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lunes, 25 de julio de 2016

UN SELFIE OLÍMPICO



En la mayoría de los periódicos de ayer se puede ver una instantánea, en las versiones digitales adjuntan la secuencia completa en vídeo, de un hecho que desgraciadamente ya no es insólito, pero al menos para este vecino del mundo, sigue dejándole anonadado cada vez que ocurre algo parecido. 


Durante el paseo de la antorcha olímpica por las calles de Sao Paulo ocurre un accidente entre alguna de las motos y bicis que conforman la comitiva, e inmediatamente un montón de gente acude a ayudarles, excepto un hombre, que sólo ve en lo ocurrido un momento pintiparado para sacarse un selfie.



Este vecino del mundo espera que al verse, este individuo, captado por las cámaras de la televisión, cuando menos haya dicho un “tierra trágame”, y en el mejor de los casos se hayan cumplido sus deseos, y a estas horas esté practicando espeleología en una cueva sin salida, porque ha demostrado ser tan egocéntrico que necesita un sitio para estar él solo, para siempre.


Sin embargo, el selfie de los selfies, éste metafórico, ocurrió a primera hora de la tarde de ayer, hora española, cuando el Presidente del Comité Olímpico Internacional (C.O.I.), el Señor Thomas Bach, decidió delegar eventuales medidas generales de expulsión a las federaciones de cada deporte. Pareciera como si ELLOS, así con mayúsculas, solo estuvieran, presuntamente, para comilonas, viajes, repartos de beneficios, y muchas, muchas sonrisas.  


A pesar de que el antiguo director del laboratorio de Moscú, el Señor Grigory Rodchenkov, descubrió el pasado mayo la existencia de un "aparato estatal" para ocultar resultados de análisis que daban positivos, y aunque las investigaciones del abogado Richard McLaren confirmaron en julio su gravedad, el COI sonríe a la presión rusa, y ofrece una solución-resolución mucho más liviana; y de paso, deposita la patata, más que caliente hirviendo, a cada una de sus federaciones.


A este vecino del mundo el comportamiento del COI le recuerda muy mucho, y lo dice por experiencia propia, a esos directores de hotel, que se fijan en la superficie, que lleves el uniforme impoluto y bien peinado, pero que cuando hay problemas reales con algún cliente, él no aparece por ninguna parte para ser consultado, y tú, el trabajador de turno, tiene que tomar decisiones frente al cliente. Luego, más tarde, cuando todo se ha solucionado, el director, se erige en juez, y sanciona la sentencia, y como mucho, nunca te lo agradece, sino que te perdona la vida.


El COI ha hecho como el individuo de Sao Paulo, se ha puesto de perfil, y como dice el vulgo, y nunca mejor dicho, ha pasado olímpicamente de todo su entorno. Y es que los políticos, por mucho que algunos lleven los aros olímpicos, presuntamente se entienden.


Este vecino, sólo esperaría, que a partir de este momento no se hable nunca del espíritu olímpico, ya que como mínimo, éste, ha sido secuestrado, y el espíritu siempre tiene mucho que ver con la libertad.



*FOTO: DE LA RED



lunes, 6 de mayo de 2013

EL OLOR DE LA PRESENCIA


Hay muchos momentos de nuestra vida que se pueden resumir en un olor. Y al revés, que merced al olor que en un cierto momento te puede vestir, te traslada inmediatamente a algún otro momento vivido.
El olor a pólvora siempre me ha traído el inequívoco recuerdo de la víspera de los Reyes Magos. El olor de la cabalgata de mi pueblo, producida por la combustión de las antorchas que portaban las filas de pajes desfilando antes de cada rey.
El olor a puro, también retrotrae a este vecino del mundo, que nunca ha fumado, pero sí recuerda a su padre fumando uno después de una buena comilona en la celebración de cualquier fiesta, y como buen hijo de alguien nacido en el pueblo de Azpeitia, y de entendible afición taurina, en un pueblo que posee una muy bonita, aunque pequeña, plaza de toros, tardes en el tendido de sol en las fiestas de San Ignacio.
Y lo mismo que hay olores con buenos recuerdos, los hay también que viajan con malos recuerdos incorporados, como el olor a asepsia en un hospital, acompañando a un familiar enfermo, porque en contra de lo que se pueda pensar, la asepsia huele, lo mismo que el agua, que siempre nos han enseñado que es insípida, tiene sabor.
Y quizás en esta vida lo peor sea oler algo que no te traiga ningún recuerdo, es como las personas que no te sugieren nada, aunque sea bajos instintos.
En esta vida al final lo que cuenta no es el dinero, sino los buenos recuerdos que te llevas, y que dejas tan bien. Siempre se ha dicho que no hay más pobre que aquel que solo tiene dinero, aunque es probable que el que diga eso, nunca haya tenido la posibilidad de comprobarlo.
Tras un cierto olor a podrido, una flor en la nariz hace que los aromas otrora medio olvidados y que están recubiertos del polvo del olvido, brillen con más fuerza.
Lo más triste en esta vida es el pasar por ella sin significar nada para nadie, y que nadie te recuerde ni para bien ni para mal, el bañarse entre dos aguas, sin definirse por ir al Norte o al Sur, por nunca dar con el puño sobre una mesa para dirigir las miradas de los demás a la boca por la que surgen tus derechos.
Tiene que ser terrible que detrás tuyo solo quede un cierto olor a nada. 

*FOTO: DE LA RED