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miércoles, 27 de agosto de 2014

PERET, UNA LÁGRIMA EN LA ARENA DE NUESTRO RECUERDO

Para todo aquel, que como este vecino ya haya pasado de la cincuentena, Don Pedro Pubill Calaf, Peret, fallecido hoy, pertenece indefectiblemente a su banda sonora, y a esas películas de principios de los setenta, que más que con la rumba catalana, su mejor representante, se jugaba con las piernas y algo más de la coprotagonista.
Para este vecino, decir "Peret" es recordar los catorce o quince años, y el primer cassette portátil, las fiestas de los pueblos, y los autos de choque, con sus canciones sonando a todo trapo.
Decir Peret es recordar a un cantante de raza gitana y aire pícaro,en  aquel show rodado por el más conocido de “nuestros” realizadores televisivos, Valerio Lazarov, poniéndole zoom a sus rumbas más representativas, a sus palmeros y aquel coro de dos mujeres que parecía que desafinaban, pero sin el que Peret era menos Peret.
Porque Luis Aguilé, Manolo Escobar, y Peret forman parte de nuestras canciones y recuerdos  de verano, de una televisión blanca, aunque fuera en blanco y negro, y los tres nos han ido dejando, quedándonos huérfanos de referencias.
Para los nacidos en los sesenta, Peret significa aquel cantante que nos representó en el Festival de Eurovisión de 1974, y que nos decía en imperativo “Canta y sé feliz”, cuando en ese festival no participaban tantos países como ahora, ni había tanto “amiguismo” ni “friquismo”.
Peret, a los que ya han cumplido la treintena, les recuerda la ceremonia de clausura de las Olimpiadas de Barcelona, su Barcelona, y la voz de Constantino Romero, también ya desaparecido, pidiendo por favor, en varios idiomas, que los participantes al mismo se bajaran del "tablao". Porque, aunque nacido en Mataró, Peret ha sido y será un icono de Barcelona, de esa cultura abierta a todo y a todos.
Peret era ese giro de guitarra con percusión, que secretamente esperábamos que le saliera mal, para ver cómo disimulaba el trance, pero eso nunca ocurrió. Porque en el ADN de Don Pedro Pubill, estaba hacer lo difícil fácil, y que esas canciones, aunque compuestas o arregladas por él, pertenecieran desde el inicio al pueblo. Ese mismo pueblo que quizás no comprendió el por qué se alejó de las tablas por enseñar la religión, su religión. Entonces aprendimos también que Peret tenía otra faceta muy diferente de las canciones festivas y, quizás algo intrascendentes, y que hasta entonces lo había guardado sólo para él.
Lo mismo que había un Peret dependiendo de la edad del público, había otro de puertas para adentro, y esa inquietud religiosa le hizo dejar, durante mucho tiempo, lo que más quiso hacer, y mejor sabía: cantar y componer.
Descanse en paz Don Pedro Pubill Calaf, ante todo un hombre sencillo  y compositor de sones sencillos pero con algo, con ese alma que también quiso enseñar en recintos sagrados.

*FOTO: DE LA RED