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domingo, 30 de junio de 2013

COMPRENDIENDO A ÍCARO

Ayer era el día D y la hora H para el bautizo de vuelo en globo aerostático de este vecino del mundo.
El 29 de junio del 2013 se presentaba como vulgarmente se suele denominar un día de los cielos.
Sacándole día al día, a la hora convenida, siete y media de la mañana, estábamos todos preparados, junto al bar “La Venta” en Orduña. Resultamos ser cinco pasajeros, tres de ellos miembros de una misma familia, la de Ane (con una sola “n” , y es que la Igartiburu con su doble “n” ha causado mucho mal), un amigo de ellos, y este vecino del mundo. El piloto, como no podía ser de otra manera, resultó ser un gran amante de ese mundo poco conocido del vuelo aerostático.
Desde los preliminares, desenrollando el globo y preparación de todos los artilugios necesarios, nos fueron dando, tanto nuestro piloto como otro componente del mismo equipo, todo tipo de datos.
Este vecino se pudo enterar de que gracias, a esta crisis, los cinco componentes totalmente neófitos del tema, pudimos montar en el globo, ya que su empresa, "Globos Estratos", durante más de veinticinco años se había volcado exclusivamente al mundo publicitario, principalmente haciendo publicidad del mundo bancario, pero estando como esta el tema, desde hace unos cuatro años, habían tenido que variar un poco la filosofía de su empresa, y acercarla hacia los turistas, para poder seguir viviendo de su afición, que además no es nada barata, y que en definitiva es de lo que se trata.
Por encima de las tierras circundantes a Orduña, y con el mismo Gorbea al fondo, tuvimos el privilegio de observar, durante más de una hora, el paisaje como el ser humano raras veces tiene la oportunidad de verlo. A vista de pájaro, la mayoría de las veces no a mucha altura, con lo cual podíamos degustar todo tipo de sonidos, e incluso de aromas, que se ponían a nuestros pies.
Nuestro piloto, del que tristemente no recuerdo su nombre, pero al que siempre tendré en el recuerdo, aunque bastante joven, pertrechado de una gran experiencia y facilidad para la expresión, durante todo el recorrido nos fue dando todo tipo de datos y de información.
Tuvimos la suerte de volar en un globo prácticamente nuevo, era su cuarto vuelo, y que había costado al rededor de sesenta mil euros. Con lo cual se demuestra lo avezados que tienen que ser unos tipos, dicho con el mayor de los cariños, que a estas alturas de la mala película que nos está tocando vivir, siguen invirtiendo en un negocio que así a primera vista al menos, parece de minorías.
Será inolvidable el detalle del champan, fresco y en copa de cristal, como se tiene que beber el champan, servido por el mismo piloto, mientras sobrevolábamos una pared coronada con la figura de una virgen, y tristemente tres o cuatro antenas en el mismo lugar, que intentaban afear el paisaje.
Los pequeños pueblos regados de huertas y ganado vacuno que se alteraba a nuestro paso, parecían maquetas sino fuera por el olor a verdad que se impregnaba en nosotros.
Tras la recogida de todos los bártulos, nos reunimos en un bar del mismo Orduña y entre pinchos y bebidas, intercambiamos opiniones y sobre todo sensaciones que quedarán en nuestro recuerdo para siempre.
Como no podía ser de otra manera, el equipo organizador, cuidando el detalle al máximo, nos entregó en el último momento un diploma atestiguando nuestro bautizo en globo.
Este vecino en algún momento piensa repetir experiencia, pero esa vez me la quedaré solo para mi.
Un día inolvidable para un viaje inolvidable.

*FOTOS: F.E. PEREZ RUIZ-POVEDA