martes, 7 de mayo de 2013

LA MANO AMIGA


Alguien dijo alguna vez que si buscas una mano que te ayude, la encontrarás al final de tu brazo, y es que quién mejor que uno mismo para velar por sus propios intereses.
A la mayoría nos ha pasado de jóvenes, confesarle a nuestro mejor amigo que estábamos muertitos por los huesos, y de todo lo demás, naturalmente, de una amiga común, y lo único que conseguíamos es que al cabo de unos días, eramos los últimos en enterarnos de que se habían enrollado. Te quedabas sin tu Dulcinea, y sin tu presunto mejor amigo. Y es que en realidad somos como una masa informe, como la masa del pan, y la vida nos va moldeando.
Quizás como consecuencia de aquella mala experiencia, y de perder a tu amigo, ya con el tiempo no tienes amigos de confesiones, a no ser que las citadas confesiones sean a las cuatro de la madrugada, y al día siguiente ni tu amigo ni tú os acordéis de nada.
Luego, mucho más adelante, para aconsejarte a ti mismo, utilizas el espejo, donde te recriminas todo tipo de cosas, y de vez en cuando intentas subirte la autoestima, en una especie de versión casera de la madrastra de Blancanieves y aquello de dime lo guapo que soy.
Sin embargo, uno de los grandes inventos, y nunca bien valorado, que sirve para relajar tensiones, es la televisión. La gente en general está muy equivocada porque la televisión interactiva no es un invento de ahora, sino de hace muchos años, incluso de cuando era en blanco y negro. En los telediarios por ejemplo, la cantidad de cosas que le decimos al presentador de turno, cuando nos da una mala noticia, o en la retransmisión de ese partido de fútbol, en el que quieres aclarar a voz en grito, la opinión que tienes del arbitro, y de su madre, con relación a ese penalti que no ha pitado a favor de nuestro equipo del alma. Y en los concursos..., cuando sabemos la respuesta antes que el concursante, y la decimos varias veces y cada vez más alto. En realidad, no lo hacemos para que nos oigan los otros implicados, sino para reafirmarnos de que por una vez sabemos algo.
Y es que, el gran secreto de esta vida es no tomarse la vida demasiado en serio, desde el momento en que sabemos que es una aventura que sin duda no va a acabar bien, y aunque somos los protagonistas, en esta historia el protagonista muere, y eso en el mejor de los casos; pero teniendo en cuenta lo que nos pagan por interpretarla, nos quedamos sin opción a reclamar.

*FOTO: DE LA RED

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