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lunes, 3 de febrero de 2014

RESTOS DEL NAUFRAGIO

Ayer, domingo, fue un día bajo el signo de la reflexión.
En Donosti, sus habitantes reflexionaban sobre la fuerza de la naturaleza, y que ni se le pueden poner puertas al campo, ni diques al mar, que como dijo uno de sus habitantes, Raúl Guerra Garrido, en una de sus novelas, “La mar es mala mujer”, y parece que estos días está queriendo demostrarlo.     

La playa de la Concha estaba llena, por la mañana, y coincidiendo con la marea baja, de familias que se dedicaban a pasear por los restos del naufragio, mientras este vecino tuvo la oportunidad de oír varios “¿aitá, y por qué ha pasado esto?”   Lo cual es una manera de complicarte la mañana, y recordarte que ser padre, o madre, es algo más que ser acompañante o vecino del niño.
Por la tarde, y ya otra vez con marea alta, queríamos ser  testigos de la lucha, desigual, por cierto, entre los diferentes puentes a lo largo del Urumea, y el agobio de agua salvaje, mientras éramos sorprendidos por la actuación de varios jóvenes que lejos de inquietarse por el hecho de que la mar, el mar, mostrara su otra cara, aprovechaban “el evento”, como ellos lo verían, para coger unas cuantas olas en su tabla de surf entre puente y puente.
Se tardará mucho tiempo, y costará mucho dinero, en que las heridas de lo sucedido puedan restañar.
Mientras, en Valladolid, el Partido Popular en pleno, reflexionaba sobre lo que deben ser y tienen que hacer. El problema que este vecino denota, ideologías aparte, es que el Señor Rajoy nunca sería un buen actor, entre otras cosas por el problema de dicción que tiene, y no se le puede tomar en serio en su papel de caballero del partido arengando a sus tropas, para librar su última batalla antes de las europeas. Nunca será un William Wallace, ni siquiera Mel Gibson haciendo de él, tan solo se queda en Chiquito del PP. 
En otro lugar, Madrid, a eso de los ocho de la noche, cinco mujeres, activistas de Femen, con el torso desnudo y al grito de "aborto es sagrado", se empeñaron también en que el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, reflexionara sobre ese tema, cuando se disponía a entrar en la parroquia de los Santos Justo y Pastor, en la calle de la Palma. Es triste pero seguro que desde hace tiempo es la vez que Rouco Varela ha estado más cerca del pueblo y ha podido, aunque lejos de su deseo, palpar parte de la opinión del mismo. Y quizás se haya dado cuenta, también, de que no todo el “rebaño” es de derechas. Aunque seguro que él no entiende de derechas y de izquierdas, y solo lo ve como aquello que se salvarán, y los que no.
Y es que hay domingos que ante la pereza y tranquilidad que se les presupone, te sorprenden, y te hacen pensar. Y el de ayer fue uno de ellos.

*FOTOS: PATXIPE