sábado, 18 de agosto de 2012

FAHRENHEIT 451 A LA DONOSTIARRA

 Aunque en la distancia, uno sigue interesándose por el día a día de Donosti, y ayer en el marco de la Semana Grande, quizás tuvo lugar la última corrida de toros en la aún joven Plaza de Toros de Illumbe.
Este vecino del mundo debe de confesar que a él desde pequeño le acostumbraron a ir a los toros, como no podía ser de otra manera teniendo en cuenta que su padre era de Azpeitia, y allí, al menos entonces, había culto por la tradición taurina, y un pequeño detalle, plaza de toros funcionando desde hace muchísimos años.
Ha pasado el tiempo y las aficiones de este vecino se fueron por otros derroteros, y nunca más a vuelto a una plaza, pero como no ha ido a muchos otros sitios.
Sin querer entrar en ese debate de “toros sí o toros no”, desde esta atalaya nunca se ha podido tolerar la palabra imposición, y en realidad suena a eso a que nuestro representante en el consistorio donostiarra va a imponer una medida con la que muchos estarán de acuerdo pero otros tantos o más no.
Sin embargo, no se debería de confundir el cargo de alcalde, con el de padre, o el de consejero espiritual.
Ostentar la alcaldía de una ciudad, es guiar el día a día del devenir de una ciudad, en el plano administrativo-económico, pero no el enseñarte a pensar o sentir.
Desde el punto de vista de la violencia, también hay violencia en la caza, en las mismas relaciones entre personas, y se supone que no es la alcaldía la encargada de regir estas circunstancias.
En esta ventana abierta de par en par, hace años aprendí que cuando se tienen dudas de si una decisión es correcta, lo mejor es ampliarla, como si fuera una foto, a la máxima potencia, y observar como sonaría el resultado sobre otro supuesto, y el resultado no parece nada bueno.
Alejarnos de la violencia, o de contenidos violentos, supondría no poder leer libros, adiós a las bibliotecas, o al menos restringir ciertos libros, ciertos videojuegos, ciertas películas, ciertas ideas. En definitiva, la vida sería una versión tolerada para todos los públicos y no para personas formadas, o lo que se viene a denominar adultos, y quizás el fondo es ese, que de pronto no nos dejen pensar y decidir por nosotros mismos.
Llegados a este punto este vecino quisiera recordar la película de François Truffaut titulada Fahrenheit 451, basada en un libro de Ray Bradbury, en la que se narra una historia gris en un mundo donde los libros están prohibidos , y un grupo de personas con el fin de que las obras maestras de la literatura universal no se pierdan inventan un peculiar método para mantenerlas vivas.

*DIBUJO: DE LA RED

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