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domingo, 12 de marzo de 2017

MI VIDA COMO VENTANILLA DE RECLAMACIONES...


Hoy es uno de esos días en que este vecino del mundo debería de llevar colgado del cuello una señal de advertencia “atención suelo resbaladizo”.

Está comprobado que al cabo del día son muchas las  personas que se nos acercan viendo en nosotros una especie de ventanilla de reclamaciones en la que depositar su disconformidad por tal o cual motivo. Y, hoy, me temo que no es mi mejor día para ejercer de buzón de quejas, porque uno bastante tiene con mantener el chiringuito de su vida, al menos a la sombra de la popularidad de los que me rodean, o del famoseo.

Más de una vez pienso en cómo han cambiado las cosas, y no diría que ha sido para bien, especialmente en las redes sociales. 

En estas redes, en Twitter concretamente, el fariseísmo es más que evidente. No se sabe si se está buscando al hombre o la mujer perfecto/a. Pero seguro que no representa a la persona que deseamos ser, sino que creemos que quieren los demás.

Como en las famosas encuestas. A no ser que seas un suicida en ciernes, o un cultureta en pleno ataque delirante de “inputs”, nadie, ni sus productores, ve los documentales de La 2  después de comer, eso en el supuesto de que los haya. Y ahora, esos que se escudan detrás de un "nickname" o apodo, se convierten en jueces de lo que se debe o no se debe de hacer. Y a personas famosas, pero sobre todo, y ahí viene el quid de la cuestión, personas, se les juzga por lo que han hecho, o han dejado de hacer, e inmediatamente se les otorga una penitencia que nunca caducará.

Lo de estos días, más que dicho, vociferado contra personas famosas, y, especialmente, madres como Samanta Villar y Soraya Arnelas es para más que juzgado de guardia. 

La primera tiene derecho a disentir con el discurso de lo que es una opinsión “consagrada y bendecida” de una madre primeriza. Y la segunda ha sido condenada, sin derecho a defensa, por tener, al parecer, la criminal idea de ir a cenar con su marido, al sexto día de haber parido.

Aquí hay algo que no concuerda. En programas de televisión, en realities, nos gusta que la gente sufra con malos muy malos, al estilo Aida, y con poligoneras que son verdaderas tiranas, y luego, en nuestra realidad, ¿somos más de ideas cristianas de los años cincuenta al estilo del Consultorio de Elena Francis?


Lo dicho, no me voy a separar de mi señal de “peligro, suelo deslizante”, no por miedo a caerme, sino para evitar debilidades como pergeñar "accidentes" amañados...

*FOTO: DE LA RED

jueves, 12 de enero de 2017

¿FOTOGRAFIA A UNA D-GENERACIÓN?


Siempre se ha dicho que una fotografía vale por mil palabras, pero hoy, en este post, vamos a hacer al revés. Hablaremos sobre una auto-foto (selfie), o  incluso podríamos denominarlo “autorretrato”, que se ha hecho viral por Twitter, y como si fuéramos un Sherlock Holmes cualquiera, le haremos una especie de autopsia honoris causa.

¿La autora?

Una tal “Alyssa” (porque presumiblemente puede ser un apodo), de Nueva Orleans.

Muy importante el pie de la foto o, mejor dicho, el tweet o mensaje que explicaba la imagen (foto que acompaña a este texto), y que traduciéndolo libremente del americano, sería:

-Voy de cena, porque necesito una excusa para vestirlo.

Escrito el 23 de Diciembre pasado y se ha hecho mundialmente comentado por el desastre que se muestra en su habitación, y por el tipo de comentarios recibidos, que van desde “¡Por Dios! Mirad esa habitación. Rezo por quien se case contigo”, los que analizan cada objeto que está almacenado en el suelo, y hasta los que le preguntan “Si también necesitas una excusa para ordenar la habitación”.                                                                               

Pero quizás, si cabe, es mucho más clarificador de la manera de pensar de esta joven, el mensaje que da, en una de las líneas que acompañan a su “perfil”:

“… probablemente no estaré interesada a menos que tengas un doctorado”.

Antes, normalmente, cuando te sacabas, o dejabas que te sacaran, una foto, estaba en un contexto, una reunión, una cena, unas vacaciones (casi como prueba para que vieran que realmente estabas allí). Ahora, cuando la foto digital no cuesta nada, porque va en el importe del teléfono, el paisaje no importa, solo el egoísmo del yo.

No soporto cada vez que voy por la calle y veo a jovencitas que se paran, sin comprobar si a alguien le cortan el paso, por esa necesidad insoportable de sacarse un selfie, e inmediatamente, sin decirse nada entre ellas, automáticamente todas sacan morritos, levantan una mano para dejar alzados dos dedos, o incluso uno, y comienzan a contonearse mientras se ponen de perfil. Tengo la sensación de que me he perdido alguna señal, y estoy en la mitad de “una alfombra roja”, siendo yo la noticia al entrar con esas pintas de ser un hombre ¿normal, o anormal?

La joven en cuestión, Alyssa, en ningún momento había reparado en cómo tenía la habitación. Como se diría en mi pueblo, a lo mejor lo ocurrido le ha hecho “caer del guindo” del caos que le acompaña, y más que probable que no sea solo en su habitación. Aunque por aquello de piensa mal y acertarás, siguiendo con la aparente manera de pensar, y que la Tierra no gira alrededor del sol, sino de ella, está todavía más contenta, y las tomaduras de pelo recibidas, las ha transformado en envidia por parte de los opinantes.

Quizás todo tenga su origen en una mezcla de varios motivos:

-Esas ganas que todos tenemos, como padres, de que nuestros hijos no pasen por lo que nosotros pasamos, y se lo pongamos todo muy, muy fácil.
-Esa manera de entender la relación entre padres e hijos  y que se traduce en “somos amigos”.

-La manera que explican “qué es ser joven” especialmente en la televisión, y que en España tiene su mejor escuela en los ”realities” de la “Cadena Alegre”: culto al cuerpo, a las descalificaciones, al dinero fácil, al estudiar para qué, “y yo voy con la verdad por delante”.

De todas maneras, y tal como están las cosas, en cualquier momento recibiremos una foto de un amigo/a, que estando, por ejemplo, en París, nos diga: Junto a mi tiene la suerte de estar una tal Torre Eiffel.

Llevo dándole vueltas a este tema desde hace dos días, en cuanto me enteré del asunto, y quizás, como muchas veces, mi subconsciente en forma de sueño, ha hablado por mí esta noche:

Estaba, por lo que recuerdo, en un velatorio, y no sé por qué, ya que creía, durante el propio sueño, que no se debía de hacer porque lo veía irreverente y fuera de contexto, alguien tuvo la idea  de que nos sacáramos una foto, como dirían en una película con doblaje sudamericano, “con el finado”, cuando de pronto, el muerto saca morritos, se yergue mirando a la cámara y sonríe mientras levanta su brazo derecho con el signo de la victoria.

¿Increíble? Tan increíble me hubiera parecido hace menos de diez años, todo lo que está ocurriendo con ese culto al “yo” y al dinero fácil, frente a la cultura y a la honestidad.

¿Y el futuro va a depender de gente como aparenta ser Alyssa?...
Quizás no debiera haber hecho esa pregunta, porque no quiero saber la respuesta...

*FOTO: DE LA RED