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jueves, 30 de junio de 2016

EL ABRIGO DE HANNAH (REVISITANDO "HANNAH Y SUS HERMANAS")



¡Nunca me había pasado!


Como los seguidores de este vecino del mundo ya saben, soy un amante del cine, y como mi poder adquisitivo, con esto de la crisis es menor que el de un niño de cinco años, me tengo que conformar, la mayoría de las veces, con ver cine por televisión, que no es el mejor de los panoramas.


Ayer volví a ver, “revisar” dirían los pedantes, esa gran película que es “Hannah y sus hermanas”, de un Woody Allen más ácido, irreverente y juguetón que nunca. Y como ya avanzaba en la primera línea, nunca había sentido la sensación que tuve ayer.


En realidad, fue como volver a ponerme un abrigo que no había usado desde 1986, fecha en que ese film se estrenó en España. Y en él, en esa prenda, se habían quedado impregnados sentimientos y recuerdos de aquel momento. Y el cómo sentía la película y sus personajes entonces, y  poder compararlo con el "ahora".


Especial mención a Michael Caine y a su personaje, marido de Hannah (Mia Farrow), Oscar al mejor actor de reparto. Ni que decir tiene que soy un seguidor suyo desde hace muchos años. Y leer su personaje desde la perspectiva de mis, entonces, recién estrenados treinta años, y de los sesenta de ahora, no tiene nada que ver.


Lo que antes podía entender como “inquietudes” de alguien que se considera así mismo como culto y cultivado, ahora solo lo he podido ver como un cobarde y un desertor que ante una buenísima persona y una auténtica joya como es su mujer, no duda en sacarle unos cuernos como los de un Miura, nada menos, además, que con su hermana (papel interpretado por una Barbara Hershey que llevaba ventaja al basar su personaje en el terreno de la hippie que siempre llevó dentro).


El problema que desde hace unas pocas semanas llevaré por siempre cada vez que piense en Michael Caine, es esa salida del armario que con relación al Brexit se convirtió en un sólido defensor para “salirse del continente”. Que con su pan se lo coma. ¿Que eso no tiene que ver nada con su faceta de gran actor? Él mismo aprovechó su imagen para arrimar el ascua a su sardina. Y ya se sabe que las sardinas huelen mucho, y él llevará por siempre impregnado ese peculiar olor. Lo dicho, que con su pan se lo coma…


Como gran cineasta y artista, las fronteras, en el caso de Woody Allen, entre su vida y su trabajo son tan difusas como para rodar en el piso de la familia de Mía Farrow mezclando realidad y ficción, utilizando para ello actores/personajes que son tan reales como la mismísima madre que parió a la entonces pareja del Señor Allen, Maureen O'Sullivan. E incluso durante esas comilonas del Día de acción de gracias, esos niños que llenan todos los espacios, y que es la familia real de Mrs. Farrow.


En realidad, aunque el Sr. Allen en la mayoría de sus películas se interpreta así mismo, en Hannah encontramos al Woody más Allen que nunca, todo dudas e histerias que le ayudan y perjudican en sus trabajos.


Especial mención merece también la tercera hermana, y no por eso la última, de Hannah, interpretada por una Dianne Wiest (en su mejor momento de esa especial belleza que siempre ha tenido)  que nunca le ha podido sacar más rédito a sus colaboraciones con Mr. Allen, ya que tiene dos Oscar como “actriz de reparto”, y los dos con él (precisamente en “Hannah y sus hermanas”, y en esa también gran e hilarante película como es “Balas sobre  Broadway”).



Totalmente convencido de que muchas de las anécdotas que se cuentan/intuyen de esa familia de Hannah y de los problemas que pueden venir de gente que siempre se ha dedicado al espectáculo, en su momento se las confesó su pareja,  y a éste le faltó tiempo para que formaran parte del “atrezzo” que da más vida y realidad a una historia que siempre quedará ligada a un Nueva York más Allen que nunca, y a todos los espectadores que entramos en casa de Hannah, y por siempre nos quedaremos a su “abrigo”. 


Por cierto, y ya para terminar, la historia y su "look" han resistido al tiempo mucho mejor que, desgraciadamente, la mayoría de sus espectadores.



*FOTO: DE LA RED

lunes, 14 de julio de 2014

EL LOCO DE LA SUDADERA ROJA

Como alguno de mis lectores me ha contactado por e-mail privado preguntándome por qué este año no he comentado nada sobre los sanfermines, he repasado mis notas, frase que siempre suena como muy sesuda, y en realidad de los prácticamente cuatro años que pronto se van a cumplir de este blog, solo lo he mencionado en los sanfermines de 2011 (http://patxipe.blogspot.com.es/2011/07/los-sanfermines-de-tu-vida.html).
No es ni mucho ni poco, este vecino del mundo no tiene ninguna regla fija sobre ningún tema, ¿el único requisito indispensable?,  le tiene que salir de las tripas la necesidad de hablar de algo, y en estos sanfermines, hasta este último encierro, no ha habido en realidad nada que añadir a lo ya comentado en el mensaje mencionado arriba, y que, aunque esté mal el decirlo, tanto gustó en su momento.
Este año con la innovación en las retransmisiones en directo por parte de Radio Televisión Española, de las imágenes tomadas por la cámara colocada en una tirolina, las calles de Pamplona ya son un estudio completo de televisión, en donde lo ocurrido en décimas de segundo, esa danza entre la vida y la muerte  que comienza con el chupinazo indicando las ocho en punto, tiene el más alto contenido estético.
Y quizás, tanta belleza formal y alegría en las calles, nos haga olvidar que el peligro puede aparecer en cualquier momento. Y las escenas vividas en el último encierro de esta misma mañana con los famosos Miura, dos heridos por asta de toro y cuatro traumatismos  vuelven a poner al "ritual" de los encierros en Pamplona en el lugar que le corresponde. Ese vértice donde se juntan la tradición, el peligro de unos animales que en el fondo lo único que hacen es defenderse, y la atracción que siempre tiene todo aquello que en sí es peligroso. 
La noticia del día, sin embargo, son esas imágenes en las que un toro se ha cebado con un mozo, que además estaba en cuarta o quinta fila mirando en uno de los lados de Mercaderes, y que tras levantarse el mozo de una impresionante primera envestida ha seguido tras él, arrinconándole contra el vallado. Por lo menos tiene una herida por asta de toro en una pierna.
Sin embargo, las fiestas que precisamente terminan hoy mismo, no se recordarán por la tirolina mencionada, ni seguramente por el mozo empitonado, sino por el año en que también se introdujo el “selfie” o la auto-foto delante de unos astados de más de quinientos kilos.
Concretamente el encierro del viernes pasado, con toros de Jandilla, pasarán a la historia por un descerebrado con sudadera roja que en al menos dos ocasiones intentó sacarse una auto-foto delante de los astados, poniendo en peligro su vida y la de los que tuvieron la desgracia de compartir “escena”. Se ha comentado que le ha caído una multa de mil quinientos euros. Lo que ocurre es que hay gestos irreflexivos que pueden cambiar el rumbo de una vida o de muchas, que por suerte, o por el capote de San Fermín no ha sido este el caso, y ya de nada serviría una multa.
Si el loco de la sudadera roja se sacó la foto para inmortalizar el momento, se merece por ejemplo, ser seguido por una especie de cobrador del frac, durante un tiempo prudencial,  pero en su versión “el recordador de la memez infinita”, con alguien que vestido de payaso con sudadera roja siempre le siga con una foto de un metro por un metro reproduciendo el peligroso selfie, a todo color y en mate, para evitar destellos que puedan distorsionar la imagen, para que nadie se olvide de su “hazaña”. ¿Demasiado duro? Algunas veces la realidad es más dura, lo hemos comprobado esta misma mañana, y eso que el santo ha puesto mucho de su parte para que nada irreparable pudiera ocurrir.
¡Viva San Fermín!


*FOTO: DE LA RED