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martes, 3 de diciembre de 2019

LO CARGA EL DIABLO...



Ahora vivimos en lo reiterativo. Es la única manera de explicar lo que me pasó ayer por la noche. 

Me había quedado traspuesto como una Santateresa cualquiera, pero en lugar de rezando, viendo la tele, y al irme a continuar el empalme con el reino de Morfeo, pero ya en plan homologado con cama y todo, pasé un momento por el frigorífico de cabecera, porque junto con la Farmacia es lo único que está abierto las veinticuatro horas.

Al abrirlo, salió José Luis Perales, con la mejor de sus sonrisas, ofreciéndome el triple disco que acaba de sacar para así anunciarme además su última gira. Detrás, por el runrún debía de haber mucha más gente, todos hablando de lo suyo, pero acerté a ver en segundo lugar a un Carlos Arguiñano tan campechano como te puedes ofrecer en un hueco de cincuenta por cincuenta con su último libro de recetas. Y detrás de su nuca adiviné, más que acerté a ver, a Cayetano Martínez de Irujo, la clase desde luego resalta aunque solo le dejen unos centímetros, con su libro de “Cayetana a Cayetano”.

Ya he dado orden en casa: hasta que no pasemos estas fiestas navideñas no debemos abrir el frigorífico, y menos por la noche, no sea que nos acusen los vecinos de organizar fiestas ahora extrañas.

Ahora dirán que ha sido internet el que ha acercado el comercio  a las casas… Hace tiempo que nuestra televisión es el nexo de unión  con el comercio, y creándonos vinculaciones con todo tipo de fiestas y similares con  lugares hasta ayer extraños, e internet nos ha evitado quitarnos las zapatillas, y que podamos seguir restregándonos con candidez la entrepierna en la intimidad de nuestra familia o así.

Va a llegar un momento, si no estamos ya en él, en el que primero compremos algo, y luego nos inventemos la excusa. Un San Porque Sí, que unos lo vestiremos con kaiku vasco, sin pompones mejor, que ya nos tocan otras cosas sin que demos tantas facilidades, y otros, por ejemplo, de traje de faralaes, o de corto.

Lo dicho, cuidado con el frigorífico que estos días lo carga el diablo, que alguien lo ha desatado.

*FOTO: DE LA RED

sábado, 12 de agosto de 2017

HABLANDO DESPACITO ...PERO SIN CENSURA


Esta semana, como hubiera calificado  aquel filósofo de la vida que fue Don Julio Iglesias Puga, ha sido “rara, rara”, con la izquierda, muy izquierda, jugando a controlar las llamadas canciones del verano como manera de evitar episodios machistas en su máxima expresión como es la violencia de género.

El problema de que otros intenten hacerte un traje a medida es que por muy bonito que sea, ni lo eliges tú, ni eres libre para escoger el paño, ni el color, o de decidir que, después de todo, no lo quieres, y que prefieres seguir “vistiendo” como te ha dado la gana siempre.

La censura aunque se vista de izquierdas, censura se queda. Se empieza con las canciones que suenan en el verano, "Despacito" en el punto de mira, se le coge el gustito a censurar, y al final, por ejemplo, intentamos tirar por el sumidero prácticamente la carrera completa de todo un creador de personajes marginales como puede ser el gran Joaquín Sabina.

Porque, luego, es otro suponer, y cuando le cojan el gusto al gatillo de censurar, o de guiarnos por el lado que ellos crean correcto, pueden disparar a cualquier lado, y prohibir, por ejemplo, los desnudos en la pintura. 

A medida que vas cumpliendo años, compruebas que la “historia” se repite.  Cambia la decoración, atrezzo, e incluso el color de los protagonistas, pero la intención es la de cuidar a los corderos y guiarlos, porque ellos solos pueden seguir al macho alfa y saltar por el acantilado del sexo, sin permiso ... o todo lo contrario.

Puestos a prohibir, sugiero por ejemplo hacerlo con canciones atemporales, o que oímos cada año muchísimas veces como “Quince años tiene mi amor”, del “Dúo Dinámico” que inocentemente, aunque los censores podrían utilizar el término “sibilino” para cargar más las tintas en lo que sería la descripción de la clara actuación de un “asaltacunas”, por muchos coros chillones que tenga alrededor.

Y, como prueba de que a pesar de la censura, en aquel momento franquista, que no era moco de pavo, siempre se han podido filtrar "burradas", está aquella antigua canción, pero siempre recordada de Juanito Valderrama, “El emigrante”, que comienza diciéndonos “Tengo que hacerme un rosario con tus dientes de marfil…” ¿Eso es incitación a malos tratos, o una simple metáfora más bien desafortunada vista con ojos de hoy?

La mayoría de las veces, y especialmente en fiestas, al oír una canción nos guiamos más por la melodía que por el mensaje. Además, como en todo lo relativo al arte,  lo importante no es la intención del autor, sino del que escruta el mensaje y su mirada.

Todos hemos oído miles de veces esa canción de José Luis Perales que dice:

…¿Y cómo es él?
¿En qué lugar se enamoró de ti?
¿De dónde es?
¿A qué dedica el tiempo libre?
Pregúntale,
¿Por qué ha robado un trozo de mi vida?
Es un ladrón, que me ha robado todo….

Y no, nunca se ha tratado de, diciéndolo suave, un marido celoso, o cuando menos en apuros, sino de un padre, y dicho por el mismísimo Perales, preocupado porque su hija tenía su primer novio.

La educación se debe de empezar en nuestra propia casa, y no dejando todo el trabajo a los profesores, y ellos, los padres, definiéndose como "amigos" de su hijo; desinhibiéndose de tomar decisiones importantes en su educación, pero eso sí, velando por las  bandas sonoras en las fiestas de los pueblos. ¡Un auténtico despropósito!

Un secreto para terminar: Este vecino del mundo desearía no oír nunca más "Despacito", pero no por su mensaje, sino por hartazgo. Porque mensajes lo hay en todo. Otra cosa es que ahora sean otros quienes los quieran mandar, o hacerse oír, pero "esos" tampoco son unos recién llegados...

*FOTO: DE LA RED