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viernes, 21 de febrero de 2014

¿Hablas conmigo?

Pasan los días, uno tras otro, y la uniformidad  no es que te invada, sino que ya eres un auténtico monumento a la monotonía. Esperas que algo nuevo venga a tu puerta, pero o “lo nuevo” no encuentra dónde vives, o no existe. Quizás, en el fondo, sabes que lo nuevo, si lo hay, está dentro de ti, y eso un día lo vas a tener que admitir.
Cualquier día de estos, este vecino del mundo se va a liar la manta a la cabeza y va a vivir peligrosamente, aunque sea unas horas, y aunque en lugar de sangre en las venas lleve cazalla, que nunca ha probado pero que suena como muy rompedor, por lo menos para la salud.
Seamos sinceros, siempre vendemos nuestro lado políticamente correcto, pero quién no ha utilizado nunca su bañera como improvisado mingitorio mientras se está duchando, y luego no lo reconoce. Quién no se ha mirado nunca al espejo componiendo caras de difícil explicación, o como poco imitando a Robert de Niro en Taxi Driver mientras se pregunta: -¿Hablas conmigo? ¿Me lo dices a mí?
En el fondo, sabes que hay mucha gente, tú entre ellos, que no hace lo que quiere hacer, sino lo que se espera de ellos. No sabes quién es el que espera, pero siempre se ha dicho que se espera de ti que te portes como se debe, aunque a ciencia cierta nunca has sabido cómo es eso, aunque tienes la certidumbre de que eso equivale a una vida gris y sin sobresaltos.
Un día te vas a liar la manta a la cabeza, o el edredón si hace falta, y le vas a decir a tus amigos que estás harto de que te hablen, porque ya huele, de Status Quo, de Rolling Stones, que si ellos son viejos roqueros que te parece bien, pero que a ti te siguen gustando Abba, e incluso Mecano. Y es muy probable, que el único sorprendido vas a ser tú, porque ellos, aunque nunca lo admitiste, seguro que ya lo saben.
Lo dicho, hoy mismo, porque no lo vas a dejar para mañana, por si la amnesia te alcanza, vas a salir a la calle, rompiendo el silencio nocturno, mientras cantas a voz en grito, y pronunciando todas las letras, ya que el torero cuando lo hacía, pronunciaba todas las letras, “Toda, toda, toda”. Porque eso es lo que verdaderamente te pone. Eso, si primeramente encuentras la manta para poder liartela.

*FOTO: DE LA RED