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jueves, 5 de septiembre de 2013

URDANGARÍN, EL COLA-CAO, Y LA MARIPOSA

Recuerdo que mi madre siempre ha dicho que el “trabajo” de un niño es jugar. Por esa regla de tres, y ya es cosecha de este vecino del mundo, un joven normalmente tiende a ser, y para que nos entendamos, de izquierdas, queriendo dar la vuelta al mundo, literalmente y en el planteamiento de la sociedad actual, como si fuera un colador de esos antiguos para el café. Sin embargo, a medida que uno va adquiriendo algo de propiedad va tendiendo más a la derecha, a señorito/a de su cortijo.
Por otra parte, con respecto al corazón, se pasa de aquel amor platónico, y del contigo pan y cebolla, al hoy nos queremos tu y yo, pero mañana Dios, o el que sea, dirá.
A medida que uno va peinando canas, e incluso va dejando de peinarse porque no hay nada que peinar, va ampliando su diálogo consigo mismo delante del espejo cada mañana, y lo que hace años le parecía un anatema ahora ya no lo es tanto.
Cada persona tiene sus alarmas, y estas van sonando cada vez que hace algo que no está bien con su planteamiento vital. Sin embargo, poco a poco se van trucando esos límites, con todo tipo de excusas, como si el vecino lo hace por qué yo no, o si al final me voy a arrepentir por no haberlo hecho.
Todo esto viene a una encrucijada vital por la que estoy atravesando...
En mi casa, en la de mi madre, se ha tomado siempre cacao para desayunar, es decir, el Cola-Cao de toda la vida, aquel que como decía la celebre canción del negrito, es un desayuno y merienda ideal. Pues desde hace un tiempo, en mi casa, en la de la Nuri, con los aires nuevos de los miembros más jóvenes de la familia, han entrado también ideas nuevas, y con ellas el caos en forma de desayuno con Nesquik. Este vecino no tiene nada contra esa marca, pero se ha perdido ese gusto a pegada del boxeador y sprint del ciclista de la canción del Cola-Cao. Ésta es una bebida del pueblo, del albañil que se cuida, y la otra ya es más del señorito después de un día de pecado.
Además, no nos engañemos, Nesquik tiene acento suizo, y personalmente Suiza me recuerda a Urdangarin y compañía, y como que a este vecino se le revuelve el estómago y se le dispara la tensión, aunque es curioso que esa familia también tenga todos los boletos para que sean clientes del Cola-Cao por aquello de que parece que, presuntamente al menos, les gusta chupar del bote. Será el denominado “efecto mariposa”, ese que dice que el aleteo de una mariposa puede provocar un tsunami al otro lado del mundo. En la picaresca española sería algo así como si meten muchas personas la mano en caja ajena para llevárselo crudo, al final solo quedará la caja y el paisano de turno que pasaba por allí, y al que se le culpará por haber vivido alegremente en compañía de los suyos.
Por todo lo anterior, no voy a dejar de tomar Cola-Cao por la simple y comprensible razón de que no me da la gana, y por el mismo motivo que aunque no es políticamente correcto lanzar un eructo, lo bien que te quedas después es indescriptible, y porque sencillamente este vecino es así porque le sale, vamos, como el eructo.

*FOTO: DE LA RED