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viernes, 12 de septiembre de 2014

LA ARRUGA COMO ARMA

El otro día estaba viendo una de esas películas antiguas, en blanco, negro y multitud de grises, y me pregunté por qué la cicatriz en el rostro es un símbolo de maldad añadida, y si sería motivo por el que su poseedor era “malo”,  o por ser malo le había pasado eso. 
Mucho para hablar todavía del tratamiento que el cine ha hecho de las caras marcadas, y del juego que les ha dado los "recuerdos" de la viruela.
No es la primera vez que ese tipo de pensamientos me ha venido a la mente. Vaya por delante, para los que me acaban de conocer en forma de blog, que este vecino del mundo está cada vez más cerca de la sexta década que del acné juvenil, y que saboreó más que sufrió aquella televisión única, con un único canal, pero que “gracias a ello”, tuvo la suerte de conocer mucho cine, digamos, antiguo, pero que es la base del actual. Y por eso nunca está seguro si los perros bulldog le recuerdan al mítico Edward G. Robinson, o es él el que le recordaba a un perro aparentemente agresivo.
La eterna pregunta de si a uno le “marca” su cara, o tiene el rostro que se merece tallado con el cincel de las copas y sustancias sospechosas.
Con los años nos han vendido la “moto”, y las ropas, de que “la arruga es bella”, pero por otro lado hacen publicidad de cremas milagrosas con jovencitas que acaban de abandonar la leche materna.
Y más imágenes en blanco y negro, donde la oscuridad es el reino del lamento y el olvido, y una Blanche, de “Un tranvía llamado deseo”, luchando contra la apariencia de su “yo” en el espejo, al tiempo que otra vez, la belleza, encarnada ahora en su cuñado, le abofetea en el rostro de su realidad.
Mientras, este vecino del mundo, se observa en su espejo, no metafórico, sino de cristal real, y se nota nuevas arrugas en el cuello, motivadas, según él, por los kilos perdidos en la lucha contra la báscula. –Y luego dirán que adelgazar es beneficioso- piensa mientras emula a Robert De Niro hablando al espejo en “Taxi Driver” -¿Hablas conmigo? ¿Me lo dices a mí?
El otro día estaba viendo una de esas películas antiguas, en blanco y negro, y me descubrí. Juraría además que el protagonista me guiñaba el ojo, mientras me preguntaba:-¿Vives, o aparentas que vives?-. A lo que respondí sin el menor atisbo de duda:-Tengo arrugas, luego vivo.

*FOTO: DE LA RED

jueves, 29 de mayo de 2014

CONJUGANDO PODER

Cuando era niño, este vecino del mundo, al ver las películas, todas en blanco y negro, por televisión, claro, estaba convencido de que los actores ya desde su concepción estaban predestinados a ser estrellas, y nunca se habían codeado con la vida normal y corriente.  Y es que este vecino no se podía imaginar a un Montgomery Clift o a Gary Cooper como personas normales, con sus dolores de cabeza, e incluso sus colitis, o a un Edward G. Robinson paseando distendidamente por Nueva York, sin que la policía le persiguiera por mafioso.
Las convicciones del vecino comenzaron a cambiar con los nuevos actores de comienzos de los sesenta, con un Dustin Hoffman, que parecía no pegar con la media física del actor-jovencito-tipo de entonces, como un George Peppard o Warren Beatty.
Ahora puede pasar lo mismo con la política, parece que los niños que en el futuro tienen que ser los dirigentes de este país, no deben de nacer con un pan debajo del brazo, sino  vestidos con un traje azul y una corbata que contraste. Por eso, al encontrarse ante el caso de Pablo Iglesias, alma mater, uno de ellos, de “Podemos”, te preguntas si alguien le pegó el cambiazo al nacer, porque no da el “patrón”, y aquí el vecino no se refiere al empresariado. Esos pelos, disimulados tras una coleta, y esos dientes que desde luego no han pasado por “Vitaldent”, ya hacen que nos fijemos en alguien  que si está sobresaliendo, por de pronto, no es por su imagen, y menos cuando luego le vemos irse en su moto, en la que por su escasa cilindrada tampoco se puede escudar. Y llegas a la conclusión de que quizás merezca la pena oírle.
Y si cuando eres joven, como ley de vida, haces todo lo contrario de lo que te dicen tus padres, ahora tal vez baste que los políticos “empoltronados” hasta las cejas, digan que es un friqui en un grupo de friquis, para que sintamos más atracción por él, y quizás incluso a los que ya tenemos unos añitos, nos recuerde a aquel Felipe Gonzalez con ropa de pana, abriendo puertas y ventanas para que entrara aire fresco.
Otros de los empoltronados, o con ganas de estarlo, dicen que han leído su programa, y lo que pregonan, según ellos, no se puede realizar. Por un momento, este vecino al oír a los nerviosos de traje azul, pensó que estaban hablando del mismo Rajoy y sus chicos/as cuando presentaron su proyecto electoral, porque de lo dicho a lo hecho hay un trecho, e incluso estrecho, el de Gibraltar, al que han tenido que recurrir más de una vez como cortina de humo.  
La  mayoría de las veces no decimos lo que queremos, y algunos de los integrantes del partido en el poder, al llamar friquis y extrema izquierda, en realidad, lo único que hacen es poner galones a un germen que está floreciendo, y se puede dar la paradoja, incluso, de que puedan  ser “los brotes verdes” que el gobierno de turno  no se ha cansado de augurar, y que el destino ha hecho que les salga el tiro por la culata, ironías del destino.

*FOTO: DE LA RED