lunes, 9 de julio de 2012

ERNEST BORGNINE, UN BONACHÓN INMENSO

El alba trae el nuevo día, pero también malas noticias. Hoy nos hemos levantado un poco más huérfanos los amantes del cine; ha fallecido Ernest Borgnine.
Este vecino del mundo a medida que se iba haciendo mayor, y como amante del cine, siempre se ha solido preguntar que si dicen que la cara es el espejo del alma, y si para actuar se supone que tiene que hacer falta grandes dosis de sensibilidad, actores como Ernest Borgnine, Lee Marvin, y el mismísimo Karl Malden, actores de físico rotundo, tenían que ser excepciones a ambas reglas.
La vida de Ermes Effron Borgnino, su verdadero nombre, hijo de inmigrantes italianos, merecería en sí misma una película, ya que en realidad no tuvo una clara tendencia a la interpretación, pues tras salir del instituto, y con dieciocho años se enroló en la marina, en la que estuvo un total de diez, viviendo entre ellos la Segunda Guerra Mundial.
Con casi treinta años, se tuvo que plantear su futuro, ya que no tenía una  profesión, y siguiendo el consejo de su madre, al verle una personalidad tan fuerte, se matriculó en el Randall School of Drama de Hartford. Tras graduarse, y tan solo dos años después debutaba en Broadway.
Estaba claro que ese físico y esa personalidad estaban destinados a triunfar en la gran pantalla, aunque siempre en los denominados papeles de carácter, no llevando normalmente el peso de la historia, pero siendo siempre uno de los protagonistas.
Gracias una vez más a su aspecto, podía encarnar desde villanos a seres de una fragilidad sorprendente.
En actores como él se entendía el formato de cine, que se hizo famoso a finales de los sesenta y en los setenta, el de 70 mm, y gran pantalla panorámica.
En cuanto a su vida privada, se casó cinco veces, siendo su segunda esposa la ahora casi olvidada Kathy Jurado, pero en su momento fulgurante estrella del firmamento cinematográfico.
Este vecino nunca olvidará, y no es de las más apreciadas por la crítica, su actuación mano a mano con el ya mencionado Lee Marvin, en El emperador del norte, que en realidad puede ser incluida entre las denominadas road-movies, con la variante de que en la película son continuos viajes en tren.
Se nos ha ido un actor, grande en todo, capaz de concitarnos sentimientos tan dispares como el amor o el odio, y con una de las mejores sonrisas entre los malos de Hollywood, aunque dejarnos no nos dejará nunca, pues cualquier día nos volverá a saludar desde una de sus muchas películas, para recordarnos que también puede haber bonachones inmensos.

* FOTO: DE LA RED

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