domingo, 2 de enero de 2011

JUVENTUD, ¿DIVINO TESORO?

Los caminos de la memoria son un enigma. Un simple aroma te puede hacer viajar años en tus recuerdos en un sólo segundo. Los recuerdos son en grandes escenarios, y no es porque lo fueran, sino porque nosotros eramos pequeños, y naturalmente sin experiencia.
Todo era la primera vez, y dependía de cómo te lo presentaran para saber lo que era bueno o malo.
No recuerdo exactamente lo que ha originado mi introspección, pero me he visto con unos cinco años, comienzo de los sesenta, en el aula de lo que se denominaban las escuelas públicas. 
Había unas tres filas de sillas pequeñitas en un lado de la clase y otras tres filas enfrente, en un lado las niñas y en el otro los niños.
Estábamos aprendiendo a leer y si no sabías la lección te ponían en la primera fila del lado del sexo contrario, y toda la clase te decía, si eras niño: Marichica, marichica..., y si eras niña lo contrario, claro; todo bajo la dirección de la maestra, a la que no acuso de nada, sólo a la época.
Luego dirán que nuestra generación es una generación perdida, con traumas, y que sólo pensábamos en el sexo. Creo recordar que esa fue una de las primeras veces en que me presentaron los dos sexos y las consecuencias de mezclarse con el otro.
Nunca decíamos nada en casa de los castigos, en primer lugar porque pensábamos que el profesor siempre tenía razón y porque sabías que lo primero que te iban a decir tus padres es, aquella celebre frase: - Algo habrás hecho.
En nuestros días, lo que ocurre normalmente es que el padre de un alumno amenaza al profesor, y lo sé de muy buena tinta mediante profesores amigos mios, si es que ya directamente no viene con el abogado, y te acusa de haber hablado de algo tan innombrable como el jamón, y es que el citado alumno en su religión no puede comerlo, y el pecado del profesor sólo ha sido el afirmar que ese clima es bueno para el jamón y  su secado. Ésto, ya os habréis enterado, ha ocurrido hace pocas semanas en España mismo, y no precisamente el 28 de Diciembre.
Durante muchos años, y al intentar ligar con una desconocida, después de las célebres e inteligentes preguntas de: - ¿Cómo te llamas? y - ¿Estudias o trabajas?, tenía la sensación de que si no me salía bien mi examen, todos me iban a mirar y apuntándome con el dedo índice iban a recordarme las palabras que oí en mi niñez.

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