domingo, 22 de abril de 2012

CARTAS AMARILLAS EN EL ARMARIO DEL TIEMPO

Una de las características de estos tiempos es la rapidez, la inmediatez. Todo lo que se quiere es ahora y para ahora. Quizás viene con el consumo, productos diseñados para ahora, y que dentro de unos días, los siguientes tendrán otras características que harán que el producto anterior, al verlo, ya sea identificado en poco tiempo como antigualla.
Por todo lo anterior, algo como una carta, la comunicación epistolar, es tristemente un contrasentido, como ver un reloj en una película de romanos.
Aquellas cartas, cuando todavía aún no se había ido el aroma de la adolescencia, en la que le decías prácticamente lo que no te atrevías a decirle en persona, cartas representando sueños y caricias, que al ser escritas ahora con la rapidez de un wassup sonarán tan lejanas como una fórmula matemática.
Sin embargo, esas cartas amarillas guardadas en el armario del tiempo son un recordatorio de que hubo un momento en el que unos sentimientos nos invadieron y nos hicieron suyos, hasta hacernos gritar en forma de palabras entintadas, y que en cierta manera, en aquel momento nuestro mundo se paró esperando la respuesta
Ahora el ordenador es algo más que meter datos en una máquina, es como un pasaporte al mundo, sin embargo una carta siempre ha sido el viaje de un pequeño milagro, en el que nuestras palabras se trasladaban con la colaboración de muchas personas, porque en su momento quisieron que esa carta llegara.
Hace muchos años, durante el viaje del paso del ecuador, estábamos en Roma, e intenté enviar varias postales, en este caso, a los más allegados desde la ciudad del Vaticano, y no llegó ninguna. Luego me explicaron, quizás una razón peregrina, que entre las mismas personas de correos hay coleccionistas de sellos que están atentos a los sellos de países curiosos. Lo triste del caso es que alguien estuvo seis veces atento, o quizás fueran seis las personas atentas, el caso es que alguien escéptico con la religión diría irónicamente que Dios que todo lo ve, dejó que se extraviaran seis cartas que en cierta manera le concernían.
Entonces aprendí, o quizás “mal aprendí” de que somos un grano de arena en una playa de millones de granos, y de que quizás sobrevivimos porque los demás, de algún modo, quieren que lo hagamos.

*DIBUJO: DE LA RED 

No hay comentarios:

Publicar un comentario