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jueves, 29 de marzo de 2018

LA SIGUIENTE BURBUJA...



Sería sobre las once y media de la noche de este martes pasado (27 de Marzo), en uno de esos programas que tratan en profundidad temas actuales. Hablaban sobre los nuevos barrios de Madrid. Esos mismos que se han llenado de pisos de un cierto nivel de hace unos ocho años para aquí.

Entre los propietarios de las tiendas y los nuevos vecinos comentaban que se rifaban, es un decir, los pisos en alquiler. Que en menos de tres horas un piso recién anunciado con cartel en fachada, ya era alquilado. Y un matrimonio joven, con cuatro hijos, comentaba que se iban a cambiar de casa, y que en su momento se habían planteado vender la suya. Pero al ver que todos sus conocidos al decir sus planes, les proponían comprarsela, ese detalle, comentaba la mujer con cara de “a-mi-no-se-me-escapa-una”, les había hecho hacer números y a decidirse por comprar la nueva casa alquilando la anterior.

Y nadie del programa, ni ninguna voz en off, advirtió el hecho de que ese fue uno de los orígenes de la anterior burbuja inmobiliaria. Una cosa es que no aprendamos de hechos ocurridos hace muchos años, pero de algo tan reciente, me produjo mucho miedo.

Quizás la gran diferencia con la burbuja anterior es que, en aquella, comprar, vender, o alquilar, lo hacían todo tipo de gentes. Ahora no; todo el tiempo las personas que salían, o se hablaba de ellas, eran casi-de alto standing. Jóvenes matrimonios en los que trabajan los dos, o bien en consultorías, inmobiliarias…

Quedó patente en el citado programa de que ya una parte de España ha quedado fuera del “mercadeo”, y la siguiente burbuja, que visto lo visto, se volverá a repetir, a más de uno le dejará en harapos, y mirando al sur, que ya no está en África, sino entre nuestros vecinos y llamando a nuestra puerta.

Triste y sin solución cuando los ciegos somos nosotros…

*FOTO: DE LA RED
 IDEA Y TRUCAJE: PATXIPE

viernes, 10 de octubre de 2014

UN TRUCO PARA SABER SI ESTÁS VIVO, O LA FILOSOFÍA DE SALLY BOWLES


No hace falta decir que en esta sociedad actual en la que precisamente ahora se puede hablar con gente de todas partes del mundo en décimas de segundo, lo que falta precisamente es comunicación.
Todo el mundo mueve el culo por lo suyo, y nada más que por lo suyo. Vas caminando por la acera de una gran ciudad y si en ese momento hay doscientas personas delante y al lado tuyo, en realidad hay doscientas islas. Nadie tiende puentes. Por eso es necesario que cada uno actúe muchas veces como su propio psicólogo de cabecera. De hecho, una de las razones para crear este blog, y siempre que viene al caso, no me duelen prendas en reconocerlo, es que me sirviera de terapia para hablar conmigo mismo, soy poco accesible, lo reconozco, y si de paso podía servir de ayuda, o solo de triste y melancólico “pasatiempo”, pues eso…que menos da una piedra.
Recuerdo que con unos dieciséis años, y con los problemas de comunicación correspondientes, ya que, con esa edad, no eres ni niño ni adulto, me refugiaba en el cine, una de mis grandes pasiones. Un día vi la película “Cabaret”, un musical espléndido por cierto, y en ella Sally Bowles, encarnado por una dura y frágil Liza Minelli, en un momento dado cuenta su, digamos, “truco de cabecera” para soltar todas sus tensiones, y es el aprovechar el paso de los ruidosos trenes por la noche para ponerse al lado y gritar con todas sus fuerzas.
Siempre he pensado que los buenos “trucos”, “consejos”…son para copiarlos, y nunca he gritado al paso de un tren, pero ¿quién no lo ha hecho en grandes aglomeraciones, como un partido de fútbol, por ejemplo, para soltar todo lo que llevas dentro, aunque lo pague, y es una pena, la madre del árbitro?
Desde que vi la película “El sexto sentido”, y en este punto quizás me voy a convertir en cierta manera en un “spoiler”, o estropear el final de la citada película, tengo la sensación de que, llegado el caso, puede ser difícil distinguir entre si simplemente estás muerto o  la gente de alrededor no te hace ni puñetero caso.
Por eso, aprovechando la filosofía de Sally Bowles, y utilizando las posibilidades que tengo a mi alcance, esos días, especialmente lluviosos, o desagradables, en los que no te saludas ni a ti mismo, salgo a la calle y muy cerca hay una entidad bancaria. Intento entrar en ella, y... automáticamente la puerta se abre. ¡Ya está! Aunque nadie me lo quiera reconocer…¡Sigo vivo! Que no es poca cosa, en estos días inciertos. Y ya me puedo ir para casa, o para donde estime conveniente.
Espero que todo esto, lo hayáis leído bajito, porque para una cosa, y tan importante, que la banca te ofrece gratis, como que se abran las puertas de sus establecimientos, es mejor que no se enteren que pueden tener también una utilidad, digamos que existencial.  No sea que nos quieran cobrar también por eso, y seguro que bien caro.

*FOTO: DE LA RED