de ser cierta.
De todas maneras, lo que más chirría del “look” del, sin embargo, querido Josh, es su pelo negro como el carbón, a todas luces fruto del tinte. Este vecino siempre ha pensado que la naturaleza es sabia, y que hay que dejarle a ella, en múltiples ocasiones, manejar nuestros destinos, y que no hay nada más elegante que unas buenas canas en las sienes.
Nunca ha podido estar este vecino más de acuerdo con un eslogan publicitario, que “el de la arruga es bella” de la compañía de Adolfo Dominguez. Además, alguien dijo alguna vez, que las arrugas son medallas que nos pone el tiempo, y sin embargo Josh pasa su tiempo en intentar quitarselas, sus medallas y sus arrugas.
Cada vez que en un día de fuerte sol, le veo ese pelo, que más de un aficionado taurino, denominaría como “negro zaino”, me acuerdo de la película, estéticamente perfecta, “Muerte en Venecia”, de Visconti, cuando al protagonista, gran sufridor por otra parte, del paso de los años, se le empieza a correr el tinte del pelo por la cara, y lo desgarrador del momento.
Afortunadamente, ni Donosti es Venecia, ni Josh sufre por el amor de ningún jovencito, como en la citada película. Además, qué será de nuestras vidas, cuando no deseemos que llegue el nuevo día para ser, como siempre, sorprendidos por nuestro marcador de tendencias particular.

*FOTO: FOTOGRAMA DE "MUERTE EN VENECIA"