viernes, 10 de febrero de 2012

TEORÍA INCOMPLETA

Con el tiempo que nos está tocando vivir, lo extraño es seguir teniendo una actitud positiva ante la vida, porque con lo difícil que nos están poniendo disfrutar el día a día, por falta de dinero, y el miedo que nos están metiendo en el cuerpo, no apetece ni salir a la calle a fumar.
Por cierto, ahora que recuerdo, yo no fumo, ni he fumado nunca. Espero que no se entere el gobierno de este detalle y saque algún impuesto para el no-fumador, por el uso y disfrute de las instalaciones cívicas, durante más tiempo que los demás, ya que en teoría se supone que nuestro porcentaje de vida tiene que ser mayor, y eso habrá que pagarlo de alguna manera.
Estaba yo en estos pensamientos en un atardecer frío y sin concesiones , como nuestro gobierno en cuestión, cuando al cabo de unos veinte minutos de paseo, un señor que iba en sentido contrario, al verme me paró con una sonrisa y me preguntó: - Perdone usted, ¿le importa si le doy la mano, y nos saludamos?
En ese momento, varias ideas vinieron a mi mente como que otro que me quiere vender algo, o no están todos donde tienen que estar, sin embargo, quizás basándome en su semblante decidí darle una oportunidad adelantando mi mano, y nos saludamos con un calor que nunca había conocido en un acto como éste, sintiendo el ritual de un saludo entre dos hombres que no sabiendo el por qué, necesitan hacerlo como si les fuera la vida en ello.
Lo primero que me dijo fue que tenía sensación de invisible, que llevaba un rato sintiendo que nadie le veía, que la gente iba y venía ignorando a los demás, y me hizo una pregunta: - ¿La gente aquí no se saluda?
La verdad es que le tuve que contestar que muy poco, solo a los conocidos. Y luego le conté una teoría que yo tengo: - En el único sitio que todo el mundo se saluda es en el monte, y cuanto más alejado estás más sentido es el saludo. Recuerdo que una vez estaba paseando con mi hija, y nos cruzamos con dos personas y nos saludamos. A los dos minutos más o menos, mi hija no pudiendo resistir la curiosidad me preguntó: Aita, ya les conocías de antes, ¿verdad?, y le dije que no, que no nos habíamos visto nunca.
Tras unos instantes, el saludador y yo nos separamos, con la esperanza de volvernos a ver.
Sin embargo, a mi me quedó la tristeza de no haberle contado el final de mi teoría del saludo en el monte, y es que conviene que la gente te conozca y se quede con tu cara, porque puede que tengas un accidente y es mejor para tu pellejo que todo el mundo sepa que andabas por allí. Esos saludos pueden ser signos de puro egoísmo, pero ese triste pensamiento, no se lo dije ni a él, ni a mi hija.

*FOTO: DE LA RED

2 comentarios:

  1. ¡Que bonita anécdota!
    Yo soy muy saludadora, casi vocacional. En menos de trescientos metros puedo saludar a treinta personas, pero es lo que tiene el haber vivido siempre en el mismo sitio y considerar el itinerario diario como el pasillo de casa. Creo que saludar es algo que beneficia a la salud mental, te hace apreciar la suerte de vivir en una pequeña ciudad donde por encima de terribles problemas que ha sufrido, existe una población que se aprecia y quiere hacer de ella un espacio de cariño y amistad.
    Bueno, le doy a publicar, cualquiera sabe el nick que me tocará hoy. El comentario que hice ayer se diluyó en el éter, a ver si hoy hay más suerte.

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    1. Me parece muy bueno tu punto de vista, pero tristemente cada vez se saluda menos a la gente.

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