miércoles, 11 de enero de 2012

COMO DE COSTUMBRE

Hoy comienza la temporada del txotx, aclaremos, que de la sidra para los no iniciados.
Recuerdo cuando hace ya muchos años comencé mis estudios en Donosti, me chocó ese furor por la sidra que se tenía y se tiene aquí, porque entonces, a algo más de cincuenta kilometros de distancia, no se vivía de la misma manera esta costumbre.
Al no ser, digamos, nacido sidrero, aunque con el tiempo más o menos convertido, quizás pueda juzgar mejor ese negocio que se ha creado al rededor de la sidra.
En mi opinión, y a su debido tiempo, muchos se dieron cuenta del filón que se presentaba con el rito de la sidra, y se fue instaurando un tipo de menú único con el cual a parte de la sidra pagabas por algo que quizás no te gustara plenamente, lo cual facilitaba, además, la vida del cocinero, pues como se suele decir, se dejaba de preocupaciones, y practicaba la ley del “sota, caballo y rey”, o dicho de otra manera, el que tengas que pasar por el aro, y no tener ningún otro menú alternativo.
Ayer le oía en la radio a una mujer que está involucrada en ese mundillo, porque pertenece a una sidrería, defendiendo que los precios están ajustados, y que no se pueden bajar sin tener que tocar la calidad.
Creo que en todo esto hay un truco, o si le quitamos la presunta malicia en el que ha creado todo esta especie de rito, digamos que como mínimo malentendido.
Se habla de menú para un comensal, pero hay que entender que normalmente el comensal está en la mayoría de los casos de pie al lado de una mesa corrida donde caben un montón de personas, muchas veces más de una cuadrilla juntas, con lo cual se pueden colocar muchísimas mesas así, porque al estar todos de pie se necesita menos sitio.
Camareros se necesitan bien pocos, porque sólo se sacan las bandejas a las mesas, y cada uno va atacando lo que quiera de ellas.
El gran truco es que no es un menú para cada uno sino que se van sacando bandejas para varios, y yo estoy convencido de que comes generalmente menos de lo que comerías normalmente.
Puedes beber todo lo que quieras, pero, ¿cuánto vas a beber?, porque si bebes no comes, y viceversa.
Por cierto, si protestas por algo, ya te ponen cara como que eres un advenedizo y no conoces las costumbres, y protestas por protestar.
Una vez, los de la oficina, habíamos encargado la cena un mes antes, y a la hora de la verdad, nos colocan al lado de los váteres, y protestamos, y nos dijeron, con cara de ofendidos, que era uno de los mejores sitios, porque a parte de que no nos teníamos que cansar para ir a donde el cuerpo nos iba a pedir a partir del tercer o cuarto vaso, además estábamos al lado de la salida, y para irnos fenomenal. Un grupito de desagradecidos pensábamos en cambio, que era el peor sitio porque podía haber olores desagradables y una corriente de aire frío terrible, pero por mantener las costumbres nos la tuvimos que envainar y callarnos.
Muchas veces, se nos toca el corazón, por aquello de nuestras costumbres, cuando en realidad lo que nos quieren tocar, y bien tocado, es el bolsillo.

*FOTO: DE LA RED

2 comentarios:

  1. En todo de aguerdo, amigo. Porque en este país instauramos costumbres ancestrales en un pis-pas, sobre todo para ir creando historia y sembrando en la gente la idea de una kultura diferente y profunda que reverenciamos como sagrada. ¡Cuanta imbecilidad!
    Cuando yo era pequeña, en el pleistoceno, mi padre nos llevaba a alguna sidrería de Astigarraga y nosotros mismos llevábamos la merienda. Recuerdo que lo que más me gustaba eran las sardinas viejas preparadas en aceite, que comíamos con pan y acompañábamos los niños con pitharra (el zumo sin fermentar)y los mayores con sidra. La bebida era lo que se pagaba y punto colorao.
    Menudo invento sacacuartos el de ahora. De pié, muertos de frío y comiendo como txerris del mismo plato.Y al módico precio de treinta euracos. No me pillarán a mí, desde luego.

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    1. nO LO

      No lo quería decir yo tan claro pero es así un auténtico sacacuartos.

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