Mostrando entradas con la etiqueta Charlton Heston. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Charlton Heston. Mostrar todas las entradas

jueves, 9 de junio de 2016

GEORGE MAHARIS, Y EL ARMARIO DE TU PASADO



Algunas veces, ver una simple foto es como abrir un cajón en el armario de tu pasado, y comienzan a aflorar todo tipo de sensaciones y recuerdos, desgraciadamente todos ellos amarillentos, por aquello de que cualquier tiempo pasado, no sé si fue mejor, pero sí anterior, y ya todo huele mucho a naftalina de realidad.


No sé cómo ni por qué, pero en los momentos previos  a comenzar el post de hoy, ha habido algún pensamiento cruzado, lo que los pedantes denominarían como “brainstorming” (tormenta de ideas), aunque luego solo sepan decir en inglés “singing in the rain”, por supuesto que marcando mucho la segunda “G”, y me he acordado de George Maharis, al que nosotros, también, llamábamos pronunciando en castellano todas y cada una de las letras, ¡faltaría más!


Antes de nada, y para ahorrar posibles cabreos, todo aquel que crea que aquí se va a hacer un estudio exhaustivo del citado actor, y por eso está leyendo este texto, es mejor que lo deje aquí, y acuda, por ejemplo, a Wikipedia.


Este vecino del mundo reparó en el Señor Maharis, atribuyéndole su nombre y apellido, tras bastante tiempo de verle en televisión, y prácticamente a raíz de “Juego mortífero”, a comienzo de los setenta, una serie sobre tres investigadores privados, con una vieja gloria, Ralph Bellamy, e Yvette Mimieux. A Yvette, por ejemplo, podría considerarse como la versión femenina de lo que representaba Mister Maharis, solo que ella, al menos en opinión de este vecino del mundo, era mucho mejor actriz, y a la que quizás, precisamente, le perjudicó ser “tan guapa”, y no se le tomó tan en serio como profesional, y presuntamente “sólo” se le elegía por su fachada.


George Maharis siempre me pareció tan perfecto, hierático, y como que hacía un esfuerzo para mover los labios, que me lo imaginaba como un efecto especial más. Y que cuando terminaba de actuar, o mejor dicho, de que contaran con él en una escena, le desconectaban de los cables que le daban movimiento; y automáticamente le llevaban al taller de reparaciones, para darle otra capa más de chapa y pintura, y dejarle resplandeciente, sin importar, quizás, que la escena del siguiente día, fuera de alguna catástrofe en la que su personaje saliera lastimado, porque nunca hubo un “lastimado” más sano que él.


Muchas veces, la mayoría, el destino es muy injusto, y mientras hay personas que se fueron hace mucho tiempo ya, pero parece que siguen con nosotros, hay otras que para nosotros pertenecen a una época determinada, en su caso, a la televisión de años 60 y 70, y lo demás es una cruel broma del destino.


Hay actores, por ejemplo y sin ir más lejos, Charlton Heston, que siempre era él, aunque fuera “El Cid”, “Ben-Hur”, o el  mayor Matt Lewis en “55 días en Pekín”, pero su personalidad le daba más empaque o enjundia al personaje. Sin embargo, aparecer George Maharis en pantalla era como abrir un paréntesis en la película, y directamente pasar al “cómo se hizo el proyecto, pero a pesar de él”.


A medida que he ido redactando, y ya para terminar, el post de hoy, me voy dando cuenta de que quizás estoy siendo demasiado cruel con Mister Maharis, porque, por ejemplo, estudió en el Actors Studio y allí no entraba cualquiera. Tal vez fuera, y aquí ya claramente echo piedras contra mi propio tejado hasta acabar con él, porque fue el primero, quizás inconscientemente, que me hizo presentir que siempre un buen embalaje hace llegar el paquete más lejos, y eso no se olvida.



¡Larga vida a Mister Maharis!, y que me perdone,… si quiere.


*FOTO: DE LA RED

viernes, 19 de febrero de 2016

LA SOMBRA DE LOS MONOS



Esa frase tan tontuna, egoísta y, en apariencia, inocente de “yo estuve allí”,  en los últimos tiempos ha encontrado un aliado, el teléfono móvil y sus selfies,  cuya mezcla  puede llevar a todo tipo de inconsciencias, como dar un paso atrás  buscando el mejor enfoque, y en su lugar encontrar la muerte, al caerse por un acantilado (que no es broma y ya ha pasado).


Pero las imágenes que nos han llegado estas últimas horas, en las que un hombre saca del agua a una cría de delfín de la especie "franciscanaen la playa de Santa Teresita, provincia de Buenos Aires (Argentina) (https://www.youtube.com/watch?v=0n_m39V6D7o), y comienza a pasar al pequeño cetáceo entre los turistas que se agruparon en torno a él con el objetivo de sacarse una foto con el aprendiz de delfín, es el absurdo más absurdo sembrado de sonrisas y de “yo primero”.


Viendo las imágenes posteriores del ya cadáver, es que no puede haber ningún tipo de malentendido, se ve perfectamente que es un bebé y la mezcla de egoísmo e inconsciencia siempre son una mezcla complicada, y en este caso letal.


Este vecino del mundo siempre ha tenido la teoría de que quien se saca una foto delante de tal o cual sitio, está preparando la historia de “cuando YO estuve allí”, y en realidad le importa muy poco lo que aquello supone, y mucho más el cierto estatus que le puede dar entre los suyos, o dicho de una manera mucho más desenfadada “el poder contar batallitas sobre aquel día”.


Los muchos “yo”, por otra parte, de esta playa se convirtieron por un momento en una auténtica jauría.


Este suceso ha removido recuerdos a este vecino del mundo que nunca había contado antes, y que en cierta manera cambiaron su concepción de la vida. Al ver, en su estreno,  “El planeta de los simios”, la versión buena, la de Franklin Schaffner de 1968, interpretada por un Charlton Heston inmenso (en cualquiera de las acepciones de la palabra), hay dos escenas que fueron realmente impactantes, teniendo en cuenta que por entonces, este vecino tendría unos trece años.


Una de ellas es que al aterrizar en aquel planeta, en ese momento de nombre desconocido, los astronautas supervivientes, creo recordar que eran tres, son atrapados por los monos, que adoptan claramente el rol de hombre, y habitan aquellos lugares, separando a los tres compañeros. Con el transcurso de la película, el astronauta negro que integra la expedición, vuelve a aparecer, pero esta vez ya disecado y como trofeo de caza. 


Ese cambio de perspectiva, de cazar a ser cazado, junto con la otra escena en la que se ve, creo recordar, una foto en la que un grupo de, no sé cómo definirlos exactamente, ¿niños-monos?, que están posando encima de un hombre cazado y, que queda claro, que es el final feliz de una cacería.


Desde aquel  momento, cada vez que veo escenas de caza, bien sea de la realeza, nobleza, millonarios, o que juegan a serlo, la sombra de aquellos monos, siempre sonrientes, no ha dejado de acompañarme, ni hoy tampoco.



Sin embargo, esta vez ha sido mucho peor, porque ningún adulto, o supuesto adulto, ha sido capaz de poner un poco de cordura, y los niños que se encontraban allí, han recibido una muy mala lección, además de la peor manera posible, de la mano de sus padres.

*FOTO: DE LA RED

martes, 8 de septiembre de 2015

DE RUIDOS Y MASCOTAS...


¡Es terrible! Eso de hacer obras en casa siempre es un engorro, y especialmente si las hace el vecino, que ni te ha informado ni nada, y de un momento a otro, pareces Charlton Heston, versión decrépita, más incluso que él mismo en aquella película de los años setenta, “Terremoto”, que publicitaba el sensurround, como una maravilla de sonido que te hacía sentir las bondades, si las hubiera, de un magnífico terremoto, y sólo por el precio de una entrada.

Pues llevamos varios días, en nuestra casa, sufriendo las molestias de las obras de un vecino, que nos hacen recordar que aquellas promesas de nuestra casa soñada y deseada, y que se vendía como una construcción sólida y para siempre, nos revela que en realidad, deberíamos de andar con cuidado en qué pensamos, porque los muros deben ser tan livianos que, sin duda, se deben de oír hasta nuestros pensamientos. Y los míos al menos, desde los ruiditos del vecino, no son publicables.


Este vecino del mundo cree, que si el vecino en obras está naturalmente en su derecho de hacer de su casa un castillo, por lo menos como futuro noble podía habernos avisado de las posibles molestias. No era vinculante, pero si aconsejable al menos unas palabras de aviso y de comprensión. Me estoy continuamente acordándo del Señor Gila y de su frase: Si no sabe soportar una broma, márchese del pueblo; y esperemos, cuando menos, que la broma del ruido no se haga crónica…

Acabo de salir con Afgano, mi bichón frisé, para airearme un poco, y alejarme de ese ruido que pudiera llegar a ser insufrible,  e intentar con ese descanso que no deje huella en mi ADN. 

Hace ya tiempo que llegué a la conclusión de que son los perros quienes sacan a sus amos a pasear. En gran parte de las poblaciones, por no decir en todas, los ayuntamientos, mediante los bandos municipales suelen hacer saber que los perros tienen que ir atados. Sería deseable que en próximos bandos se sugiriera la necesidad de que los propietarios se saludaran entre sí, más que nada para mostrar la misma educación que seguro ya tienen sus mascotas, y para demostrar, además, que el amo del perro con el que el suyo acaba de hacer buenas migas no es invisible.

Afgano se ha encontrado, en su recorrido de ahora mismo, con seis perros, y tan solo dos de sus propietarios han intercambiado un saludo con este vecino del mundo, quien ya había llegado a la conclusión antes de que le saludaran por primera vez que el ruido de la obra, para colmo de males, le había debido convertir también en invisible.


Luego, en las redes sociales, somos todos intachables y afeamos la conducta de los demás, pero cuando salimos con nuestras mascotas, la mayoría de las veces, ella, la mascota, es mucho más educada; aprovechandonos, además, de que como dice esa famosa frase, ella nunca nos abandonaría, porque en muchos de los casos, el supuesto animal irracional es mucho más educado y agradecido que el animal de dos patas que va a su lado, y que, además, cree que tiene mando en plaza…¡Una auténtica injusticia!

*FOTO: DE LA RED