domingo, 8 de mayo de 2011

SEVI SIMPLEMENTE

Son estos momentos los que te hacen acercarte al ordenador y plasmar en palabras lo que tu corazón te dicta. 
Nunca le conocí, sin embargo su recuerdo va ligado a mis años de juventud.  Severiano Ballesteros nos ha dejado…, a muchos un poco huérfanos, aunque éramos de la misma edad.
Finales de 1978, tras terminar mis estudios en Donosti, decidí irme a Londres durante un tiempo, que al final fueron  casi tres años. Al decir que venía de España, todos me hablaban de un tal Severiano Ballesteros, un joven golfista. Es triste pensar que ellos le conocían más que yo, y que  la mayoría de los españoles. Era una estrella en las islas británicas, mientras que en España era casi un rumor.
Debería haber confesado al comenzar,  que yo no soy entendido en golf, y no voy a hablar de su extraordinaria carrera como golfista, porque tendría que copiar opiniones de otros, y para eso, es mejor leer las declaraciones originales.
Quiero hablar de su personalidad arrolladora, de su pasión por su deporte favorito. Era un perfeccionista y por eso brilló. Me duele el tener que hablar ya en pasado. Se nos ha ido una estrella a donde realmente tiene que brillar, el cielo. 
Era atípico, pues era querido por las madres para ser su yerno, por los padres para ser la pareja de sus hijas, ya que lo de ser formal se le podía leer en su rostro, siempre sonriente y con un rictus luchador. Rompió las clases sociales con esos ojos diáfanos; se le veía venir, y se leía hacia dónde iba.
Mientras en el resto del mundo con veintipocos años ya era el mejor golfista en ese momento, en España sólo llegaban los ecos. Está claro que triunfó, y que no se me interprete mal, en un deporte no sé si individualista o individual, pero donde sólo eres tú el que comienza y acaba cada una de las jugadas. Sin ningún tipo de ayuda estatal, ni planificación previa. 
El panorama hispano no estaba todavía como para dibujar el deporte de grandes masas. Concurrieron en su caso circunstancias individuales que le hicieron tener ese deporte cercano, como antes ya había ocurrido con Manolo Santana.
Es una especie de que suene la flauta  por casualidad,  pero que al sonar aparezcan bellas melodías originales y únicas. Siempre tuvo un aire serio y hasta melancólico, un aire que te arrastraba, no importa donde estuvieras, hasta su pueblo cántabro, Pedreña, una de las bonitas maneras en que un extranjero aprende que en España aparte de dos ciudades importantes, Madrid  y Barcelona, también existen hermosos pueblos. 
Quizás, por eso mismo, nunca le llamaron ni Don Severiano Ballesteros, ni Mister Ballesteros, sino simplemente Sevi. Alguien del pueblo que con sus ganas y esfuerzo ha llegado a ser estrella que siempre nos alumbrará para saber cómo actuar honestamente y ser  ejemplo de perseverancia y, como se hubiera dicho  hace muchos años, con hombría de bien;  leyenda entre las leyendas. 
Hoy es el día en que todavía, quizás se sienta más su pérdida en el extranjero. No seremos nunca conscientes de quién fue Sevi, y esa es otra pena, aparte de no tenerle ya con nosotros.

*FOTO: DE LA RED

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