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martes, 26 de enero de 2016

UNA FOTO, MIL PALABRAS, Y UN DISGUSTO



Este vecino del mundo hubiera deseado pasar de soslayo  así como no viendo, como sin ser visto, por la noticia de ayer y hoy, pero algunos de mis lectores, y por correo interno, me han preguntado que qué opino de esa ya famosa foto de un Fran Rivera Ordóñez toreando una vaquilla con su hija de cinco meses en brazos.


Y aquí me encuentro ahora a puerta gayola frente a un tema  que cuando menos resulta incómodo. Diría, intentando escurrir el bulto,  que la foto está muy bien sacada, y se ve todo clarísimamente, siendo explicita en sí misma. Pero me imagino que en realidad no es eso lo que quieren saber.


En la práctica, y en un tono distendido no queriendo ofender a nadie, es todo muy cansino, porque desde ya digo que no creo que se llegue a nada, y como mucho, en el argot taurino se describiría como sólo una faena de aliño. Yo desde luego no lo hubiera hecho, pero quizás, lo acaecido es lo que ocurre cuando se ve todo desde el lado de la mística, y no bromeo.


Ya sé que ni estamos hablando de Santa Teresa de Jesús ni de San Juan de la Cruz, ni si quiera de la Madre Teresa de Calcuta, pero en cierta manera, como ellos, Don Francisco Rivera ha trascendido de un oficio, el suyo, a la búsqueda de algo místico. Un torero, "un maestro", tiene mucho, en su oficio, de ritos y costumbres, de trascender, y lo que hizo el hijo de Francisco Rivera Pérez, "Paquirri", es una especie de bautismo para un hijo/hija de torero, y proveniente, además, no solo de una saga, sino como mínimo de dos, Los Rivera y Los Ordóñez.


Quizás, lo curioso del caso, es que muchos de los que se han podido quejar, pueden provenir de una zona de España, y espero que se me entienda, dicho con todo cariño, en la que son capaces de robar “a una Virgen” en plena madrugada para ser los primeros en pasearla, y en esa misma ceremonia, abarrotada de gente, ofrecer a sus hijos por encima de esa misma muchedumbre para poder besar la efigie.


Habrá otros que también, seguro, se habrán quejado por parecerles algo horrible, con su punto de machismo. Sin embargo, desde hace muchos años, esas mismas personas que ahora están opinando, hacen que sus hijos admiren, ¿y disfruten?, de otra ceremonia, como puede ser la de los encierros, de San Fermín, y de cualquiera de las múltiples ciudades y pueblos de España. Y que puede tener su punto de rito, con la muerte al fondo, y de machismo soterrado o no, de unos mozos que pueden llegar a ser una suerte de novios, o quizás tan solo, amantes de una muerte que se pasea a primeras horas de un día que quiere ser  de fiesta, y tiene mucho de tradición, llevada también a las Américas por un escritor que era sobre todo aventurero; y de allí, de vuelta, encarnada por una multitud de turistas ávidos de emociones fuertes.


Todos nos creemos ahora, con la excusa de esa foto, poder ser árbitros de la manera de vivir de alguien, un famoso en este caso, y cuando cerremos la puerta de nuestra propia casa, viviremos nuestra vida de acuerdo a nuestras normas y tradiciones.


Ese defensor del pueblo andaluz, se pegará o no unos cuantos brindis al sol y al final, aquí paz y después gloria, porque está en nuestra idiosincrasia esa suerte de rebeldía y originalidad, por la cual nuestra vida es nuestra, y nadie tiene un por qué para regirla de otra manera, porque eso además tendría un nombre, más cercano a la dictadura que a la libertad de poder equivocarse.



Siempre se ha dicho eso de que una foto vale más que mil palabras, en este caso esta foto habrá originado más de mil coloquios, como mínimo un disgusto, y muchas adhesiones entre sus propios compañeros de profesión. Y, lo dicho, mañana será otro día en el que también desearemos juzgar otra vida, mientras la nuestra discurre por las sombras que da el anonimato. 


*FOTO: DE LA RED